Expertos opinan sobre la Argentina

Kissinger afirma que pese a las dificultades, avizora un progreso para la Argentina. Paul Krugman señaló que se debe defender la convertibilidad, no devaluar ni dolarizar y apelar a una política expansiva.

14 octubre, 2000

Para Henry Kissinger, de paso por Buenos aires, la Argentina presenta serias dificultades a corto plazo, pero a la larga habrá progreso. El ex Secretario de Estado de Nixon y hombre respetado por su dimensión intelectual, hizo declaraciones al término de la audiencia que le concediera el miércoles el presidente Fernando de la Rúa en la Casa Rosada.

Para él la mejor manera de atraer inversiones es que los distintos marcos regulatorios sean predecibles, que se simplifiquen las normas del proceso privatizador y que se remuevan obstáculos al arribo de capitales del exterior.

Opinó que la intención de los cambios generados en el gobierno argentino apunta a lograr una mejor adaptación al entorno y a acelerar las reformas y dijo que se llevaba de la Argentina “una impresión positiva y llena de esperanzas”.

“Este país es rico y tiene una población productiva y muy dedicada, de modo que soy muy optimista”— sintetizó—.

Pero no sólo llegó Kissinger a Buenos Aires; Paul Krugman, el laureado economista de los Estados Unidos, reconoció que no le queda mucho margen de maniobra al gobierno argentino ante la situación de crisis que enfrenta.

Opinó que debe defender la convertibilidad, no devaluar ni dolarizar, encarar una leve baja impositiva y poner en marcha una política expansiva de la economía para movilizar las reservas del país.

Se mostró en desacuerdo con que esa política se base en la expansión monetaria, al estilo del Japón, por la preocupación que evidencian los inversores acerca del nivel de deuda. Y también con la práctica de mayores ajustes del que ya hizo el Gobierno con consecuencias negativas.

A su juicio no es posible dejar flotar la moneda, como lo hizo Brasil, debido a las consecuencias perniciosas que tendría para un país endeudado en dólares, ya que se acentuaría la contracción.

Dolarizar significaría pagar altos intereses, tanto en dólares como en pesos. Krugman dejó una nota de esperanza al decir que percibe como posible un rebote del euro, que haría recuperar competitividad al peso, atado como está al dólar.

Para Henry Kissinger, de paso por Buenos aires, la Argentina presenta serias dificultades a corto plazo, pero a la larga habrá progreso. El ex Secretario de Estado de Nixon y hombre respetado por su dimensión intelectual, hizo declaraciones al término de la audiencia que le concediera el miércoles el presidente Fernando de la Rúa en la Casa Rosada.

Para él la mejor manera de atraer inversiones es que los distintos marcos regulatorios sean predecibles, que se simplifiquen las normas del proceso privatizador y que se remuevan obstáculos al arribo de capitales del exterior.

Opinó que la intención de los cambios generados en el gobierno argentino apunta a lograr una mejor adaptación al entorno y a acelerar las reformas y dijo que se llevaba de la Argentina “una impresión positiva y llena de esperanzas”.

“Este país es rico y tiene una población productiva y muy dedicada, de modo que soy muy optimista”— sintetizó—.

Pero no sólo llegó Kissinger a Buenos Aires; Paul Krugman, el laureado economista de los Estados Unidos, reconoció que no le queda mucho margen de maniobra al gobierno argentino ante la situación de crisis que enfrenta.

Opinó que debe defender la convertibilidad, no devaluar ni dolarizar, encarar una leve baja impositiva y poner en marcha una política expansiva de la economía para movilizar las reservas del país.

Se mostró en desacuerdo con que esa política se base en la expansión monetaria, al estilo del Japón, por la preocupación que evidencian los inversores acerca del nivel de deuda. Y también con la práctica de mayores ajustes del que ya hizo el Gobierno con consecuencias negativas.

A su juicio no es posible dejar flotar la moneda, como lo hizo Brasil, debido a las consecuencias perniciosas que tendría para un país endeudado en dólares, ya que se acentuaría la contracción.

Dolarizar significaría pagar altos intereses, tanto en dólares como en pesos. Krugman dejó una nota de esperanza al decir que percibe como posible un rebote del euro, que haría recuperar competitividad al peso, atado como está al dólar.

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