China tiene el doble de reservas de shale gas (gas de esquisto) que Estados Unidos, pero se calcula que la producción comercial no comenzará hasta por lo menos dentro de tres años. Deben superar obstáculos geológicos y unja estructura industrial sumamente inflexible. Por lo tanto, estiman analistas, el boom del shale gas en China deberá esperar, tal vez varias décadas.
Mientras tanto, empresas chinas han invertido US$ 5.500 millones en petróleo de esquisto (de difícil extracción) y shale gas en Estados Unidos a través de operaciones conjuntas con empresas locales, según datos de la U.S. Energy Information Administration. “No buscan desarrollar el gas para obtener ganancias sino para aprender la tecnología”, dice el economista Aloulou Fawzi. “Además de aprender la tecnología quieren tener un socio que los pueda ayudar más tarde a desarrollar sus propios recursos domésticos de shale gas”.
No son sólo firmas chinas las que están participando del boom en Estados Unidos. Cerca de 20% de los US$ 133.700 millones invertidos en yacimientos de gas y petróleo de esquisto desde 2008 a 2012 vino de afuera. Hasta la fecha, de Asia, empresas japonesas invirtieron US$ 5.300 millones ; empresas indias, US$ 3.550 millones y coreanas US$ 1.550 millones. De Europa, empresas británicas han invertido US$ 3.950 millones; empresas francesas US$ 4.550 millones y noruegas US$ 3.380 millones. Fawzi cree que las empresas europeas tienen aspiraciones diferentes de las chinas. Según él, tienen mucho efectivo para reciclar pero no tantas oportunidades oportunidades de desarrollo en el resto del mundo.
Lo curioso es que los socios norteamericanos en estos joint ventures no han sido los gigantes energéticos como ExxonMobil sino jugadores independientes y medianos como Pioneer Energy Services, Chesapeake Energy y Hunt Oil. “Las empresas extranjeras, especialmente las asiáticas, están aprendiendo las técnicas, mientras las empresas de petróleo y gas sin bolsillos profundos pueden resolver algunos de sus problemas financieros”, añade Fawzi.