EE.UU.: un escándalo defenestra a la máxima autoridad medica militar

El teniente general cirujano Kevin Kiley, principal autoridad médica del ejército, es el tercer alto funcionario que pierde el puesto por maltrato de soldados heridos en Irak y Afganistán. Eso ocurrió en el hospital Walter Reed.

12 marzo, 2007

El general Pete Geren, secretario provisorio del arma, informó que se había pedido a Kiley tramitar el retiro el domingo, El lunes, ya habían nombrado al reemplazante, general de brigada Gale Pollock, hasta entonces segundo en el comando.

Kiley fue duramente criticado por legisladores de ambos partidos, dirigentes políticos y los medios. El escándalo empezó a mediados de febrero, al revelar el “Washington post” que tropas heridas o inválidas vivían en condiciones lamentables, afrontaban trabas burocráticas y recibían trato humillante.

La crisis interna en el Walter Reed causó alarma en la Casa Blanca. A la sazón, George W.Bush se lo pasa elogiando el sacrificio de los soldados y sosteniendo que merecen la mejor atención posible. Pero la burocracia médica parece no haberlo escuchado.

“Pedí el retiro porque era en el mejor interés del ejército”, señaló Kiley. En realidad, le ordenaron que lo solicitara. “Somos un grupo en guerra y debemos apoyar los esfuerzos. No es cuestión de este o aquel médico” afirmó al preguntarle la prensa por qué no había abierto sumarios internos.

Ya habían caído Francis Harvey, secretario de ejército, y el comandante del Walter Reed. En ambos casos, a pedido de Robert Gates, secretario de defensa. Brian Whitman, portavoz del Pentágono, no descartó nuevas medidas disciplinarias relativas al escándalo. Entretanto, la comisión senatorial para las fuerzas armadas está realizando su propia investigación.

El general Pete Geren, secretario provisorio del arma, informó que se había pedido a Kiley tramitar el retiro el domingo, El lunes, ya habían nombrado al reemplazante, general de brigada Gale Pollock, hasta entonces segundo en el comando.

Kiley fue duramente criticado por legisladores de ambos partidos, dirigentes políticos y los medios. El escándalo empezó a mediados de febrero, al revelar el “Washington post” que tropas heridas o inválidas vivían en condiciones lamentables, afrontaban trabas burocráticas y recibían trato humillante.

La crisis interna en el Walter Reed causó alarma en la Casa Blanca. A la sazón, George W.Bush se lo pasa elogiando el sacrificio de los soldados y sosteniendo que merecen la mejor atención posible. Pero la burocracia médica parece no haberlo escuchado.

“Pedí el retiro porque era en el mejor interés del ejército”, señaló Kiley. En realidad, le ordenaron que lo solicitara. “Somos un grupo en guerra y debemos apoyar los esfuerzos. No es cuestión de este o aquel médico” afirmó al preguntarle la prensa por qué no había abierto sumarios internos.

Ya habían caído Francis Harvey, secretario de ejército, y el comandante del Walter Reed. En ambos casos, a pedido de Robert Gates, secretario de defensa. Brian Whitman, portavoz del Pentágono, no descartó nuevas medidas disciplinarias relativas al escándalo. Entretanto, la comisión senatorial para las fuerzas armadas está realizando su propia investigación.

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