¿El negativo de una foto?

El pacto que celebraron el presidente Eduardo Duhalde y 17 gobernadores se presenta como una vía hacia la gobernabilidad y una muestra de solidez institucional. Pero debe recorrer el duro camino hacia su cumplimiento.

25 abril, 2002

Un acuerdo en el ámbito nacional es un disparador de esperanzas. Sobre todo en país en que la premisa fue el sálvese quien pueda. El que celebraron el Presidente Eduardo Duhalde con 17 gobernadores, en la agitada noche del 24 de abril, no debería ser una excepción.

Además, los puntos rubricados por el Estado nacional y los provinciales, fueron saludados por gran parte de las prensa, en esa misma noche y en la mañana del jueves casi con efusividad.

Hubo matutinos que calificaron al convenio como un importante documento lanzado por el poder político o como un pacto de gobernabilidad entre la Nación y los integrantes de la federación. Todos hablan de los 14 puntos, que por su denominación recuerdan irónicamente a los que impuso el presidente de Estados Unidos Woodrow Wilson en 1917 al término de la Primera Guerra Mundial, uno de los cuales dio paso a la creación de la Liga de las Naciones, reconocida en la Tratado de Versalles, con consecuencias que empezaron a materializarse en septiembre de 1939.

Más allá de la involuntaria similitud, vale citar algunos de los puntos de un acuerdo recibido como un hito. En el primero se fija una posición de respeto por parte de los compromisos que tomó la Argentina y la voluntad de insertarla en el mundo.

El segundo se establece un compromiso para firmar en un plazo no mayor a 15 días los acuerdos bilaterales entre provincias y Nación. Esto parece paradójico: se trata de un convenio que asegura el cumplimiento de otro convenio: precisamente el pacto que el Estado y las provincias celebraron en el Congreso el 27 de febrero, que fue preámbulo de la sanción del Presupuesto, que a su vez parecía la llave que abriría las arcas del FMI para la Argentina.

Y el tercero, promete remitir al Congreso el proyecto de ley de un nuevo sistema de coparticipación federal de impuestos.

Se puede dar paso a estos puntos, pero vale aclarar que los legisladores consensuaron, a su vez, en la noche del 24, la llamada Ley Tapón, que para los ahorristas tiene el mismo valor que la Ley Antigoteo del corralito. La diferencia es que esta última agotó a Remes Lenicov y lo sacó de Hacienda.

La naturaleza del poder

¿La idea de los legisladores fue canjear la sanción de una ley por otra, que para los ofuscados ahorristas es similar? ¿O asegurarse la retirada de Remes Lenicov?
Las dudas siguen. ¿Torcerle el brazo a un hombre del riñón duhaldista significa, para los legisladores, recordarle a Duhalde que su naturaleza no es electoral, sino la de un par en ejercicio provisional de la presidencia y que, por lo tanto, no tiene autoridad sobre ambas cámaras legislativas? Tal vez de alguna manera se disipen estas dudas.

La ley Tapón se sancionó y la provincias acordaron. Pero vale observar el segundo punto del acuerdo de marras.

La Nación y las provincias realizan estos pactos con periodicidad. Dos especialistas en federalismo y coparticipación dijeron a MERCADO que cada acuerdo sólo sirve, casi, para no cumplirse. “Siempre hay que volver a negociar”, afirmaron. “Lo importante es la foto del Presidente con los gobernadores y la señal que se así se emite”, agregó uno de ellos.

El secretario general de la Presidencia, Aníbal Fernández, se refirió a “la buena acogida” que tuvo este pacto en el gobierno de Estados Unidos.
¿El nuevo acuerdo se cumplirá o es que Paul O´Neill cree en las fotos?

Del tercer punto se puede discernir que si los pactos no se cumplen se hace casi imposible arribar a una coparticipación federal, ya que aquellos son el paso previo.
La crisis argentina descendió otro peldaño cuando Remes volvió de Washington, el lunes último, lo que demuestra que los países no desaparecen, sólo pueden caer un poco más.
Tal vez el esfuerzo sea útil y el convenio viable. Que el acuerdo, tan celebrado, no vuelva a ser una foto.

Un acuerdo en el ámbito nacional es un disparador de esperanzas. Sobre todo en país en que la premisa fue el sálvese quien pueda. El que celebraron el Presidente Eduardo Duhalde con 17 gobernadores, en la agitada noche del 24 de abril, no debería ser una excepción.

Además, los puntos rubricados por el Estado nacional y los provinciales, fueron saludados por gran parte de las prensa, en esa misma noche y en la mañana del jueves casi con efusividad.

Hubo matutinos que calificaron al convenio como un importante documento lanzado por el poder político o como un pacto de gobernabilidad entre la Nación y los integrantes de la federación. Todos hablan de los 14 puntos, que por su denominación recuerdan irónicamente a los que impuso el presidente de Estados Unidos Woodrow Wilson en 1917 al término de la Primera Guerra Mundial, uno de los cuales dio paso a la creación de la Liga de las Naciones, reconocida en la Tratado de Versalles, con consecuencias que empezaron a materializarse en septiembre de 1939.

Más allá de la involuntaria similitud, vale citar algunos de los puntos de un acuerdo recibido como un hito. En el primero se fija una posición de respeto por parte de los compromisos que tomó la Argentina y la voluntad de insertarla en el mundo.

El segundo se establece un compromiso para firmar en un plazo no mayor a 15 días los acuerdos bilaterales entre provincias y Nación. Esto parece paradójico: se trata de un convenio que asegura el cumplimiento de otro convenio: precisamente el pacto que el Estado y las provincias celebraron en el Congreso el 27 de febrero, que fue preámbulo de la sanción del Presupuesto, que a su vez parecía la llave que abriría las arcas del FMI para la Argentina.

Y el tercero, promete remitir al Congreso el proyecto de ley de un nuevo sistema de coparticipación federal de impuestos.

Se puede dar paso a estos puntos, pero vale aclarar que los legisladores consensuaron, a su vez, en la noche del 24, la llamada Ley Tapón, que para los ahorristas tiene el mismo valor que la Ley Antigoteo del corralito. La diferencia es que esta última agotó a Remes Lenicov y lo sacó de Hacienda.

La naturaleza del poder

¿La idea de los legisladores fue canjear la sanción de una ley por otra, que para los ofuscados ahorristas es similar? ¿O asegurarse la retirada de Remes Lenicov?
Las dudas siguen. ¿Torcerle el brazo a un hombre del riñón duhaldista significa, para los legisladores, recordarle a Duhalde que su naturaleza no es electoral, sino la de un par en ejercicio provisional de la presidencia y que, por lo tanto, no tiene autoridad sobre ambas cámaras legislativas? Tal vez de alguna manera se disipen estas dudas.

La ley Tapón se sancionó y la provincias acordaron. Pero vale observar el segundo punto del acuerdo de marras.

La Nación y las provincias realizan estos pactos con periodicidad. Dos especialistas en federalismo y coparticipación dijeron a MERCADO que cada acuerdo sólo sirve, casi, para no cumplirse. “Siempre hay que volver a negociar”, afirmaron. “Lo importante es la foto del Presidente con los gobernadores y la señal que se así se emite”, agregó uno de ellos.

El secretario general de la Presidencia, Aníbal Fernández, se refirió a “la buena acogida” que tuvo este pacto en el gobierno de Estados Unidos.
¿El nuevo acuerdo se cumplirá o es que Paul O´Neill cree en las fotos?

Del tercer punto se puede discernir que si los pactos no se cumplen se hace casi imposible arribar a una coparticipación federal, ya que aquellos son el paso previo.
La crisis argentina descendió otro peldaño cuando Remes volvió de Washington, el lunes último, lo que demuestra que los países no desaparecen, sólo pueden caer un poco más.
Tal vez el esfuerzo sea útil y el convenio viable. Que el acuerdo, tan celebrado, no vuelva a ser una foto.

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