En el año 2001 la economía de Afganistán estaba en ruinas debido a una guerra de 20 años anterior a la invasión norteamericana en octubre de ese año. Desde 2001, Estados Unidos gastó US$ 2,26 billones en Afganistán, según cálculos del Costs of the War Project de la Brown University en Rhode Island. De esa cantidad, casi un billón fue consumido por el presupuesto para Overseas Contingency Operations del Departamento de Defensa. Otros US$ 530.000 millones suman los pagos de intereses sobre el dinero que el gobierno norteamericano tomó prestado para financiar la guerra.
No obstante esa inversión Afganistán sigue teniendo una de las economías formales más pequeñas del planeta. El año pasado el presidente Ashraf Ghani admitió que 90% de la población vivía con menos de US$ 2 diarios.
Mientras tanto, la economía ilícita, es enorme. Después de que las tropas norteamericanas expulsaran a los talibanes en 2001, Afganistán cimentó su lugar como principal proveedor mundial de opio y heroína. Ese negocio probablemente haga surgir otra vez victoriosos a los talibanes. Para colmo, el ejército que se suponía debía proteger al gobierno, ahora colapsó . El presidente Ashraf Ghani huyó del país y los talibanes se sacan selfies detrás de su escritorio.
Esto es lo que la inversión de US% 2 billones ha dado como resultado para Estados Unidos: un final caótico y humillante para los 20 años que duró la guerra.
Desde 2001 Estados Unidos se apropió de más de US$ 144.000 millones para la reconstrucción afgana. Gran parte de ese dinero fue a manos de contratistas privados y ONGs a quienes el gobierno norteamericanos les encargó la tarea de implementar programas y proyectos para crear fuerzas de seguridad, mejorar el sistema de gobierno, ayudar al desarrollo económico y social y combatir las drogas ilícitas.
El fracaso más importante de esos esfuerzos de reconstrucción — y el más caro – fueron los US$ 88.300 millones gastados en capacitar y equipar al ejército afgano desde mayo 2002 hasta marzo de este año. El ejército afgano debía repeler a los talibanes y otros grupos armados como Al Quaeda y ISIL que significaban una amenaza existencial asl gobierno afgano respaldado por Estados Unidos. Pero la rapidez con que los 300.000 efectivos depusieron las armas frente al avance de l os talibanes puso de manifiesto la poca fe que los soldados del país tenían en la institución a la que servían y al gobierno nacional que habían jurado defender.
Sin duda los factores culturales e históricos de Afganistán ayudaron a generar este resultado pero el deficiente control de los esfuerzos norteamericanos también tienen una gran cuota de responsabilidad.