Estados Unidos vive cada día más de prestado

En agosto, se contrajo el flujo de inversión privada externa en bonos y acciones. Amén de debilitar el dólar, eso aumenta la dependencia financiera estadounidense respecto de bancos centrales de Asia oriental y sudoriental.

20 octubre, 2004

Según un informe del departamento de Hacienda, difundido esta semana, el flujo neto de capitales exógenos retrocedió por sexto mes seguido. Esta vez, se redujo de US$ 63.000 millones en julio a 59.000 millones en agosto (-6,5%). Pero las inversiones privadas se derrumbaron de US$ 72.900 millones a 37.400 millones; es decir, 48,7%.

Para peor, la contracción no fue más acentuada sólo porque el financiamiento aportado los gobiernos de Asia-Pacífico –vía compras de deuda titulizada, o sea letras y bonos- pegó un salto fenomenal. Pasó de apenas US$ 6.100 millones en julio a 23.000 millones en agosto (¡277%!).

Washington no lo dice, pero –a juicio de varios bancos grandes- eso seguramente refleja discretas gestiones norteamericanas ante Japón, Taiwán, China, Surcorea, Malasia y Singapur. Irónicamente, EE.UU. había logrado que el Grupo de los 7 “exigiera” a Beijing dejar de comprar dólares para mantener barato el yüan y promover exportaciones al mercado estadounidense. También llama la atención que Tokio haya estado haciendo lo mismo desde 2002, aunque ahora no pueda mantener fácilmente el dólar a más de ¥ 110/112.

Sea como fuere, las nuevas estadísticas subrayan la dependencia norteamericana de las compras de papeles (o sea, deuda) por parte de cinco países asiáticos. “Sus bancos centrales evitan una caída desastrosa del dólar”, señala un informe de la consultora MG Financial Group. “La plaza internacional de bonos estadounidenses está en manos de ese quinteto”.

Eso se evidencia en el descenso de compras exógenas netas de deuda. También en agosto, el total cedió 35% respecto de julio y, en US$ 14.500 millones, el mínimo en once meses. Ello pese a compras de gobiernos, no sólo los asiáticos, por US$ 19.000 millones. En cuanto al sector privado, se observa conducta opuesta; en agosto vendió casi US$ 4.500 millones en letras y bonos.

Por consiguiente, las tenencias japonesas de papeles norteamericanos subieron US$ 26.000 millones ese mismo mes y suman US$ 722.000 millones, lo cual equivale a un déficit fiscal y medio. China añadió 5.000 millones y posee US$ 172.000 millones (una vez y media el PBI argentino).

La declinación de inversión privada externa refleja las crecientes inquietudes respecto de tres síntomas estructurales que exhibe EE.UU. A saber, déficit fiscal por US$ 420.000 millones (3,9% del PBI), endeudamiento global del gobierno por 7,385 billones(69% del PBI) y déficit comercial (6% del PBI, sólo en septiembre).

En materia de balanza comercial, los flujos financieros mensuales del exterior superaban –durante el primer semestre- en hasta 50% el rojo del intercambio. Pero, el mes pasado, apenas cubrían los US$ 54.200 millones de déficit. “Si estamos solventando nuestro desequilibrio en cuenta corriente gracias a algunos bancos centrales de afuera, la situación es muy endeble”, sostiene Stephen Roach, analista principal de Morgan Stanley. “Entonces, las presiones sobre China y su política cambiaria pueden ser un tiro por la culata”.

Por supuesto, la Casa Blanca y Wall Street creen que el asunto no es tan grave, mientras los superávit comerciales de Asia oriental y sudoriental –ligados al dólar caro que les censura Washington- sigan financiando los déficit norteamericanos. Pero “esta simbiosis malsana eventualmente tendrá un fin”, advierte Jeffrey Frenkel (Harvard). “El recurso da para uno, dos años. No para cinco ni diez, como parece creer el gobierno”, apunta Morris Goldstein (Instituto de Economía Internacional, Washington).

Obviamente, señalan ambos expertos, “si EE.UU. dependiese menos de financiamiento exógeno, chinos y japoneses podrían dejar de comprar nuestros bonos sin causar un colapso. Ahí sí el dólar podría perder paridad ante algunas monedas asiáticas, beneficiando nuestras exportaciones”. Mas eso “requiere que los norteamericanos eleven su tasa de ahorro personal, que ha ido contrayéndose de 11% en 1985 a apenas 1,5% este año. Con el rojo fiscal en 3,9% del PBI, el sector público no está justamente contribuyendo al ahorro interno”.

Roach teme que, tarde o temprano, haya una drástica caída de financiamiento público exógeno. Eso forzaría un duro ajuste económico y fiscal, con abrupta alza de tasas –las referenciales podrían dispararse sobre 5% anual- y desplome del dólar (a menos de ¥ 85, con euro en US$ 1,35 o más). Aun sin extrapolar el petróleo, semejante horizonte equivale a una estanflación.

Según un informe del departamento de Hacienda, difundido esta semana, el flujo neto de capitales exógenos retrocedió por sexto mes seguido. Esta vez, se redujo de US$ 63.000 millones en julio a 59.000 millones en agosto (-6,5%). Pero las inversiones privadas se derrumbaron de US$ 72.900 millones a 37.400 millones; es decir, 48,7%.

Para peor, la contracción no fue más acentuada sólo porque el financiamiento aportado los gobiernos de Asia-Pacífico –vía compras de deuda titulizada, o sea letras y bonos- pegó un salto fenomenal. Pasó de apenas US$ 6.100 millones en julio a 23.000 millones en agosto (¡277%!).

Washington no lo dice, pero –a juicio de varios bancos grandes- eso seguramente refleja discretas gestiones norteamericanas ante Japón, Taiwán, China, Surcorea, Malasia y Singapur. Irónicamente, EE.UU. había logrado que el Grupo de los 7 “exigiera” a Beijing dejar de comprar dólares para mantener barato el yüan y promover exportaciones al mercado estadounidense. También llama la atención que Tokio haya estado haciendo lo mismo desde 2002, aunque ahora no pueda mantener fácilmente el dólar a más de ¥ 110/112.

Sea como fuere, las nuevas estadísticas subrayan la dependencia norteamericana de las compras de papeles (o sea, deuda) por parte de cinco países asiáticos. “Sus bancos centrales evitan una caída desastrosa del dólar”, señala un informe de la consultora MG Financial Group. “La plaza internacional de bonos estadounidenses está en manos de ese quinteto”.

Eso se evidencia en el descenso de compras exógenas netas de deuda. También en agosto, el total cedió 35% respecto de julio y, en US$ 14.500 millones, el mínimo en once meses. Ello pese a compras de gobiernos, no sólo los asiáticos, por US$ 19.000 millones. En cuanto al sector privado, se observa conducta opuesta; en agosto vendió casi US$ 4.500 millones en letras y bonos.

Por consiguiente, las tenencias japonesas de papeles norteamericanos subieron US$ 26.000 millones ese mismo mes y suman US$ 722.000 millones, lo cual equivale a un déficit fiscal y medio. China añadió 5.000 millones y posee US$ 172.000 millones (una vez y media el PBI argentino).

La declinación de inversión privada externa refleja las crecientes inquietudes respecto de tres síntomas estructurales que exhibe EE.UU. A saber, déficit fiscal por US$ 420.000 millones (3,9% del PBI), endeudamiento global del gobierno por 7,385 billones(69% del PBI) y déficit comercial (6% del PBI, sólo en septiembre).

En materia de balanza comercial, los flujos financieros mensuales del exterior superaban –durante el primer semestre- en hasta 50% el rojo del intercambio. Pero, el mes pasado, apenas cubrían los US$ 54.200 millones de déficit. “Si estamos solventando nuestro desequilibrio en cuenta corriente gracias a algunos bancos centrales de afuera, la situación es muy endeble”, sostiene Stephen Roach, analista principal de Morgan Stanley. “Entonces, las presiones sobre China y su política cambiaria pueden ser un tiro por la culata”.

Por supuesto, la Casa Blanca y Wall Street creen que el asunto no es tan grave, mientras los superávit comerciales de Asia oriental y sudoriental –ligados al dólar caro que les censura Washington- sigan financiando los déficit norteamericanos. Pero “esta simbiosis malsana eventualmente tendrá un fin”, advierte Jeffrey Frenkel (Harvard). “El recurso da para uno, dos años. No para cinco ni diez, como parece creer el gobierno”, apunta Morris Goldstein (Instituto de Economía Internacional, Washington).

Obviamente, señalan ambos expertos, “si EE.UU. dependiese menos de financiamiento exógeno, chinos y japoneses podrían dejar de comprar nuestros bonos sin causar un colapso. Ahí sí el dólar podría perder paridad ante algunas monedas asiáticas, beneficiando nuestras exportaciones”. Mas eso “requiere que los norteamericanos eleven su tasa de ahorro personal, que ha ido contrayéndose de 11% en 1985 a apenas 1,5% este año. Con el rojo fiscal en 3,9% del PBI, el sector público no está justamente contribuyendo al ahorro interno”.

Roach teme que, tarde o temprano, haya una drástica caída de financiamiento público exógeno. Eso forzaría un duro ajuste económico y fiscal, con abrupta alza de tasas –las referenciales podrían dispararse sobre 5% anual- y desplome del dólar (a menos de ¥ 85, con euro en US$ 1,35 o más). Aun sin extrapolar el petróleo, semejante horizonte equivale a una estanflación.

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