Entre lo teórico y lo real

Mientras el gobierno y la UIA debaten, el éxodo de empresas argentinas a Brasil muestra dos realidades. Para los que se van, es una cuestión de supervivencia. Y para ciertas consultoras, una oportunidad. Por Pablo Píparo

4 febrero, 2000

Del éxodo de empresas argentinas a Brasil comenzó a hablarse con inquietud a fines del año pasado, cuando el gobierno aliancista hacía sus primeras armas.
Una vez que el traslado quedó de manifiesto llegó la hora de las cifras, los balances y las estadísticas.

Es claro que los sectores más afectados por la emigración fabril son el automotor –con corazón en Córdoba–, el textil, el del calzado, el de las empresas alimentarias y el de la maquinaria agrícola. Diversos estudios indican que se han perdido alrededor de 10.000 puestos de trabajo como consecuencia de la movida de las empresas, que partieron en busca de las exenciones fiscales y las ventajas competitivas que ofrece un real devaluado.

A medida que se pasaba revista al estado de las cosas comenzaron a escucharse los primeros comentarios. Alejandro Mayoral, asesor de la Unión Industrial Argentina, dijo que el gobierno, sin comprometer su política fiscal, podía introducir una serie de medidas homeopáticas, como bajar las tarifas de las maquinarias importadas, ofreciendo diversos incentivos para quienes logren estándares de calidad o de cuidado del medio ambiente.

La secretaria de Industria y Comercio, Débora Giorgi, afirmó que la coyuntura ameritaba un replanteo de las reglas del Mercosur.

El presidente De la Rúa se comprometió a detener la mudanza industrial: “No quiero que eso pase más y nos se trata sólo de un deseo; vamos a crear las condiciones para que ello (el éxodo) no ocurra”, dijo.

Se debatieron formas y modos de evitar que los empresarios busquen la protección del sol brasileño o de procurar que una política industrial o cambiaria atractiva los devuelva al frío del sur.

En medio del vaivén de traslados y opiniones, inclusive, el jefe de asesores del Ministerio de Economía, Pablo Gerchunoff, dijo en la última semana de enero al diario Página/12 que son “muy pocas las empresas que se están yendo”. Y agregó que, para que regresen, se estudiaba un “aumento de los reembolsos a las exportaciones con mayor valor agregado”.

Mientras tanto, en los pliegues del real-dólar-peso-ventajas comparativas hay movimientos.

La agencia DyN informó el jueves 3 que “el éxodo de las empresas argentinas a Brasil ha generado un mercado de consultoras locales especializadas en gestionar para las firmas interesadas los trámites necesarios para la radicación, obtención de promociones fiscales y créditos de parte de los gobiernos estaduales del país vecino”.

La tarea de las consultoras consiste en reunir empresarios nacionales y contactarlos con representantes de cada estado brasileño, lugar de la potencial radicación, para iniciar la planificación de las actividades comerciales.

Luego se agrega el testimonio del propietario de una Pyme argentina especializada en automatización. La consultora le proponía viajar y reunirlo con el gobernador del Estado de Paraiba, José Maranao. También le ofrecieron galpones, terrenos fiscales y créditos.

Es sólo un ejemplo en el que se reflejan las diferentes políticas industriales, los efectos del tipo de cambio y la necesidad de las empresas de optimizar sus beneficios. Es la punta de un iceberg en el que sólo se observa lo elocuente, lo que surge desde la superficie. Debajo del agua se oculta la esencia del mecanismo expresado claramente por las consultoras: la dinámica del mercado.

Donde un régimen industrial falla o se ausenta, hay un movimiento para evitar esos baches. Donde surge una carencia, también se vislumbra una oportunidad. Ningún espacio queda vacío. Y aquel que no lo llene una política de Estado, será llenado por la política de otro.

Alguna vez, el ex presidente de Estados Unidos John F. Kennedy, dijo: “Cuando la palabra crisis se escribe en chino, se compone de dos caracteres. Uno representa peligro y el otro, oportunidad”.

En la Argentina del 2000 hay quienes releen al jefe de Estado asesinado en Dallas.

Del éxodo de empresas argentinas a Brasil comenzó a hablarse con inquietud a fines del año pasado, cuando el gobierno aliancista hacía sus primeras armas.
Una vez que el traslado quedó de manifiesto llegó la hora de las cifras, los balances y las estadísticas.

Es claro que los sectores más afectados por la emigración fabril son el automotor –con corazón en Córdoba–, el textil, el del calzado, el de las empresas alimentarias y el de la maquinaria agrícola. Diversos estudios indican que se han perdido alrededor de 10.000 puestos de trabajo como consecuencia de la movida de las empresas, que partieron en busca de las exenciones fiscales y las ventajas competitivas que ofrece un real devaluado.

A medida que se pasaba revista al estado de las cosas comenzaron a escucharse los primeros comentarios. Alejandro Mayoral, asesor de la Unión Industrial Argentina, dijo que el gobierno, sin comprometer su política fiscal, podía introducir una serie de medidas homeopáticas, como bajar las tarifas de las maquinarias importadas, ofreciendo diversos incentivos para quienes logren estándares de calidad o de cuidado del medio ambiente.

La secretaria de Industria y Comercio, Débora Giorgi, afirmó que la coyuntura ameritaba un replanteo de las reglas del Mercosur.

El presidente De la Rúa se comprometió a detener la mudanza industrial: “No quiero que eso pase más y nos se trata sólo de un deseo; vamos a crear las condiciones para que ello (el éxodo) no ocurra”, dijo.

Se debatieron formas y modos de evitar que los empresarios busquen la protección del sol brasileño o de procurar que una política industrial o cambiaria atractiva los devuelva al frío del sur.

En medio del vaivén de traslados y opiniones, inclusive, el jefe de asesores del Ministerio de Economía, Pablo Gerchunoff, dijo en la última semana de enero al diario Página/12 que son “muy pocas las empresas que se están yendo”. Y agregó que, para que regresen, se estudiaba un “aumento de los reembolsos a las exportaciones con mayor valor agregado”.

Mientras tanto, en los pliegues del real-dólar-peso-ventajas comparativas hay movimientos.

La agencia DyN informó el jueves 3 que “el éxodo de las empresas argentinas a Brasil ha generado un mercado de consultoras locales especializadas en gestionar para las firmas interesadas los trámites necesarios para la radicación, obtención de promociones fiscales y créditos de parte de los gobiernos estaduales del país vecino”.

La tarea de las consultoras consiste en reunir empresarios nacionales y contactarlos con representantes de cada estado brasileño, lugar de la potencial radicación, para iniciar la planificación de las actividades comerciales.

Luego se agrega el testimonio del propietario de una Pyme argentina especializada en automatización. La consultora le proponía viajar y reunirlo con el gobernador del Estado de Paraiba, José Maranao. También le ofrecieron galpones, terrenos fiscales y créditos.

Es sólo un ejemplo en el que se reflejan las diferentes políticas industriales, los efectos del tipo de cambio y la necesidad de las empresas de optimizar sus beneficios. Es la punta de un iceberg en el que sólo se observa lo elocuente, lo que surge desde la superficie. Debajo del agua se oculta la esencia del mecanismo expresado claramente por las consultoras: la dinámica del mercado.

Donde un régimen industrial falla o se ausenta, hay un movimiento para evitar esos baches. Donde surge una carencia, también se vislumbra una oportunidad. Ningún espacio queda vacío. Y aquel que no lo llene una política de Estado, será llenado por la política de otro.

Alguna vez, el ex presidente de Estados Unidos John F. Kennedy, dijo: “Cuando la palabra crisis se escribe en chino, se compone de dos caracteres. Uno representa peligro y el otro, oportunidad”.

En la Argentina del 2000 hay quienes releen al jefe de Estado asesinado en Dallas.

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