La coalición que gobierna Malasia desde 1957 superó revueltas raciales, un idilio breve y tormentoso con Singapur y un levantamiento comunista hasta colocar al país como una de las grandes historias de éxito del mundo en desarrollo. Pero ahora, en el año número 56 en el poder desde su independencia de Gran Bretaña, parecía estar a punto de estrellarse contra las rocas. El 5 de mayo — ayer – los malayos votaban un nuevo parlamento y parecía que por primera vez existía la posibilidad de que ganara una coalición conducida por Anwar Ibrahim, un carismático reformista que hizo de la lucha contra la corrupción su caballo de batalla.
Era elección la primera cuyo resultado no se conocía de antemano, según expresó Clive Kessler de la Universidad de Nueva Gales del Sur. A pesar del crecimiento económico experimentado hasta la fecha, al gobierno lo acosaban la percepción de corrupción y los crecientes pedidos de mayor democracia y transparencia. Todo eso dio a la oposición la posibilidad de hacer un verdadero desafío. El gobierno respondió a los reclamos con algunas reformas políticas que, a la luz de los resultados en las urnas, parecen haber sido suficientes.
El Barisan Nasional (BN, Frente Nacional), coalición del primer ministro saliente Najib Razak, se hizo con 133 de los 222 escaños del Parlamento, frente a los 85 que consiguió el Pakatan Rakyat (PR, Pacto Popular) de Anwar Ibrahim.
Anwar Ibrahim rechazó inmediatamente estos resultados. “Estas elecciones están manchadas de fraude y la comisión electoral falló”, declaró a la prensa. “Se perdieron entre 20 y 30 escaños con mayorías muy débiles. Nos planteamos cualquier recurso judicial posible”, añadió.
Una sociedad en proceso de cambio
La oposición al gobierno actual se venía fortaleciendo desde hacía tiempo. La clase media y la juventud comenzaron a hacer notar su insatisfacción ante la falta de respuesta del gobierno a los cambios producidos en la sociedad. En 2008 esa oposición hizo historia al conseguir un tercio de las bancas disponibles y al ganar cinco de los trece distritos electorales del país, su mejor resultado conseguido desde el nacimiento del país.
Penang, un floreciente centro en turismo y electrónica en el noroeste, fue una de las cinco regiones ganadas y el viernes en Georgetown –una de sus principales ciudades–í se congregaron miles de personas el viernes pasado para escuchar a los dirigentes del partido Acción Democrática, clave componente de la oposición. Lim Guan Eng, el líder del partido y candidato a ministro si ganaba la oposición, dijo que en esta ocasión la oposición podía ganar. “La gente está harta de corrupción y quiere cambio. En Penang demostramos que podemos gobernar”.
Malasia ha sido, en términos generales, un país políticamente estable desde 1969, cuando revueltas raciales significaron la muerte de 1,000 personas, en su mayoría chino-malayos. Pero las manifestaciones de 2011 y 2012 en reclamo de cambios en el sistema electoral nacional terminaron con una represión policial con camiones hidrates y gases lacrimógenos en el corazón de Kuala Lampur, la ciudad más grande del país. La campaña de este año estuvo minada por denuncias de intimidación y explosiones misteriosas. Con las denuncias de fraude por parte de la oposición no se descarta que pueda haber violencia en los próximos días.