El G20 no convalida austeridad alemana

Funcionarios de finanzas del Grupo de 20 economías desarrolladas y emergentes ratificaron en Moscú que priorizan aumentar el empleo y el crecimiento, al rechazar la fijación de metas de deuda después de 2016 que impulsa Alemania.

24 julio, 2013

Alemania no logró el apoyo de Estados Unidos y las otras potencias a su prédica de austeridad entre los socios europeos del euro, lo cual volverá a fojas cero el debate que se da en Bruselas en pos de fortalecer la moneda.

La prioridad para defender el empleo y la performance económica por encima del ajuste encuentra a Francia y otros miembros de la eurozona, particularmente en el sur del continente, en una posición crítica hacia la firme postura alemana por reducir la deuda. Se apoyan en la política expansiva que aplica Estados Unidos para el repunte de los indicadores sociales.

Sugiere un creciente volumen de investigaciones que se ha subestimado el efecto negativo de la restricción fiscal sobre el crecimiento, particularmente en momentos de crisis. 

Cifras oficiales publicadas el lunes cuestionaron la postura proausteridad de Alemania, al mostrar que la deuda soberana de la zona euro repuntó marcadamente durante el primer trimestre, con aumentos particularmente altos en Portugal y otros países del sur del continente, que han recortado los gastos y elevado los impuestos ante la insistencia de Alemania.

Quizá la incidencia que tuvo la presión alemana por la consolidación fiscal de sus socios menores no consideró que las políticas que pregonaba para reducir el déficit coincidían con un momento débil de la economía.

Los expertos de doctrinas menos ortodoxas concordaron en que, a largo plazo, una deuda pequeña es buena para la economía: mantiene las tasas de interés bajas y canaliza dinero hacia el sector privado, en donde puede ser dirigido a inversiones que mejoren la productividad.

Por eso es que ahora la pregunta que divide a Europa del resto del mundo es qué hacer a corto plazo cuando las economías pasan apuros. EE.UU. respondió a una severa recesión en 2008 y 2009 recortando impuestos y aumentando el gasto del gobierno. 

Pero el resultado fue una serie de déficits de más de US$1 billón (millones de millones), o cerca de 10% de su Producto Interno Bruto. 

La economía estadounidense registró una modesta recuperación, este año subió los impuestos y permitió que se activaran los recortes automáticos: así, el déficit cayó marcadamente.

Grecia, Irlanda y otros países emprendieron el camino inverso. Insistieron en aumentar impuestos y recortar el gasto como condición para entregar préstamos de rescate, lo cual exacerbó declives que de por sí ya eran severos.

La apuesta europea consistía en que los países reformaran también sus mercados laborales para mejorar sus perspectivas de crecimiento, mientras el incremento de la demanda de EE.UU. y los mercados emergentes los ayudaba a sacar a las economías en crisis de la recesión.

Sin embargo, las autoridades subestimaron los problemas que afrontaban el sector inmobiliario y el bancario en buena parte del sur de Europa, afirman los analistas, y contaban demasiado con el crecimiento en el extranjero para apuntalar la demanda. 

Los líderes europeos, a la vez, se aferraron a un puñado de estudios, luego fueron cuestionados, que sugerían que los altos niveles de deuda actuaban como un importante obstáculo a la actividad económica.

Las economías generalmente necesitan una mezcla de una modesta inflación anual, que muchos bancos centrales ubican en 2%, y un crecimiento robusto para generar los recursos financieros que necesitan para pagar sus deudas. 

El crecimiento económico impulsa los ingresos del gobierno provenientes de los impuestos a la renta y el consumo. También ayuda al empleo, lo cual alivia la presión sobre el desempleo y otras prestaciones sociales. 

En resumen, apretarse el cinturón es inútil a menos que las economías se expandan.

Alemania y el resto de la zona euro manejaban pocas alternativas con Grecia, Irlanda y Portugal, que perdieron acceso a los mercados financieros, y cuando el capital extranjero se secó, estos países necesitaron reducir sus déficits. 

Aun cuando la brecha se ha cerrado y se puede volver a pensar en la política fiscal como una forma de impulsar el crecimiento, Alemania todavía controla los hilos financieros de Europa y es poco probable que cambie su curso.

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