EEUU: ¿el Estado participará en la transformación de la infraestructura?

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La victoria de Donald Trump ha puesto a muchos economistas en una posición incómoda. Si bien discrepan con él en muchas cosas, ven la posibilidad de que su gobierno inyecte US$ 1 billón en obras de infraestructura. Justo lo que hace falta para reactivar la economía.

El enorme programa de infraestructura que prometió podría ser justo lo que vienen reclamando desde hace años. Desde la crisis financiera que duró desde 2007 a 2009 el crecimiento se hace desear. No se volvieron a lograr las tasas de crecimiento que se conseguían antes de la crisis. Luego de unos cuanto años de tasas de interés a prácticamente nivel cero y recurriendo a la flexibilización cuantitativa la economía creció algo pero no volvió a los niveles que antes eran la norma.

 Gran Bretaña y la Eurozona la expansión monetaria tuvo que hacerle frente a las medidas en boga de austeridad y de contracción fiscal. Para los keynesianos enemigos de la austeridad dos cosas eran claras: los gobiernos estaban ignorando una ley fundamental de Keynes, y es que podía darse la situación en que hasta las tasas tasas de interés ultra bajas no fueran tampoco suficientemente bajas como para estimular el crecimiento y que en esas situaciones los gobiernos tienen que intervenir y hacerlo ellos directamente con programas de inversión.

 

La otra crítica de los keynesianosa la política retractiva: aunque los déficit de presupuestos crecieron como resultado de la crisis, los costos de los préstamos que tomaban los gobiernos se mantuvieron bajos.

 

Las ideas de Keynes de “estancamiento secular”, que en Estados Unidos revivieron de la mano de Larry Summers durante el gobierno de Bill Clinton, establecen que cuando el crecimiento es casi nulo en una economía de libre mercado la situación no se puede revertir sin ayuda adicional. Y esa ayuda debe provenir de una política fiscal expansionista.

 

Y aquí llega Trump, con su promesa de convertir a la infraestructura de Estados Unidos en la envidia del mundo entero y encuentra a los economistas ávidos de una agresiva expansión fiscal. Podría resultar que de la derecha se imponga una fórmula que viene siendo esperada por la izquierda. Después de casi diez años de lento y tibio crecimiento, política uniforme y volatilidad contenida, ahora parece que todo eso va a cambiar.

 

Todavía no se conocen los detalles del plan económico de Trump pero es difícil pensar que el tipo de transformación de infraestructura que promete pueda ser realizado solamente por el sector privado.

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