Es una guerra civil, reconoce ahora el Pentágono

Mientras Antony Blair insiste en que la invasión fue necesaria, los militares norteamericanos señalan que los últimos meses han sido los peores. Esto impulsó una acción en diputados para imponer un cronograma de retirada.

16 marzo, 2007

Tras casi cuatro años de violencia, terrorismo y choques de creciente intensidad, defensa admitió –por vez primera- que lo de Irak es una guerra civil. Mientras tanto, las bajas norteamericanas pasan de 3.200, aunque la cifra no es oficial.

Se trata de un informe trimestral que evalúe la estabilidad y la seguridad en la Mesopotamia. Su dictamen: la primera ya no existe y la segunda está definitivamente comprometida. Esto deja sin argumentos a George W.Bush, Richard Cheney y el gobierno de Bagdad. En su caso, sólo controla partes de la capital y la vecina provincia sunní de An’bar, pese a los 140.000 efectivos estadounidenses desplegados.

La cantidad de ataques y bajas trimestrales supera a todos los lapsos similares desde marzo de 2003. Entre los factores que apuntan a una guerra civil, el Pentágono subraya: endurecimiento de identidades religiosas, encapsulamiento kurdo en el noreste, violencia sectaria y desplazamiento de civiles. O sea, limpieza étnica y virtual despiece de un país inventado por Gran Bretaña en 1923.

Durante el lapso diciembre-febrero, perecieron 1.300 personas y Bagdad sufrió 45 ataques diarios. La orden de Bush para añadir 21.500 soldados (en realidad, 30.000), cuestionada en el congreso, es posterior al período del informe. Nadie toma en serio a los servicios iraquíes, según los cuales la violencia en Bagdad cedió 80% desde la puesta en marcha del “plan B” (14 de febrero).

El choque entre Bush y los representantes demócratas mayoritarios se acentuaba el jueves. La cámara baja votó el cronograma que prevé completar la evacuación en septiembre de 2008. El senado lo rechazó debido a una trampa reglamentaria, que exige un mínimo de sesenta votos (el resultado fue cincuenta a favor, 48 en contra). Las presiones de la Casa Blanca sobre los senadores fueron escandalosas, pues –si pasaba- la medida habría puesto a Bush al borde del desacato y el juicio político (tabú en las prácticas locales, como mostró el caso Richard Nixon).

En Londres, sin abandonar su “rictus sardonicus” el primer ministro británico se negó a pedir disculpas y sostuvo que la invasión de 2003 “era lo correcto”. Definiendo la guerra como un choque cultural –dislate de Samuel Huntington, pero no aplicado a Irak-, Blair continúa dejando sin posibilidades electorales a su rival interno, Gordon Brown, demasiado débil para obligarlo a renunciar ya. Horas antes, Blair había conseguido que los diputados apoyasen un rearme nuclear demasiado costoso para una potencia de tercer orden.

Tras casi cuatro años de violencia, terrorismo y choques de creciente intensidad, defensa admitió –por vez primera- que lo de Irak es una guerra civil. Mientras tanto, las bajas norteamericanas pasan de 3.200, aunque la cifra no es oficial.

Se trata de un informe trimestral que evalúe la estabilidad y la seguridad en la Mesopotamia. Su dictamen: la primera ya no existe y la segunda está definitivamente comprometida. Esto deja sin argumentos a George W.Bush, Richard Cheney y el gobierno de Bagdad. En su caso, sólo controla partes de la capital y la vecina provincia sunní de An’bar, pese a los 140.000 efectivos estadounidenses desplegados.

La cantidad de ataques y bajas trimestrales supera a todos los lapsos similares desde marzo de 2003. Entre los factores que apuntan a una guerra civil, el Pentágono subraya: endurecimiento de identidades religiosas, encapsulamiento kurdo en el noreste, violencia sectaria y desplazamiento de civiles. O sea, limpieza étnica y virtual despiece de un país inventado por Gran Bretaña en 1923.

Durante el lapso diciembre-febrero, perecieron 1.300 personas y Bagdad sufrió 45 ataques diarios. La orden de Bush para añadir 21.500 soldados (en realidad, 30.000), cuestionada en el congreso, es posterior al período del informe. Nadie toma en serio a los servicios iraquíes, según los cuales la violencia en Bagdad cedió 80% desde la puesta en marcha del “plan B” (14 de febrero).

El choque entre Bush y los representantes demócratas mayoritarios se acentuaba el jueves. La cámara baja votó el cronograma que prevé completar la evacuación en septiembre de 2008. El senado lo rechazó debido a una trampa reglamentaria, que exige un mínimo de sesenta votos (el resultado fue cincuenta a favor, 48 en contra). Las presiones de la Casa Blanca sobre los senadores fueron escandalosas, pues –si pasaba- la medida habría puesto a Bush al borde del desacato y el juicio político (tabú en las prácticas locales, como mostró el caso Richard Nixon).

En Londres, sin abandonar su “rictus sardonicus” el primer ministro británico se negó a pedir disculpas y sostuvo que la invasión de 2003 “era lo correcto”. Definiendo la guerra como un choque cultural –dislate de Samuel Huntington, pero no aplicado a Irak-, Blair continúa dejando sin posibilidades electorales a su rival interno, Gordon Brown, demasiado débil para obligarlo a renunciar ya. Horas antes, Blair había conseguido que los diputados apoyasen un rearme nuclear demasiado costoso para una potencia de tercer orden.

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