<p>Su proyecto no incluye destituir al jefe supremo, el conservador Alí Jameneí, sino empezar anulando las elecciones fraudulentas. Ex presidente en 1989/97, Rafsandyaní es uno de los dos dirigentes más poderoso del país; el otro es Jamenéi, cuyo instrumento civil es el presidente Majmud Ahmadinedyad. Su rival, claro, opera vía Mir Hoséin Musaví, el candidato “derrotado”.</p>
<p>Rafsandyaní dirige un cuerpo colegiado con sede en Qom, la asamblea de sabios (no “asesores”, como suele traducirse). Este grupo nombra y puede destituir al líder supremo. Pero sería un acto extremo, capaz de desatar una guerra civil: Jameneí es, según la constitución teocrática de 1980, “vicario de Alá en la Tierra”, vale decir, sumo pontífice.</p>
<p>Baste imaginar qué sucedería si, en Roma, el papa fuese depuesto por el colegio cardenalicio o el sínodo episcopal. Si esto no ha sido notado por tantos analistas occidentales es porque (1) la “constitución” católica romana data del siglo V, (2) las instituciones iraníes tienen apenas 29 años, pero (3) Roma no tiene 70 millones de habitantes, petróleo ni plan nuclear. Como preguntaba José Stalin, ¿dónde están las divisiones del papa?</p>
<p>En otras palabras, esta teocracia tan joven es tan vulnerable a las ambiciones humanas que su actual líder supremo se dejó tentar por un vulgar fraude electoral. Semejante acto no puede reclamar origen divino ni infalibilidad. En cierto sentido, la situación recuerda la existencia de papas y antipapas, de Roma y Aviñón: los pontífices eran meros operadores del emperador germánico y el rey francés: el cisma de occidente llevó a la Reforma.</p>
<p>En Qom, Jameneí no tiene muchos simpatizantes. Con el imán Ruhollah Jomeiní como primer presidente (hasta fallecer en 1989), Jameneí era vice, pero el sucesor “in pectore” era el ayatolá Alí Montazerí. Pero éste denunció torturas a presos políticos –como en Roma bajo Pío VI- y, desde 1987, vive recluido en la ciudad santa. Entretanto, fuera de sus muros, el sistema de 1980 de fractura y el presidente se debate entre gestos casi circenses e impotencia.<br />
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En Irán, los conservadores pierden apoyo social
En esta fase de la gris, los disidentes cifran esperanzas no ya en Teherán, sino en Qom, la ciudadela shiita, y en uno de sus habitantes: el ayatolá Alí Hashemí Rafsandyaní. Le atribuyen un borrador de propuesta para salir del impasse.