La sequía sufrida por el país a finales del 2022 e inicios del 2023, de la que hemos dado cuenta en otras oportunidades significó -o al menos contribuyó en gran parte- al no cumplimiento de las metas establecidas en el acuerdo con el FMI, que constituía “el” ancla de la economía durante el proceso electoral, por lo que su incumplimiento generó aumento en la volatilidad. Así surge del informe del Economic GPS realizado por el área de economía de PwC de Argentina.
De acuerdo con las estadísticas del BCRA, durante el primer semestre del año el sector oleaginoso-cerealero liquidó $10.899 millones menos que el año pasado. Ello redundó en ventas de divisas por el canal comercial por parte de la Entidad durante dicho período; a lo que se sumó el pago de deuda con La economía post- PASO.
De esta forma en los meses enero-julio el BCRA no solo no acumuló reservas -tal la meta comprometida- sino que perdió US$20.506 millones. Tampoco la meta fiscal fue alcanzada en los dos primeros trimestres del año. Pese a que los gastos se contrajeron -6% en términos reales-, los ingresos lo hicieron en mayor magnitud 9,4%-, explicado esto último fundamentalmente por la caída de los impuestos al comercio exterior.
Este contexto obligó al BCRA a continuar brindando financiamiento al Tesoro, superando la meta de asistencia monetaria que estaba establecida en el acuerdo. En este contexto, sobre finales de julio, el personal técnico del FMI y las autoridades argentinas llegaron a un acuerdo sobre la quinta y sexta revisión combinadas del acuerdo de Servicio Ampliado del Fondo.
Luego de la aprobación del convenio por parte del Directorio del Organismo que permitía la liberación de US$7.500 millones, el gobierno se comprometió a: implementar una devaluación fiscal colocando nuevos impuestos a las importaciones, restringir el gasto para cumplir con la meta anual del déficit (la cual no cambió y permanece en el 1,9% del PIB) y a lograr la acumulación de reservas por el orden de los US$1.000 millones.
Así se llegaba a las elecciones con una economía, enfrentando una inflación de tres dígitos, sin reservas, una actividad que tras avanzar en el primer trimestre se contrajo en el segundo y con un gobierno con pocas herramientas para hacer frente a esta situación. El resultado electoral fue considerado por el mercado un “cisne negro” donde el precandidato de la Libertad Avanza Javier Milei fue el ganador, seguido por la coalición de Juntos Por el Cambio y Unión por la Patria, y con diferencias menores a las anticipadas entre los tres tercios.
El lunes post-PASO trajo consigo aún mayor volatilidad e incertidumbre. En este contexto, el BCRA decidió devaluar la moneda en un 22%, llevando la cotización mayorista a 350 pesos por dólar y elevando la tasa de interés al 118% TNA (209,45% TEA). Sin embargo, tal devaluación no habría estado relacionada con el resultado de las elecciones, sino que habría formado parte del acuerdo alcanzado con el FMI durante julio; y que permitió que el desembolso de los US$ 7.500 millones se concretara el día 23 de agosto.
Acto seguido se depreciaron todos los tipos de cambio financieros, lo que impidió que la devaluación oficial achicara la brecha entre los tipos de cambio. Adicionalmente, la intervención en el mercado de bonos para contener el dólar MEP generó a su vez mayor divergencia entre las diferentes cotizaciones de dólares financieros y del no oficial (blue).
Por otro lado, se elevó el riesgo país, que volvió a superar los 2.100 puntos básicos. La política económica que ha venido llevando a cabo por el gobierno pareciera estar encontrando los límites de su sostenibilidad. La apreciación cambiaria consecuencia de un tipo de cambio oficial moviéndose muy por debajo de la inflación, no solo este año electoral sino durante los últimos cuatro años, trajo consigo un desequilibrio externo que se ha agravado en el corriente año. Ante esta situación, compelido por el FMI y de manera algo tardía, como indicamos, el BCRA decidió hacer un salto devaluatorio y subir la tasa de interés.
Lo primero para desincentivar importaciones e incentivar exportaciones (y de esta forma intentar recomponer reservas), y lo segundo para que las carteras se mantengan en pesos.