Es la tecnología, estúpido

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El problema de fondo entre Estados Unidos y China  no es comercial, es por el dominio tecnológico.

Comenzaron en Washington las conversaciones entre China y Estados Unidos con un telón de fondo de tensiones en lenta ebullición. La semana se inició con la presentación, por parte del gobierno norteamericano, de una demanda penal contra Huawei, la empresa que fabrica equipos de telecomunicaciones y la hija de su fundador, Meng Wanzhou. Pero se estima que esas dos acusaciones son apenas el comienzo.  

Steven Mnuchin, secretario del Tesoro norteamericano, declaró el martes que no se deben confundir los cargos con las negociaciones de alto nivel. Pero el grupo tecnológico chino, que   — como Meng – niega las acusaciones, se ha convertido en el emblema de los temores de Washington sobre China: es la viva imagen de la amenaza que representa para el dominio tecnológico de Estados Unidos. 

El problema de fondo no es comercial, es tecnológico. Se trata de una batalla entre las dos economías más grandes del mundo por el dominio de la tecnología del futuro, con todo lo que eso implica.

Los funcionarios norteamericanos afirman, desde hace mucho tiempo, que Huawei tiene lazos con las fuerzas armadas chinas. Las nuevas acusaciones de espionaje empresarial, están relacionadas con los supuestos intentos chinos de robar la tecnología que usa T-Mobile, uno de sus socios comerciales norteamericanos.

Pero la guerra tecnológica no plantea solamente robo de secretos empresariales. Ha puesto el foco en la forma en que el estado chino compra toda la tecnología foránea que puede sin tropezar con controles nacionales de seguridad. El diario Financial Times – que encargó una investigación profunda sobre cómo hace China para disponer de tecnología de última generación – explica que inversores chinos, respaldados por el Estado, lograron comprar tecnología europea de última generación y llevarla a China. Cita por caso la silenciosa compra de Silex (importante fabricante global de semiconductores) por parte de una start-up china llama NavTech.

La compra permitió a NavTech tener la tecnología necesaria para construir su propia fundición en Beijing, financiada por el fondo estatal de semiconductores.

Sin embargo, admite otro columnista del mismo Financial Times, eso no hay pruebas contundentes de que haya sido así. La complejidad de la operación arroja dudas sobre la capacidad de la Unión Europea para para analizar las distintos movimientos de dinero que conforman un verdadero plato de fideos todos enredados para proteger tecnología.

Pero, en resumidas cuentas, la acusación de base es que Huawei ayuda a China a espiar. Eso crea una hostilidad hacia China que, según Martin Wolf en el Financial Times, podría ser mucho más peligrosa que la Guerra Fría.

Si las conversaciones de esta semana no salen bien, ambas partes tratarán llegar a un acuerdo para el 1 de marzo. Después de esa fecha, Donald Trump ha dicho que duplicará los aranceles punitivos que actualmente alcanzan a la mitad de todas las exportaciones chinas a Estados Unidos.

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