EE.UU.:las rebajas impositivas quedan en US$ 330.000 millones

Justo cerrando la semana, el Congreso sancionó el II paquete de rebajas impositivas lanzado por George W.Bush. Con algunos retoques, la cifra queda en US$ 330.000 millones, 54,5% menos que los 726.000 millones pretendidos por el gobierno.

24 mayo, 2003

El presidente tendrá, igualmente, un camino cuesta arriba rumbo a los comicios de 2004, donde aspira a la reelección. En parte a causa del primer paquete de recortes (US$ 1,35 billón en 2001-9), la economía norteamericana ha eliminado dos millones de puestos laborales en cuanto va de la administración Bush. Para mantener los US$ 350.000 millones aprobados por el Senado días atrás, a último momento se añadieron 20.000 millones en ayuda federal para ciertos estados.

Aun aceptando que el II paquete tributario (2003-12) cree estímulos de corto plazo a una economía estancada, las perspectivas de largo plazo son dudosas. Máxime si el menor ingreso fiscal lleva déficit y deuda pública a niveles críticos. En la versión final, los efectos inmediatos dominan la escena política y los mercados especulativos. Los analistas convencionales suponen que las rebajas de impuestos a sectores de ingresos altos y medios altos promoverán el consumo y aportarán, el semestre entrante, medio punto al crecimiento en términos de producto bruto interno. En 2004, ese impulso tal vez llegue a un punto.

A la cabeza de los optimistas, JP Morgan Chase supone que el II paquete operará igual que el primero, aunque no dice nada respecto del deterioro que ya produce en los ingresos federales. No obstante, el banco espera que el mayor beneficiario sea el gasto de capital, no el consumo, porque la versión compatibilizada eleva de 30 a 50% la parte de nuevas inversiones que las empresas podrán depreciar. Pero Mark Zandi, analista principal de Economy.com, cree que esa ventaja no promoverá inversiones ya mismo, objeto clave de un gobierno que piensa en los comicios de 2004. El econometrista subraya que, a largo plazo, los beneficios dejan de ser claros. “El sector privado quizá emita menos deuda y distribuya más dividendos, porque éstos no tendrán doble imposición hasta 2008”.

Semanas antes del desenlace, la escuela de negocios Wharton organizó un debate sobre los recortes. Robert J. Barro (Harvard) defendió la propuesta original –US$ 726.000 millones- y su contendor fue Alan S. Blinder (Princeton y ex Sistema de Reserva Federal, SRF). Barro notó que la segunda reforma “acelera el ritmo de rebajas tributarias definido en el paquete de 2001, recorta la alícuota en réditos y desgrava dividendos personales”. A juicio de Barro, fuerte jugador bursátil, las tres medidas “estimularán en el largo plazo el crecimiento y las inversiones”. Sin posibilidades de volver al superávit fiscal en menos de diez años, Barro no descarta que los nuevos recortes impositivos se traduzcan en creciente déficit. “Pero –acotó-, el impacto en los tipos reales de interés y la inversión sería mínimo. Los rendimientos financieros han bajado desde 2001 no por el déficit fiscal, sino por el colapso de la burbuja accionaria”.

Desde el otro lado, Blinder censuró “la insistencia en rebajar gravámenes, no importa a qué precio. Bush aplica la misma receta en momentos de auge o recesión, si hay guerra o no y tanto con superávit como con déficit. Es cierto que la menor presión tributaria ayuda, pero el aumento de productividad responde a factores más relevantes. Por ejemplo, tanto productividad como inversiones crecieron tras las alzas impositivas de 1993, pese a augurios apocalípticos de Wall Street y sus analistas”. A su criterio, “el nuevo paquete elevará el gasto y casi no tendrá efectos de largo plazo”. Al respecto, Blinder señaló que “EE.UU. es el país industrial con redistribución del ingreso más regresiva, pues los recortes presupuestarios afectan a los sectores más desprotegidos. Las rebajas tributarias de 2001 y 2003 son un ataque de quienes más poseen contra el resto”.

Poco después, el analista Gerard Baker (Cambridge) fue más lejos: “Cada vez que alguien del gobierno Bush habla de economía –sostuvo en el “Financial Times”-, emite una sarta de medias verdades y tergiversaciones”. Así ocurrió “con el gran recorte tributario originalmente concebido en 2000, cuando la demanda interna subía a más de 6% anual y todos creían que el superávit había llegado para quedarse. Por eso, el paquete tendía a atenuar estímulos inmediatos y estirar el cronograma de rebajas. Pero la economía entró en recesión y el superávit fiscal se hizo trizas. Entonces, el paquete se lanzó en 2001 como un estímulo al instante, mientras se aseguraba que no perjudicaría la ejecución presupuestaria”.

Al año siguiente “Washington impuso gravámenes ilegales al acero importado y aumentó en US$ 170.000 millones los subsidios agrícolas. Ya en 2003, afrontamos un déficit fiscal superior a US$ 400.000 millones. Durante 2002, en medio de los mayores escándalos empresarios de la historia, Bush y Cheney cabildeaban contra el proyecto de transparencia contable del senador Paul Sarbanes. Cuando éste se convirtió en ley Sarbanes-Oxley, el presidente lo celebró como un triunfo propio”. Hoy pasa lo mismo con un paquete de rebajas impositivas que empezó en US$ 726.000 millones, bajó a 550.000, luego a 350.000 y termina en 330.000 millones.

El presidente tendrá, igualmente, un camino cuesta arriba rumbo a los comicios de 2004, donde aspira a la reelección. En parte a causa del primer paquete de recortes (US$ 1,35 billón en 2001-9), la economía norteamericana ha eliminado dos millones de puestos laborales en cuanto va de la administración Bush. Para mantener los US$ 350.000 millones aprobados por el Senado días atrás, a último momento se añadieron 20.000 millones en ayuda federal para ciertos estados.

Aun aceptando que el II paquete tributario (2003-12) cree estímulos de corto plazo a una economía estancada, las perspectivas de largo plazo son dudosas. Máxime si el menor ingreso fiscal lleva déficit y deuda pública a niveles críticos. En la versión final, los efectos inmediatos dominan la escena política y los mercados especulativos. Los analistas convencionales suponen que las rebajas de impuestos a sectores de ingresos altos y medios altos promoverán el consumo y aportarán, el semestre entrante, medio punto al crecimiento en términos de producto bruto interno. En 2004, ese impulso tal vez llegue a un punto.

A la cabeza de los optimistas, JP Morgan Chase supone que el II paquete operará igual que el primero, aunque no dice nada respecto del deterioro que ya produce en los ingresos federales. No obstante, el banco espera que el mayor beneficiario sea el gasto de capital, no el consumo, porque la versión compatibilizada eleva de 30 a 50% la parte de nuevas inversiones que las empresas podrán depreciar. Pero Mark Zandi, analista principal de Economy.com, cree que esa ventaja no promoverá inversiones ya mismo, objeto clave de un gobierno que piensa en los comicios de 2004. El econometrista subraya que, a largo plazo, los beneficios dejan de ser claros. “El sector privado quizá emita menos deuda y distribuya más dividendos, porque éstos no tendrán doble imposición hasta 2008”.

Semanas antes del desenlace, la escuela de negocios Wharton organizó un debate sobre los recortes. Robert J. Barro (Harvard) defendió la propuesta original –US$ 726.000 millones- y su contendor fue Alan S. Blinder (Princeton y ex Sistema de Reserva Federal, SRF). Barro notó que la segunda reforma “acelera el ritmo de rebajas tributarias definido en el paquete de 2001, recorta la alícuota en réditos y desgrava dividendos personales”. A juicio de Barro, fuerte jugador bursátil, las tres medidas “estimularán en el largo plazo el crecimiento y las inversiones”. Sin posibilidades de volver al superávit fiscal en menos de diez años, Barro no descarta que los nuevos recortes impositivos se traduzcan en creciente déficit. “Pero –acotó-, el impacto en los tipos reales de interés y la inversión sería mínimo. Los rendimientos financieros han bajado desde 2001 no por el déficit fiscal, sino por el colapso de la burbuja accionaria”.

Desde el otro lado, Blinder censuró “la insistencia en rebajar gravámenes, no importa a qué precio. Bush aplica la misma receta en momentos de auge o recesión, si hay guerra o no y tanto con superávit como con déficit. Es cierto que la menor presión tributaria ayuda, pero el aumento de productividad responde a factores más relevantes. Por ejemplo, tanto productividad como inversiones crecieron tras las alzas impositivas de 1993, pese a augurios apocalípticos de Wall Street y sus analistas”. A su criterio, “el nuevo paquete elevará el gasto y casi no tendrá efectos de largo plazo”. Al respecto, Blinder señaló que “EE.UU. es el país industrial con redistribución del ingreso más regresiva, pues los recortes presupuestarios afectan a los sectores más desprotegidos. Las rebajas tributarias de 2001 y 2003 son un ataque de quienes más poseen contra el resto”.

Poco después, el analista Gerard Baker (Cambridge) fue más lejos: “Cada vez que alguien del gobierno Bush habla de economía –sostuvo en el “Financial Times”-, emite una sarta de medias verdades y tergiversaciones”. Así ocurrió “con el gran recorte tributario originalmente concebido en 2000, cuando la demanda interna subía a más de 6% anual y todos creían que el superávit había llegado para quedarse. Por eso, el paquete tendía a atenuar estímulos inmediatos y estirar el cronograma de rebajas. Pero la economía entró en recesión y el superávit fiscal se hizo trizas. Entonces, el paquete se lanzó en 2001 como un estímulo al instante, mientras se aseguraba que no perjudicaría la ejecución presupuestaria”.

Al año siguiente “Washington impuso gravámenes ilegales al acero importado y aumentó en US$ 170.000 millones los subsidios agrícolas. Ya en 2003, afrontamos un déficit fiscal superior a US$ 400.000 millones. Durante 2002, en medio de los mayores escándalos empresarios de la historia, Bush y Cheney cabildeaban contra el proyecto de transparencia contable del senador Paul Sarbanes. Cuando éste se convirtió en ley Sarbanes-Oxley, el presidente lo celebró como un triunfo propio”. Hoy pasa lo mismo con un paquete de rebajas impositivas que empezó en US$ 726.000 millones, bajó a 550.000, luego a 350.000 y termina en 330.000 millones.

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