El yuan entró al club de las súper monedas, pero la deuda crece

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El fondo Monetario Internacional, con Christine Lagarde a la cabeza, acaba de conceder al yuan el estatus de divisa internacional de reserva. Se une así al club del dólar, euro, yen y libra esterlina. Es el símbolo del poder de China, pero la súper potencia tiene graves problemas de crecimiento y de deuda.

Según el Banco de Pagos Internacionales los niveles de deuda del país han entrado en zona de peligro: tres veces más del nivel seguro. Mucho más alta de lo que pudieron acumular jamás Gran Bretaña, Estados Unidos e incluso mucho más alta que los niveles de préstamos de Japón en los 80.Japón.

Esta última comparación con Japón sirve para recordar que las crisis económicas son peores no cuando explotan sino cuando corroen disolviendo la prosperidad tan lentamente que a nadie le parece adecuado intervenir.

 

En la década del 80 los precios de las propiedades japonesas se mantuvieron inflados durante más tiempo del que se esperaba. Hacia finales de la década todos se preguntaban si Tokio habría encontrado la fórmula secreta para la prosperidad permanente.

 

Luego, en 1990 la bolsa de valores colapsó y en seguida cayó el mercado inmobiliario. Fue ahí cuando se sintió el verdadero daño. Las malas deudas que dejaron aquellos activos deteriorados reventaron. Ocho años se hizo esperar el rescate a los bancos. El país sigue todavía arrastrando esa caída.

 

Según Ed Conway, editor de la sección economía de Sky News, China está en las etapas iniciales de ese mismo ciclo.  Aunque las estadísticas oficiales dicen que el crecimiento económico ha caído de 15% en 2011 a  6,7% hoy, los cálculos no oficiales colocan el crecimiento actual en 3%.   

 

Un estudio reciente de la Said Business School de Oxford afirma que “lejos de ser un motor de crecimiento económico, las enormes inversiones en infraestructura no logran generar un retorno positivo frente al riesgo”.

En la base hay un problema que siempre acosó a China: controlar un país de semejantes dimensiones es prácticamente imposible. Es difícil lograr que los gobernadores provinciales recorten el gasto en infraestructura  y mucho más intentar imponer regulaciones a 1.300 millones de habitantes decididos a ignorarlas.

 

Los rígidos controles de capital diseñados para que el dinero no se vaya del país sólo sirvieron para que la gente recurra al bitcoin para transferir efectivo o para que, disfrazados de turistas, saquen valijas repletas de efectivo para comprar casas en Europa o hacer inversiones en Hong Kong.

 

Si Beijing no puede evitar una explosión de malas deudas hay dos resultados posibles, según Conway. Primero, que la burbuja siga creciendo durante el año próximo antes de provocar un crac inmobiliario. O, lo más probable, que haya muchos años más de malas noticias, con tasa de crecimiento en gradual descenso y con crecimiento del descontento popular. Todo eso podría tener consecuencias inesperadas para el Partido Comunista.

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