<p>Nuevamente, el cabildeo de los bancos anglosajones pudo más. Ahora intenta disimularse el fracaso vía un “conjunto común de orientaciones”, cifradas en la crisis de la Unión Europea. Sin sonrojarse, ministros financieros y presidentes de emisores cerraron una especie de reunión social en Surcorea con una simple declaración: “cada gobierno tendrá en cuenta circunstancias y opciones”. <br />
<br />
Esta salida de compromiso, inspirada por el muy conservador canadiense James Flaherty, permite eludir la tasa Tobin a países que han sido poco golpeados por la crisis sistémica de 2007/9. El objeto real es impedir que Estados Unidos o la Eurozona insistan en aquella gabela, tabú para los poderosos bancos privados alemanes y anglosajones que manejaron las deliberaciones entre bambalinas.<br />
<br />
“En un mundo ideal, esa tasa sería buena, pero hoy es imposible de aplicar” salieron a sostener varias bancas y firmas de valores en Tokio, Hongkong, Londres, Singapur, etc. “Subsisten demasiados obstáculos” apuntaba Axel Weber, ultraortodoxo jefe del Bundesbank germano.<br />
<br />
Teóricamente, el frustrado gravamen deja lugar a “pautas más estrictas en materia de capitales bancarios, una forma –supone el comunicado final- de disciplinamiento más practicable”. A juicio de Nomura Securities, por ejemplo, “un gravamen como el planteado significaría costos adicionales, menos expansión de negocios y menos expansión de créditos”. Lo mismo afirma Flaherty, un neoclásico modelo Chicago.<br />
<br />
En otras palabras, el G-20 se pliega a los argumentos de la banca privada. Esto implica un potencial corolario: el sistema puede correr riesgos similares a los de la reciente crisis sistémica que, como muestra el caso húngaro, sólo ha mutado sin agotarse. Pero los emergentes presionarán ahora sobre el Fondo Monetario Internacional para replantear la tasa Tobin. <br />
<br />
</p>
Emergentes: el grupo de los 20 cedió ante los banqueros
Acaudillados por Brasil, Argentina, Sudáfrica e India, los partidarios de una tasa Tobin fueron frustrados por las economías centrales. La idea era un gravamen al negocio financiero: los rescates deben pagarlos los banqueros, no los contribuyentes.