EE.UU. bordea la acción militar en Siria

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Bombardeos a Siria ejecutados en los últimos días por Israel empujaron el “sentido de urgencia” de Washington sobre una posible intervención militar. Ya Obama lo había dejado entrever durante su visita a México.

Ha sido la ofensiva israelí, antes que la confusa denuncia en la ONU sobre la introducción de armas químicas en el conflicto por parte del régimen de Bachir al Asad, la que arrinconó las vías diplomáticas que el presidente norteamericano se propuso antes de ordenar una acción que puede tener graves consecuencias: la situación tambalea en el borde de la línea roja que había advertido no cruzar.
“Si esas armas químicas han sido utilizadas, lo más probable es que haya sido por parte del régimen”, admitió el portavoz de la Casa Blanca, Jay Carney. 
El riesgo de que proliferen  en Siria contribuye a incrementar la preocupación general por las consecuencias de ese conflicto, más en Washington que en cualquier otro lugar, ya que la Administración norteamericana se encuentra en pleno proceso de decidir el siguiente paso a dar en Siria, que de forma cada día más clara se vislumbra como un paso de carácter militar.
El vicesecretario de Estado, William Burns, había asegurado este fin de semana que “es necesario trabajar más intensamente con los aliados y con la oposición para acelerar la salida de Asad mientras siga quedando algo de Siria por salvar”, y reconoció “la urgencia de actuar a medida que crecen los costes humanos y estratégicos”.
Sin embargo, la política oficial no se aparta de confirmar los datos obtenidos por los servicios de inteligencia sobre el uso de armas químicas. “Creo que la sociedad puede esperar que, cuando el Gobierno tiene que tomar una decisión que puede poner en riesgo vidas norteamericanas, lo haga teniendo la certeza de por qué se hace y de forma responsable”, declaró el portavoz de la Casa Blanca.
El lobbyng judío en Nueva York presiona para que los errores de Irak no frenen una intervención en Siria. Y desde que prometió en agosto del año pasado que no toleraría el uso de armas químicas, quedó políticamente embretado.
Abocado, aparentemente, por un camino sin retorno, Obama intenta construir el marco internacional adecuado para una intervención militar con las mayores garantías de éxito. El punto más delicado en esa estrategia es Rusia, a donde hoy llega el secretario de Estado, John Kerry, para entrevistarse con el presidente Vladimir Putin y tratar de vencer la resistencia de ese país a derrocar a Asad.
La posición de Rusia sobre Siria, donde mantiene su última base militar en el extranjero, ha ido evolucionando en los últimos meses en el sentido de marcar distancias con Asad, pero aún no parece preparado para contribuir a su derrocamiento, y muchos menos para hacerlo mediante el uso de una fuerza internacional.
EE.UU. y Rusia tienen algunos intereses comunes en Siria, como el deseo de evitar el surgimiento de grupos islámicos radicales o la propagación de armas químicas. En ese terreno compartido tendrá que intentar moverse Kerry para que Moscú, al menos, deje hacer a EE.UU. sin una frontal oposición.
Otros aliados imprescindibles serán los gobiernos árabes, menos manejables hoy que en otros tiempos, y que pueden interpretar un ataque a Siria como un conflicto regional, sobre todo si Israel está por medio.
En el plano militar, los riesgos parecen menores: “Si Israel ha podido penetrar con tanta facilidad las defensas antiaéreas sirias, ¿por qué no puede hacerlo EE.UU.?”, preguntó ayer el senador John McCain, que encabeza un grupo de influyentes congresistas que presionan a la Administración para que actúe sin más dilación.
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