¿Es que desperdiciaremos una nueva oportunidad?

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El “lastre” que genera la mirada cortoplacista y, muchas veces, populista de parte de la coalición de gobierno puede hacer que volvamos a perder la oportunidad del superciclo de commodities.

Los datos de actividad de 2020 resultaron un poco mejores que los proyectados hace unos meses atrás. Las menores restricciones a la movilidad y el salto en el precio de las materias primas ayudan a explicar ese desempeño. La Argentina sufrió la segunda caída más profunda del PIB en 2020, sólo superada por Perú.

A su vez, se observa que, a finales del año pasado, el PIB de nuestro país todavía se encontraba 3% por debajo del nivel alcanzado en diciembre de 2019, desempeño similar al de Colombia y México y algo peor al de Brasil, Chile y Perú, que ya habían vuelto al mismo nivel de finales de 2019.

En suma, enorme y vertiginosa caída (en un rango entre 40% en Perú y 13% en Brasil, en el peor mes) y recuperación igual de grande y vertiginosa. Ese desempeño lleva a efectos arrastre para 2021 muy altos, sobre todo en los casos de Perú, Chile, Colombia y Argentina.

En nuestro país hay varios sucesos recientes que ayudaron a descomprimir una situación financiera y económica complicada, permitiendo una reducción en la brecha cambiaria.

– Mejora apreciable en el flujo de exportaciones a partir de la consolidación de precios internacionales excepcionales y la mejora en las lluvias que disipó un efecto negativo sobre la cosecha por el verano muy seco.

– La posibilidad de que la ampliación del capital del FMI aporte unos US$ 3500 millones de libre disponibilidad.

– La menor emisión del BCRA para el Tesoro, al reducirse el déficit fiscal primario de 2020 (6.5% del PIB vs 8.1% proyectado en el presupuesto 2021) y colocarse algo más de deuda en el mercado local. Esta tendencia ha continuado en los dos primeros meses del año.

La mejora en la recaudación como consecuencia de la normalización de la actividad y las subas de impuestos aprobadas a finales de 2019. Algo más aportará seguramente la Contribución para las Grandes Fortunas.

Sin embargo, el huracán de cola es en alguna medida compensado por el “lastre” que genera la mirada cortoplacista y muchas veces populista de varios integrantes de la coalición de gobierno. En lugar de aprovechar que la fortuna ayuda a hacer menos dolorosas las correcciones que necesariamente deben encararse, el gobierno parece más inclinado a demorar el acuerdo con el FMI. Sin embargo, si se presta atención a los vencimientos con el FMI durante 2022 y 2023 (algo más de US$ 18.000 millones por año) es evidente que, si se quiere evitar el default con el organismo, es necesario firmar un nuevo acuerdo que permita postergar los pagos del anterior.

Demorar la negociación no parece generar nada positivo para la economía argentina, pero seguramente sí para los intereses políticos de la coalición. Lo mismo puede decirse de las contrarreformas impositivas, dando carta blanca a las provincias para que aumenten ingresos brutos, que es el impuesto más antiexportador después de las retenciones, o bajando el impuesto a las ganancias para familias de clase media alta que eventualmente se compensaría aumentando el impuesto a la inversión.

Populismo de mirada muy corta, además de regresivo. En el mismo sentido aparecen las propuestas de aumentos tarifarios muy por debajo de la inflación proyectada o desacelerar el ritmo de depreciación del tipo de cambio oficial, a menos que éste se acompañe por una reducción del déficit primario mayor a la proyectada en el presupuesto y ello permita un ritmo de emisión consistente con la menor depreciación.

La Argentina se benefició en las últimas dos décadas de dos ciclos de super commodities. El primero se desperdició aumentando el gasto corriente del Estado (boom de empleados públicos, de jubilaciones sin aporte y de subsidios a la energía y al transporte que, sumados, representan más de 10% del PIB de mayor gasto anual) con poco aporte de la inversión.

Cuando se terminó la suerte se paralizó la actividad y andamos a los tumbos desde entonces. Ahora tenemos una segunda oportunidad de dar un salto ¿el pesado lastre de la ideología mercantilista y estatista nos permitirá concretarlo? Parece difícil.

(*) Economista de FIEL.

 

 

 

 

 

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