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<p>Cada década trae nuevos desafíos: la pasada fue la escasez cada vez más alarmante del petróleo y ésta tal vez esté relacionada con un insumo más básico inclusive, la comida. La sequía ha afectado la cosecha de maíz en Estados Unidos en 100 millones de toneladas más de lo esperado, cifras que hacen pensar en el fin de la comida barata.</p>
<p>La expansión de los mercados emergentes ha llevado a un aumento en la demanda de alimentos que, debido a malas cosechas, se han convertido en un bien más escaso. Es lo mismo que sucedió con el petróleo hace un tiempo: en el caso del crudo, la guerra en Irak y el embargo en Irán, habían aumentado el precio significativamente.</p>
<p>El precio de los alimentos, sin embargo, varía por varios factores. La población mundial crece 1% cada año, China ha experimentado en los últimos años un crecimiento del 9% aumentando la demanda en todos los mercados emergentes y los consumidores de los países desarrollados se inclinan hoy por dietas enfocadas en proteínas, es decir, la carne. Comer proteínas afecta más que nunca el mercado de los granos porque producir un kilo de carne requiere siete kilos maíz. Los países del BRIC dinamizan la economía mundial pero también están afectando el precio de bienes que antes se daban por sentados.</p>
<p>Los agricultores han respondido a estos factores desestabilizadores utilizando técnicas y herramientas que hacen más eficientes a las cosechas. El problema es que si se necesitan todos los espacios cultivables para producir alimentos, ¿deberían utilizarse para hacer biocombustibles?</p>
<p>Las políticas de Estados Unidos y la Unión Europea para estimular la producción de biodiesel están afectando la producción de alimentos, que se necesitan más que nunca: cada año hay 70 millones de nuevas bocas para alimentar. Hacia el 2030 se estima que la demanda de alimento aumentará 50%, cifra que preocupa si se tiene en cuenta que el espacio cultivable por persona es cada vez más pequeño. Si las condiciones climáticas siguen afectando las cosechas –como ocurrió este verano anglosajón en Estados Unidos- se deberán esperar bruscos aumentos en los precios.</p>
<p>Aunque es posible que el aumento en los precios de las cosechas todavía no pegue fuerte en el consumidor, si la tendencia continua es posible que el sueldo real se desprecie causando niveles más altos de inflación. Según Oxfam, es posible que esto ocurra: se esperan sequías severas en Estados Unidos en las próximas décadas.</p>
<p>Todo parece indicar que se deben repensar las estrategias en torno a los combustibles alternativos. Las destilerías de etanol de Estados Unidos utilizan 120 millones de toneladas de maíz en 2011, reduciendo el espacio cultivable para alimentos. Las leyes en ese país, que empujan la producción de etanol, están perjudicando al pequeño agricultor.</p>
<p>¿Cómo solucionar esto? Deben tomarse medidas desde el lado de la demanda, de la oferta o de los dos. En el primer caso, la clave está en controlar el crecimiento de la población o en cambiar los hábitos alimenticios, reduciendo el consumo de carne. Ninguno de estos dos objetivos parecen sencillos. Desde el lado de la oferta, encontrar una alternativa a los biocombustibles parece lo mejor. Al largo plazo la esperanza es que la presión de una población en constante crecimiento y de los incentivos por la escasez de alimentos lleven a una segunda revolución verde que logre aumentar el rendimiento de las cosechas en partes del mundo en donde son bastante bajas, como la región subsahariana.</p>
<p>Lo cierto es que no se puede seguir consumiendo como se lo hace hoy. Pensar que la población puede seguir creciendo, que se puede seguir comiendo carne a este ritmo y que, al mismo tiempo, se deben usar cada vez menos porciones de tierra para la producción de alimentos, es imposible. La clave está en la agricultura intensiva a través de los avances tecnológicos o en cambiar la mentalidad de los consumidores para que coman cada vez menos carne. Ninguno de los dos escenarios serán fáciles o agradables de implementar.</p>
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El fin de la comida a precios accesibles
El aumento en el precio de los alimentos, consecuencia de malas cosechas y de un alza en la demanda, ha llevado a los países occidentales a replantearse la conveniencia de utilizar las cosechas para el biocombustible.