<p>“El frente conservador se ha quebrado. Las diferencias entre el guía y el presidente son inocultables”, coinciden varios analistas en Teherán, Bagdad, Beirut y Estambul. “Los medios norteamericanos, europeos e israelíes siguen aferrados a la idea de un Irán controlado por los mullah, como si fuese Afganistán pero en versión shiita”, apuntan en Damasco.<br />
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Pero, entretanto, en Teherán se habla de “golpe de los pasdarán”, el ejército paralelo creado en 1980 por el imán Ruhollah Jomeiní, ya difunto y sin sucesor carismático. En los últimos días, el presidente echó al jefe de inteligencia y nombró vice a un pariente suyo, pese a la pública oposición de Jamenei. <br />
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Paralelamente, la ferocidad en la represión de las crecientes protestas indujo a una mayoría de parlamentarios (210 sobre 290, casi todos conservadores) a poner en guardia a Ahmadineyad.<br />
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Temen que tantos excesos pongan en peligro el régimen entero. En el plano religioso, apenas dos de los nueve grandes ayatollahás han aprobado la lista de nombramientos presidenciales. Luego los siete objetores censuraron torturas, asesinatos y violencia contra civiles. De paso, emitieron un humillante voto de desconfianza a Jamenei, que los pone tan lejos del guía como del presidente.<br />
“Esto no es un golpe de estado, sino la fase final en la toma del poder por los pasdarán y la antesala de un régimen más inestable y despiadado”. Así señala Frédéric Tellier, del grupo internacional para crisis (París). En efecto, “los guardias irregulares controlan ya puertos, aeropuertos, hidrocarburos, tráficos lícitos e ilícitos. Por ejemplo el de opiáceos, en alianza con talibán afganos”. Salvo la energía atómica, en manos del ejército regular, los pasdarán manejan 60% del producto bruto interno, revela el economista persa Sa’id Lailaz. Aporta un detalle clave: “los guardias no son ideólogos shiitas y sólo les importa el poder. Igual que el presidente”.</p>
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En Irán aparece un claro disenso fundamentalista
Arrecia la lucha por el poder entre los pasdarán (guardias revolucionarios) y el guía supremo. En otras palabras, chocan el presidente Mahmud Ahmadineyad desprestigiado por el fraude- y el ayatollah Alí Jameneí, golpeado por el disenso religioso.