La economía argentina experimenta un cambio de fase. Según el Indec, la actividad se redujo 0,1% en mayo, mientras que para junio se espera un leve incremento. El saldo del segundo trimestre sería un crecimiento en torno al 1%, lejos del 3,9% alcanzado en el tercer trimestre del año pasado y apenas la mitad de lo registrado en el último tramo de 2024.
No obstante, el nivel de actividad agregado se mantiene en valores elevados: 4,5% por encima de noviembre de 2023 y 7,3% superior al de un año atrás. El problema no es la magnitud del producto, sino la velocidad con que se mueve la economía.
Sectores en retroceso y sectores en expansión
El análisis sectorial revela diferencias marcadas. En mayo, siete de los diez principales sectores se contrajeron. La construcción registró la mayor caída, evidenciando la dependencia de la obra pública y del crédito.
En contraste, la intermediación financiera, el agro y la minería sostuvieron su expansión, consolidando el carácter dual de la economía. En cambio, la industria y los servicios de electricidad, gas y agua permanecen entre los sectores de bajo dinamismo.
Industria: dos realidades en un mismo sector
La heterogeneidad se profundiza en el entramado industrial. Ocho ramas retrocedieron en promedio un 10% respecto de noviembre de 2023. Entre ellas, productos de metal (-20%), minerales no metálicos (-15,8%) y textiles (-15,5%).
Otras ocho ramas lograron crecer, con un promedio de 3,7%. Destacan otros equipos de transporte (+13%), alimentos y bebidas (+5%) y sustancias y productos químicos (+3,7%). La divergencia expone la dificultad de gran parte de la industria para reacomodarse en el nuevo contexto competitivo.
El costo argentino como obstáculo
Un estudio reciente de la Fundación Mediterránea aporta una clave de interpretación: la competitividad estructural. El relevamiento de unos 80 insumos muestra que cerca de la mitad son más caros en Argentina que en países de referencia.
La comparación con Brasil resulta aún más desfavorable: seis de cada diez insumos cuestan más localmente. Esta brecha de precios limita la productividad y erosiona la capacidad exportadora, generando un círculo vicioso que restringe el potencial de crecimiento.
Una pausa que puede definir el ciclo
La actual desaceleración no equivale a un retroceso, pero marca una encrucijada. Tras la recuperación poscrisis, la economía enfrenta ahora el desafío de sostener la expansión sin que el freno se convierta en un nuevo declive.
La historia económica argentina es elocuente: los repuntes de corto plazo, cuando no se acompañan con mejoras en competitividad y correcciones estructurales, tienden a agotarse rápidamente. El amesetamiento actual plantea así una advertencia y, al mismo tiempo, una oportunidad para encarar reformas que permitan transformar un rebote transitorio en crecimiento sostenido.












