Más de 50.000 refugiados de Siria e Iraq agobian a Grecia que ya no sabe qué hacer con ellos, mientras los países cercanos –encabezados por Austria- levantan barreras físicas e imponen rígidos controles.
Mientras tanto el Primer Ministro británico y el Presidente de Francia se reúnen en suelo galo para conmemorar otro aniversario de la batalla del Somme, la más sangrienta de la Primera Guerra Mundial. Pero la ansiedad de David Cameron está en el cercano referendo británico donde se resolverá si habrá Brexit (es decir que la isla abandone la Unión Europea). Por su parte Francois Hollande no puede entender esta “frivolidad” británica mientras Europa afronta el inmenso problema de los refugiados (la nueva invasión de los bárbaros parafraseando a Arturo Pérez Reverte) y una grave crisis económica a la vez.
Angela Merkel se juega su futuro político. Necesita convencer a Turquía que tome el papel de Grecia y contenga a centenares de millares de refugiados en su territorio a cambio de apoyo económico importante (€ 3.000 millones, para empezar) y la promesa de sacar del freezer el ingreso turco a la UE. Ankara no es fácil de convencer, ahora además envuelta en el conflicto bélico generalizado de Siria y su eterna lucha contra los separatistas kurdos.
Por primera vez, los integrantes de la UE no demuestran voluntad de asumir posiciones colectivas y en cambio privilegian soluciones nacionales. Como es evidente en los casos de Hungría, Austria, Eslovenia y Macedonia, por ejemplo,
La simultaneidad puede ser nefasta; si se diera el abandono británico de la organización, junto con un agravamiento de la crisis de los refugiados, la UE no quedará destruída, pero sí irremisiblemente dañada y con menor relevancia global.
La UE, con 500 millones de habitantes, puede absorber un millón de refugiados por año, debidamente repartidos entre los países miembros. Alemania sola, no puede.
Hay riesgo de varias divisiones. La primera es norte-sur, donde el esquema de Schengen (el grupo de naciones que aceptan a extranjeros en una de las naciones miembro y es suficiente para que transite por las demás), puede quedar anulado.
La segunda, también norte.-sur, es el futuro del euro. La moneda común tiene fuertes condicionantes en países como Grecia –en especial- pero también en Italia, España y Portugal.
La tercera es una nueva división oeste-este. Donde los gobiernos democráticos occidentales comienzan a tener dificultades con regímenes con tendencias autocríticas como en los Balcanes, herederos todos de años de dominación del modelo soviético.
Finalmente, el Brexit. Nadie se anima a pronosticar el resultado del referendo británico. Pero si el resultado es el sí, y –gran Bretaña abandona la UE, medidas similares podrían tomarse en Suecia o Dinamarca, por ejemplo.
Después de un lento proceso de integración de 60 años siempre hacia adelante, asoma ahora la posibilidad del retroceso.