lunes, 30 de diciembre de 2024

EE.UU.: la economía ante ciertas bombas de tiempo

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“Turbas de viejos enardecidos se arrojan sobre los políticos, en pos de fondos”. La frase figura como “futurable” en un reciente libro. Lo curioso es que algo así ya ocurrió en Estados Unidos. Pero la obra no aporta soluciones serias.

El párrafo de arriba proviene de un comentado firmado por Alan Beattie en el “Financial Times”. En efecto, no hace mucho Daniel Rostenkowski –diputado demócrata por Illinois- presidía una reunión del comité de Recursos cuando un grupo de chicagüenses jubilados irrumpió protestando contra el costo de ciertas prestaciones médicas. Tuvo que hacer evacuar la sala, invadida en el mejor estilo piquetero.

Escenas similares prevé “The coming generational storm” (La próxima tormenta generacional), libro de Laurence Kotlikoff y Scott Burns, editado por el MIT. Como lo admite Beattie “realmente se ciernen tremendos obstáculos en la tarea de asegurar la futura solvencia fiscal en las economías centrales”.

Las bombas de tiempo, de génesis demográfica, están armándose en seguridad social, el sistema jubilatorio y, particularmente, en los programas de asistencia Medicare y Medicaid para ancianos y pobres, respectivamente. Una población que envejece y los crecientes costos de atención proyectan ya déficit galácticos en las finanzas federales, estaduales y municipales. A su lado, los actuales rojos fiscales son una fruslería.

Por supuesto, la obra remite al trabajo demoestadigráfico hecho en 2003 por Jagdish Gokhal y Kent Smetters (sólo este medio sacó una síntesis en Argentina). A valores corrientes, la brecha entre gastos e ingresos futuros se acercará a los US$ 45 billones anuales… en la octava década del siglo XXI.

Eso equivale a cuatro PBI norteamericanos de 2004, a valores nominales. Pero el futuro colapso –recuerdan los autores- amenaza también a Japón y la Unión Europea, cuyas poblaciones se verán ante los mismos problemas demográficos y etarios. Por supuesto, es fácil asustarse ante esas matemáticas. En verdad, la mayor parte de tan prodigiosa brecha se refiere a 2080 y, volviendo sobre el siglo XX, es difícil predecir cómo será EE.UU. (si es que llega a esa época). Sin embargo, el libro aporta otras proyecciones.

Por ejemplo, EE.UU. debiera empezar ya mismo a aumentar impuestos o aportes sobre remuneraciones de población activa y doblarlos en tres decenios. De lo contrario, más allá de 2040 el gasto discrecional del fisco habrá caído 106% -un imposible absoluto- sólo para eliminar la brecha negativa. Aun sin llegar a 2040 ó 2080, ya el modelo Gokhal-Smetters pronostica que el problema comenzará a tener efectos durante la presente década. Primero, por el pase a retiro de toda una generación, producto de la explosión vegetativa de 1946 a 1953). Segundo, por el doble paquete de rebajas impositivas dictado por el gobierno de George W.Bush para 2001-12 (implica US$ 2,35 billones en menos ingresos fiscales).

Según apunta Beattie, “algunas soluciones de Kotlikoff y Burns son por lo menos practicables, en contraste con algunos propuestas que circulan alrededor de la Casa Blanca, cifradas en la desgravación total del contribuyente norteamericano”. Pero el costo de esas opciones “revela las dificultades de una transición de regreso a la solvencia federal”.

El plan para salvar la seguridad social, verbigracia, exige a los trabajadores pagar el doble durante 45 años. Una vez, en forma de IVA a partir de 12%, para solventar jubilaciones según el sistema actual. Otra, para constituir cuentas personales que, luego, se invertirán obligatoriamente en una cartera indexada de bonos y acciones. Por su parte, Medicare y Medicaid irán siendo reemplazados por la distribución de vales, pagables a prestadores privados.

En síntesis, el libro propone una total privatización de las prestaciones sociales, que se convertirán en negocios o, sencillamente, se reducirán drásticamente. Cabe preguntarse, como lo hace Beattie, qué congreso pasaría semejantes medidas. Pero los autores no se detienen en esos detalles ni explican qué aporté harían empresas, bancos y otros negocios, quizá porque el libro lleva el sello del MIT.

Hasta ese punto, hay ideas interesantes. Pero los problemas surgen cuanto se trata de hacer digestibles las propuestas al lector lego. En teoría, el dúo formado por Kotlikoff –un impresionante académico de la universidad de Boston- y Burns (un columnista bursátil) debiera combinar rigor con claridad expositiva.

En vez, “incurre en una escritura a menudo frívola, con recursos tan simplones como ‘¿le gustaría saber que segmento de población crece más rápido? Sí, los mayores de 85’ o idioteces como ‘Los centenarios aumentan al mismo ritmo que los imitadores de Elvis Presley’. Todo, en un inglés deficiente”.

Tampoco se logra traducir la gravedad de los retos, pues “los autores se pierden en excesos retóricos poco substanciales. Así, dan por inevitable un futuro de inflación galopante, mientras los gobiernos imprimen moneda para eludir obligaciones”. Eso “deja afuera los bancos centrales independientes y su acción correctora. En cuanto a sus recetas contra el pánico de los inversores, por ejemplo comprar oro, son todavía más alarmistas”.

El párrafo de arriba proviene de un comentado firmado por Alan Beattie en el “Financial Times”. En efecto, no hace mucho Daniel Rostenkowski –diputado demócrata por Illinois- presidía una reunión del comité de Recursos cuando un grupo de chicagüenses jubilados irrumpió protestando contra el costo de ciertas prestaciones médicas. Tuvo que hacer evacuar la sala, invadida en el mejor estilo piquetero.

Escenas similares prevé “The coming generational storm” (La próxima tormenta generacional), libro de Laurence Kotlikoff y Scott Burns, editado por el MIT. Como lo admite Beattie “realmente se ciernen tremendos obstáculos en la tarea de asegurar la futura solvencia fiscal en las economías centrales”.

Las bombas de tiempo, de génesis demográfica, están armándose en seguridad social, el sistema jubilatorio y, particularmente, en los programas de asistencia Medicare y Medicaid para ancianos y pobres, respectivamente. Una población que envejece y los crecientes costos de atención proyectan ya déficit galácticos en las finanzas federales, estaduales y municipales. A su lado, los actuales rojos fiscales son una fruslería.

Por supuesto, la obra remite al trabajo demoestadigráfico hecho en 2003 por Jagdish Gokhal y Kent Smetters (sólo este medio sacó una síntesis en Argentina). A valores corrientes, la brecha entre gastos e ingresos futuros se acercará a los US$ 45 billones anuales… en la octava década del siglo XXI.

Eso equivale a cuatro PBI norteamericanos de 2004, a valores nominales. Pero el futuro colapso –recuerdan los autores- amenaza también a Japón y la Unión Europea, cuyas poblaciones se verán ante los mismos problemas demográficos y etarios. Por supuesto, es fácil asustarse ante esas matemáticas. En verdad, la mayor parte de tan prodigiosa brecha se refiere a 2080 y, volviendo sobre el siglo XX, es difícil predecir cómo será EE.UU. (si es que llega a esa época). Sin embargo, el libro aporta otras proyecciones.

Por ejemplo, EE.UU. debiera empezar ya mismo a aumentar impuestos o aportes sobre remuneraciones de población activa y doblarlos en tres decenios. De lo contrario, más allá de 2040 el gasto discrecional del fisco habrá caído 106% -un imposible absoluto- sólo para eliminar la brecha negativa. Aun sin llegar a 2040 ó 2080, ya el modelo Gokhal-Smetters pronostica que el problema comenzará a tener efectos durante la presente década. Primero, por el pase a retiro de toda una generación, producto de la explosión vegetativa de 1946 a 1953). Segundo, por el doble paquete de rebajas impositivas dictado por el gobierno de George W.Bush para 2001-12 (implica US$ 2,35 billones en menos ingresos fiscales).

Según apunta Beattie, “algunas soluciones de Kotlikoff y Burns son por lo menos practicables, en contraste con algunos propuestas que circulan alrededor de la Casa Blanca, cifradas en la desgravación total del contribuyente norteamericano”. Pero el costo de esas opciones “revela las dificultades de una transición de regreso a la solvencia federal”.

El plan para salvar la seguridad social, verbigracia, exige a los trabajadores pagar el doble durante 45 años. Una vez, en forma de IVA a partir de 12%, para solventar jubilaciones según el sistema actual. Otra, para constituir cuentas personales que, luego, se invertirán obligatoriamente en una cartera indexada de bonos y acciones. Por su parte, Medicare y Medicaid irán siendo reemplazados por la distribución de vales, pagables a prestadores privados.

En síntesis, el libro propone una total privatización de las prestaciones sociales, que se convertirán en negocios o, sencillamente, se reducirán drásticamente. Cabe preguntarse, como lo hace Beattie, qué congreso pasaría semejantes medidas. Pero los autores no se detienen en esos detalles ni explican qué aporté harían empresas, bancos y otros negocios, quizá porque el libro lleva el sello del MIT.

Hasta ese punto, hay ideas interesantes. Pero los problemas surgen cuanto se trata de hacer digestibles las propuestas al lector lego. En teoría, el dúo formado por Kotlikoff –un impresionante académico de la universidad de Boston- y Burns (un columnista bursátil) debiera combinar rigor con claridad expositiva.

En vez, “incurre en una escritura a menudo frívola, con recursos tan simplones como ‘¿le gustaría saber que segmento de población crece más rápido? Sí, los mayores de 85’ o idioteces como ‘Los centenarios aumentan al mismo ritmo que los imitadores de Elvis Presley’. Todo, en un inglés deficiente”.

Tampoco se logra traducir la gravedad de los retos, pues “los autores se pierden en excesos retóricos poco substanciales. Así, dan por inevitable un futuro de inflación galopante, mientras los gobiernos imprimen moneda para eludir obligaciones”. Eso “deja afuera los bancos centrales independientes y su acción correctora. En cuanto a sus recetas contra el pánico de los inversores, por ejemplo comprar oro, son todavía más alarmistas”.

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