Noventa minutos antes de lo que los revoltosos irrumpieran en el capitolio el presidente Donald Trump, en un mitín convocado en Washington D.C. mientras el congreso se reunía para contar los votos electorales, arengó a sus partidarios con estas provocadoras palabras: “Nunca deben entregar el país con debilidad. Deben demostrar fortaleza”. En el mismo acto Rudy Giuliani, abogado personal del presidente, instó a la gente a realizar un “juicio por combate”.
Una multitud compuesta por manifestantes de”Make America Great Again”, “Pour Boys” y otros grupos de la extrema derecha tomaron las palabras al pie de la letra y decidieron asaltar el edificio del Congreso.
A cuatro años de que Trump prometiera una carnicería en su discurso inaugural, obtuvo lo que quería, dice hoy Edward Luce en el Financial Times. Las escenas de insurrectos, algunos de ellos armados, asaltando el Congreso serán recordadas como una infamia para la democracia norteamericana.
A nadie le debería sorprender. Trump viene prometiendo “recuperar el control” desde que asumió. Durante los meses previos a las elecciones del año pasado anunció una y otra vez que la elección sería la más corrupta en toda la historis de los Estados Unidos. Desde que perdió no hace otra cosa que decirlo cada vez con más fuerza.
Y lo volvió a decir el miércoles, en el video que posteó en Twitter en el que pide a sus seguidores que se vayan a casa (Twitter luego bloqueó su cuenta y pidió que retire el tweet). También en Twitter Trump incentivó la teoría conspirativa de QAnon que Washington está controlado por pedófilos. Ahora una gran minoría de norteamericanos cree que la elección fue fraudulenta. Por eso no sorprende que estuvieran dispuestos a tomar el congreso por asalto justo cuando los legisladores se apretaban a certificar la victoria de Joe Biden.
Pero a pesar de lo que pasó el miércoles, Trump todavía cuenta con la lealtad de muchos uniformados.Una de las razones por las que la turba consiguió entrar al congreso fue por la afinidad de muchos policías de Capitol Hill. Algunos incluso se tomaron selfies con los insurrectos dentro del Capitolio. Es notorio el contraste con la forma en que fueron tratados los manifestantes del movimiento Black Life Matters en junio cuando las fuerzas del orden despejaron con violencia la Plaza Lafayette. Si los protestantes afro americanos hubieran querido asaltar Capitol Hill o la Casa Blanca sin duda habrían usado las balas para repelerlos.
El otro tema es cuántos republicanos seguirán apoyando el relato de Trump de “la elección robada”. Poco antes de la invasión al Congreso Mitch McConnell, el líder saliente de la mayoría en el Senado, repudió los intentos de Trump de declarar fraudulenta la elección. Algunos dirán que ese reconocimiento llegó tarde, pero lo hizo cuando importaba. No se puede decir lo mismo de Tec Cruz, el senador tejano, de Josh Hawley, de Missouri, y de más de 100 colegas de ambas cámaras. La teatral protesta contra la certificación de la elección fue interrumpida en tiempo real por el asalto al edificio.
En su discurso Cruz dijo que el hecho que tantos norteamericanos creen que la elección fue un fraude “implica una grave amenaza para el país”. Un clásico caso del incendiario que posa de bombero. Quince minutos después la sesión fue abruptamente interrumpida.
Mitt Romney, senado republicano por Utah que fue siempre uno de los pocos que advertían sobre el autoritarismo de Trump, les dijo “Esto es lo que consiguieron”,
Romney pertenece al partido que se preocupaba por la Constitución. , por la ley y el orden y por el civismo en política. Pero hay muchos dentro del partido que ahora están con los asaltantes.