<p>En verdad, ya casi nadie alberga la esperanza de que Bashar y sus parientes puedan o quieran reformar la brutal presidencia vitalicia creada en 1970 por su padre Hafez y legada al hijo en 2000. Miles de soldados, civiles y hasta niños masacrados durante meses les han cerrado las puertas a transacciones viables.<br />
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Una primera salida sería continuar matando a rebeldes y sus familias. Eso intentaron los Ghadafi. Al ra’is lo detuvo la Organización del Tratado Noratlántico, pero –como Asad lo sabe bien- las potencias occidentales no le harán la guerra. Mientras, cada vez que se aplican nuevas sanciones el presidente y sus hermanos recrudecen las masacres.<br />
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No obstante, la familia sabe que la represión por sí sola no puede mantenerse indefinidamente. Una peculiaridad del Islam es el fatalismo y eso fomenta la creciente violencia en ambos bandos. Paralelamente, la Liga Árabe y muchos países están entregando armas y pertrechos a los insurrectos. Los escasos aliados de Siria (China, Rusia, Irán) no parecen dispuestos a llegar, por ejemplo, a enviar voluntarios.<br />
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Otra salida es negociar, pero ¿con quiénes? La oposición comprende un conjunto de facciones tan fluido como no coordinado. Su única causa en común es acabar con la familia Asad. Una tercera opción es tratar con los de afuera, vale decir la Liga Árabe, la Unión Europea, China y Rusia. A cambio, Asad podrá asegurar –mediante esa mediación múltiple- reformas políticas que involucren compartir el poder en Damasco.<br />
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Por supuesto, carece de sentido esperar que esos negociadores no vayan a plantear sólidas garantías. Además, el dictador sabe que ceder algo de poder implica perderlo todo, como le sucedió a Hosni Mubarak.<br />
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Ahora bien, ¿se preguntarán los Asad si, habiendo sabido adónde lo llevó la intransigencia del caudillo libio, mantendrán la suya hasta el fin? Por cierto al fin parte de los Ghadafi buscaba una tregua con desesperación, pero era demasiado tarde. Tampoco pueden los sirios emular la cautela de otro ex presidente vitalicio, el yemení Abdul’lá Alí Saleh.<br />
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Entretanto, la familia Asad tiene hoy un problema nuevo: ¿adónde escapar? En la UE aguarda la corte internacional de La Haya. Al otro extremo del abanico, esperan exilios en Irán, Rusia o China. Otro dilema es quiénes subirán al avión. El hermano más fuerte de Bashar maneja el aparato represivo y la hermana es una especie de Pasionaria que pide más sangre. Este tipo de problemas fogonea un rumor: si la familia presidencial resuelve huir, sus propios allegados se lo impedirán: o se salvan o caen todos.</p>
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En Siria, se agota el tiempo del clan Asad
En varios sentidos, el dilema de fondo no es cómo frenar el baño de sangre sirio. Al igual que en Libia, la clave reside en el destino personal de Bashar al-Asad, cuya terquedad lo pone al nivel del difunto caudillo Muammar Ghadafi.