Francisco Pampuro, analista sectorial de abeceb.com, sostiene que después de haber alcanzado en 2005 la segunda marca histórica en términos de exportaciones, tras haber obtenido el status sanitario máximo cuando la Organización de Sanidad Mundial Animal declaró a la Argentina país libre de SBE (Vaca Loca), y el reconocimiento de país libre de aftosa, el sector ganadero empezó un ciclo de deterioro. En busca de priorizar el consumo interno y desalentar las exportaciones, el gobierno comienza a tomar medidas como el aumento en el peso mínimo de faena a 280 kg, acuerdos con la industria y los exportadores para reducir el precio de los cortes más populares y un incremento de los derechos de exportación que pasaron del 5% al 15%.
No se logró el efecto deseado, y ante la continuidad del incremento de las exportaciones el gobierno creó en 2006 el Registro de Operaciones de Exportación y poco tiempo después anunció el cierre total de las exportaciones por un período de seis meses.
A partir de 2008, comienza una escalada en el nivel de conflicto entre el sector y el gobierno. A esta altura, la rentabilidad de los productores comienza a caer al mismo tiempo que los precios de los principales granos empiezan a subir rápidamente.
Mientras que para mediados del año el precio local del maíz rondaba los $550 por tonelada con un incremento interanual del 38%, el precio del novillo en Liniers se había incrementado solo un 15%. En 2009 se observa una sensible reducción del stock por un fuerte incremento de la faena. Muchos de ellos comenzaron a trasladarse hacia actividades agrícolas, las cuales presentaban mejores índices de rentabilidad y además estaban menos intervenidos, especialmente la soja luego del fracaso de la “resolución 125”. Esto derivó en aumentos del precio de la hacienda en pie, menor cantidad de terneros y problemas estructurales de abastecimiento en los frigoríficos. A esta altura, el stock bovino que en 2006 se conformaba por 58 millones de cabezas, había perdido 4 millones. La crisis del sector continuó profundizándose en 2010 y 2011, y comenzó a verse un fuerte descenso de las exportaciones y una menor oferta de carne en el mercado interno. Esto llevó a un fuerte incremento del precio de la carne a nivel local.
2011 finalizó con un stock de 48 millones de cabezas, lo que se traducía en una pérdida de 10 millones con respecto a lo registrado en 2006. En el 2012 comienza a verse una recuperación del stock bovino, principalmente por una mejora de los precios que llevaron a un incremento del consumo interno, dado que las exportaciones siguieron cayendo y tocaron el piso de la década. Esto se vio confirmado por los últimos datos relevados por SENASA, quien determinó que a marzo de 2013 las existencias alcanzaron las 51 millones de cabezas, 3 millones por encima del piso de 48 millones de 2011. Preocupa 2014 A pesar del leve aumento en el stock, se observan ciertas señales que ponen en duda la recuperación del sector.
La principal preocupación está puesta en el nivel de faena de hembras, que ya cumple 10 meses consecutivos en torno al 42%, peligrosamente cerca del 43% que se considera como el nivel crítico. Esto se genera por el incremento que han tenido los costos, frente a un precio del ganado en pie que está estancado, una mayor oferta en el mercado interno y por consumidores que no están dispuestos a convalidar mayores aumentos de precios. En el corto plazo, habrá buenas señales de parte de los factores exógenos. En particular, el precio del maíz, principal insumo alimenticio del ganado, presenta una tendencia a la baja. No obstante, a nivel interno, seguirán existiendo presiones. Por un lado, los costos internos que continúan aumentando a dos dígitos y presionan sobre los márgenes de rentabilidad. Por otro lado, limitaciones formales (ROE) y cambiarias (brecha) a las exportaciones, imponen un techo al destino y al precio de la mayor faena. En este contexto, la perspectiva es de estancamiento de las existencias ganaderas.
De no haber cambios de rumbo, se podría llegar a dar un nuevo período de liquidación del stock vacuno a partir de 2014. A futuro, y más allá de la competitividad sistémica, quedará pendiente para el sector incentivar mejoras y adelantos en materia de genética y tecnología, de forma tal de generar un incremento de la productividad por animal que lleve a un aumento de la eficiencia en el sector. Esto resulta clave para la ganadería, ya que cuenta actualmente con una restricción de tierra en donde ha sido desplazada por la agricultura.
Planteado este impedimento, la solución es incrementar el rendimiento individual y aumentar la eficiencia. Esto depende principalmente de una mejora genética del animal y de un aumento de la calidad del alimento que recibe.
En definitiva, antes de hablar de cómo podríamos volver a un stock de 60 millones de cabezas, es más importante plantear cómo se puede generar una mayor productividad.