El peligro que representa la militancia jihadí Suní ha venido evolucionando durante algún tiempo. La publicación estadounidense The Brookings Institution estima que si bien los ataques terroristas a objetivos occidentales continúan perpetrándose, la principal amenaza a los intereses occidentales de hoy está planteada por la creciente inestabilidad en Medio Oriente, que los grupos jihadíes han explotado para surgir, expandirse y consolidar operaciones.
Los profundos conflictos en Siria e Irak de los últimos años han creado vacíos socio políticos donde los grupos jihadíes se pudieron propagar. Lo más notable, dice la publicación es el ascenso del Estado Islámico (IS, según siglas inglesas), anteriormente conocido como Estado Islámico en Irak y a-Shalam (ISIS).
Luego de que IS declarara el establecimiento de un califato que se extendía a lo largo de 423 millas en Irak y Siria el 29 de junio de 2014, la percepción sobre el peligro que significaba el grupo llegó a la iniciación de ataques con misiles de agua y aire contra objetivos IS en Irak y el norte de siria en agosto 2014. Si bien esos ataques estaban liderados por Estados Unidos, esta intervención fue una iniciativa de coalición que involucró estados internacionales, regionales y locales apuestos a la existencia de IS.
Pero aunque actualmente centrado dentro de Siria e Irak, las raíces del IS están en Jordán y Afganistán y se remontan por lo menos a 1999. Sin embargo, desde entonces a ahora, el IS tuvo una notoria evolución, pues se transformó de un cuerpo pequeño y poco estructurado con grandes ambiciones internacionales en una amplia organización decidida a gobernar como un estado Islámico que atraviesa fronteras nacionales.
En ese periodo de 15 años IS y sus diversos predecesores atravesaron un importante proceso de aprendizaje operativo y organizacional. Hubo un primer intento fallido de construir un estado islámico en 2006-2008; el segundo en 2013 tuvo resultados más sostenibles, aunque la intervención internacional iniciada en 2014 será un serio obstú7culo para su éxito. No obstante, mediante sus impresionantes avances sobre grandes extensiones de Irak y Siria en 2013 y 2014, IS ha demostrado ser una organización más exitosa que al-Qaeda, siempre desde el punto de vista de la publicación norteamericana.
Desde el punto de vista militar tiene 231.000 combatientes, de los cuales entre 20 y 25.000 son ideológicamente leales y miembros a tiempo completo. Con su capacidad para sostener la presión ofensiva, IS se ha convertido en una organización muy versátil, que opera simultáneamente como fuerza terrorista, fuerza insurgente y de infantería ligera. Con una convicción ideológica extrema sus militantes aprovecharon la dinámica local y la inestabilidad del entorno para sus propios fines. Mediante la intimidación directa o indirecta, la guerra de guerrillas y de insurgencia y asaltos militares de gran escala y más ortodoxos en muchos ejes, IS ha demostrado ser una fuerza militante capaz de derrotar a ejércitos nacionales y facciones rivales insurgentes. Internamente, se ha convertido en una organización altamente burocrática enfocada en tener los ingresos suficientes para financiar sus iniciativas de gobierno. Concentrada en mantener independencia financiera — contrastando con el tradicional modelo al-Qaeda de depender de donantes y financieros externos—ha inducido al grupo a desarrollar diversas fuentes de ingresos, incluidos petróleo, gas, agricultura, impuestos, extorsión y secuestros con rescate y comercio ilícito.
IS es más que una simple organización terrorista, dice la publicación. Su objetivo explícito es instalar y mantener un estado islámico autosuficiente. Con ambiciosos objetivos en Siria e Irak, no habría que descartar la expansión de sus operaciones a otros estados de Medio oriente, incluidos Líbano, Jordán, Turquía y Arabia saudita.