En el Senado de la Nación los observadores contabilizaron ayer una disminución en el tono utilizado por la bancada justicialista para calificar a sus adversario, en particular al vicepresidente Carlos Alvarez. Esa táctica es interpretada como un intento de aislar políticamente a quien no vacilara en definir a los legisladores de la oposición como una banda extorsiva.
La tentativa de soslayar a su ex compañero de partido se articuló mediante la búsqueda de un diálogo menos conflictivo con el presidente provisional del Senado, José Genoud, el resto de senadores radicales y, en particular, con Raúl Alfonsín quien, cada vez más, se perfila como el interlocutor más importante para el Justicialismo desde los días del Pacto de Olivos.
Augusto Alasino, jefe del bloque del PJ, recordó el apoyo de su partido al gobierno en asuntos tan problemáticos como el paquete impositivo, la reforma laboral y los fueros penales tributarios, pero manifestó que no se les podía pedir hacer la vista gorda ante la rebaja de salarios. Se mostró muy ofendido por expresiones de Alvarez, cuya intemperancia “no conocíamos”, a punto tal de que dijo que su actitud era “casi fascista”.
El senador Alasino se sintió reconfortado cuando algunos colegas radicales se acercaron para reprobar la generalización de Alvarez en sus declaraciones y coincidieron en crear condiciones para reanudar el diálogo. El acuerdo con los senadores radicales es interpretado en el bloque mayoritario como un primer paso para aislar al vicepresidente de la Nación en futuros intentos de diálogo interpartidario.
Una interpretación totalmente distinta surge del sector de la Alianza. Allí se percibe la situación como un triunfo de Carlos Alvarez ya que, al marcar la intensidad de la reacción opositora, indujo al peronismo a atemperar su maniobra política, iniciada con la votación adversa a los decretos de reajuste y que culminara con la amenaza de restarle facultades administrativas.
En el Senado de la Nación los observadores contabilizaron ayer una disminución en el tono utilizado por la bancada justicialista para calificar a sus adversario, en particular al vicepresidente Carlos Alvarez. Esa táctica es interpretada como un intento de aislar políticamente a quien no vacilara en definir a los legisladores de la oposición como una banda extorsiva.
La tentativa de soslayar a su ex compañero de partido se articuló mediante la búsqueda de un diálogo menos conflictivo con el presidente provisional del Senado, José Genoud, el resto de senadores radicales y, en particular, con Raúl Alfonsín quien, cada vez más, se perfila como el interlocutor más importante para el Justicialismo desde los días del Pacto de Olivos.
Augusto Alasino, jefe del bloque del PJ, recordó el apoyo de su partido al gobierno en asuntos tan problemáticos como el paquete impositivo, la reforma laboral y los fueros penales tributarios, pero manifestó que no se les podía pedir hacer la vista gorda ante la rebaja de salarios. Se mostró muy ofendido por expresiones de Alvarez, cuya intemperancia “no conocíamos”, a punto tal de que dijo que su actitud era “casi fascista”.
El senador Alasino se sintió reconfortado cuando algunos colegas radicales se acercaron para reprobar la generalización de Alvarez en sus declaraciones y coincidieron en crear condiciones para reanudar el diálogo. El acuerdo con los senadores radicales es interpretado en el bloque mayoritario como un primer paso para aislar al vicepresidente de la Nación en futuros intentos de diálogo interpartidario.
Una interpretación totalmente distinta surge del sector de la Alianza. Allí se percibe la situación como un triunfo de Carlos Alvarez ya que, al marcar la intensidad de la reacción opositora, indujo al peronismo a atemperar su maniobra política, iniciada con la votación adversa a los decretos de reajuste y que culminara con la amenaza de restarle facultades administrativas.