<p>El último ladrillo en la pared heterodoxa es este paquete por US$ 300.000 millones para evitar un colapso en dos hipotecarias paraestatales, Fannie Mae y Freddie Mac, resuelto con llamativa prisa por el senado este fin de semana. Dato sugestivo: lo apoyaban ambos candidatos, Barack Obama y John McCain.</p>
<p>En suma, el gobierno federal y varios estados se mueven para intervenir en tres segmentos económicos: crisis hipotecaria, crisis financiera y alza de precios (combustibles, alimentos). Como apunta Jeffrey Sachs, “también existe la tentación de salvar a Detroit y sus ejecutivos incompetentes, tras el desastroso trimestral de Ford Motor”.</p>
<p>Esta clase de medidas e ideas van contra todo lo que encarnaba la “revolución conservadora” de Ronald Reagan, Milton Friedman, Paul Volcker y otros adalides del monetarismo neoclásico. En cierto modo, hay una lógica: para afrontar crisis similares a las de los años 30, apelar a recursos típicos de Franklin D. Roosevelt. Pero para eso hace falta un John Maynard Keynes, mala palabra en Wall Street.</p>
<p>En un plano menos elevado, la Reserva Federal asigna fondos de los contribuyentes para impedir el cierre de Bear Stearns (no su malventa de JP Morgan Chase), pone interventores en bancas y se lanza a supervisar compañías como Fannie o Freddie, función poco compatible con la autoridad monetaria. De alguna manera, aplica recetas keynesianas con mentalidad neoclásica.</p>
<p>Este tipo de contradicciones fue anticipado por John K.Galbraith: “los mercados exigen total libertad cuando marchan bien, pero se vuelven al estado en tiempos de crisis”. A partir de este axioma, James Tobin propuso hace veinte años una tasa global sobre las transacciones derivativas. Esta idea fue demonizada por Anne Krueger, George Calomiris, Allan Meltzer y otros partidarios de la “quiebra soberana”, pero para países periféricos.</p>
<p>Alan Blinder, ex vicepresidente de la RF, es muy claro al respecto. A su criterio, “cada vez menos gente cree que los mercados de riesgo son una panacea universal. Son imaginativos, verdad, pero proclives a tendencias extrañas y peligrosas”. El maridaje entre especulación a término y alza de rubros primarios (hidrocarburos, alimentos) apunta en esa dirección.</p>
<p>En ese contexto, la campaña electoral norteamericana acentúa la resistencia pública al fundamentalismo de mercado. Recientes sondeos revelan que 53 a 56% de personas exigen que el gobierno federal haga más para resolver las crisis en curso. Esto pesa en términos de votos. Por otra parte, hoy McCain parece más activista que Obama y, al sugerir que rescataría a Ford o General Motors, echa por tierra viejas ortodoxias.</p>
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En pleno clima electoral, Bush deja la ortodoxia de mercado
La doble crisis (hipotecas, iliquidez) se combina con la campaña presidencial y presiona para aumentar regulaciones y rescates financieros. Los monetaristas, puros o no tanto, empiezan a inquietarse.