La nueva versión de la Estrategia de Seguridad estadounidense, documento generado en la Casa Blanca ocupada por Donald Trump, señala que Estados Unidos confronta dos potencias “revisionistas”, China y Rusia, que buscan cambiar el escenario mundial en detrimento de la influencia de EE.UU.
Lo curioso es que el documento detalla cómo se confrontará con las ambiciones económicas y comerciales de China, pero se mantiene en silencio en torno a la guerra cibernética y de tecnologías de la información que parece preferir Moscú.
La nueva estrategia es el eje del discurso presidencial de hoy. Refleja a un mundo enfrentado y trabado por una incesante competencia económica. Situación que torna irrelevante que EE.UU se concentre en promover la democracia, como lo hizo en las últimas décadas. Es necesario concentrarse –dice el texto del documento- en la competencia económica y en la seguridad del territorio nacional.
Porque “China y Rusia pretenden que las economías sean menos libres, con menor equidad, expandir su potencial militar, y controlar la información para que sus sociedades nacionales sean menos libres y de paso expandir su influencia.
Voceros presidenciales insisten en definir el documento como un realismo de principios en un mundo ultra competitivo.
La visión de las dos potencias rivales parece un resurgimiento de los tiempos de la “Guerra Fría”, que ya se pensaba parte de la historia. Un mundo en el que campea la competencia, y donde todos olvidan la cooperación.
Se insiste en que “EE.UU debe repensar las políticas de las dos últimas décadas, centradas en que al incluir a los principales rivales en las organizaciones internacionales, los transformaría en actores de buena fe, confiables”. Como remata el documento: “Una premisa falsa”.
En cuanto a la democracia, cada estado debe decidir cómo se quiere gobernar –establece la nueva política- mientras que las relaciones económicas deben ser el centro de la actual administración.