Economía y medio ambiente no deben verse como temas separados

La economía y el medio ambiente no deben verse como entidades separadas, sino como sistemas interdependientes, porque las decisiones económicas de hoy tienen un impacto directo en el clima de mañana.

27 noviembre, 2023

 

El panorama económico global siempre ha estado en constante evolución, adaptándose y reconfigurándose ante los desafíos emergentes. En los últimos años, y especialmente tras la pandemia, hemos sido testigos de cambios significativos que perfilan un 2024 marcado por tendencias que no solo impactan en las cifras macroeconómicas, sino también en la vida cotidiana de las personas y las decisiones de negocios.

La realidad económica de 2024 se configurará en un balance entre tendencias que evolucionan de problemas antiguos y nuevos desafíos emergentes. Estos no son solo adaptaciones de problemáticas ya conocidas, sino que son el reflejo de un mundo en constante cambio, donde elementos como la tecnología, el medio ambiente o la geopolítica juegan roles cruciales.

En ese sentido, Joan Torrent, catedrático de Economía de la UOC, habla de grandes cambios como “el regreso de la producción a los países de origen”, un movimiento que se explica, en gran parte, por la transformación digital y que supone uno de los pilares que marcarán la economía del próximo año.

1. Desigualdad

La desigualdad económica, siempre presente en las discusiones internacionales, ha alcanzado niveles preocupantes en los últimos tiempos. Según el Informe sobre las desigualdades globales elaborado por Oxfam, en 2020 el 1% de la sociedad más rica del mundo poseía más del doble de riqueza que 6.900 millones de personas, una situación que se agravó con la pandemia.

En este contexto, Joan Torrent destaca la necesidad de examinar el rol de las economías emergentes, con especial atención en el grupo BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica). Según Torrent, este bloque “ahora ostenta más poder adquisitivo que muchos ricos del resto del mundo”, un hecho que añade complejidad y «desorganización» al entendimiento de una tendencia profunda: la creciente desigualdad.

Las economías BRICS, a pesar de su rápido crecimiento y aumentada influencia en la escena global, todavía enfrentan importantes desafíos de desigualdad, no solo a nivel económico, sino en referencia al acceso a servicios básicos, educación u oportunidades de empleo de calidad. Frente a este panorama, el catedrático de la UOC señala con preocupación que se está haciendo poco para solucionar el problema” y recuerda que esta situación tiene repercusiones en otras esferas. En este contexto, en 2024, las naciones deberán buscar fórmulas para abordar este desnivel social, tanto internamente como en su interacción con la economía global.

2. Emergencia climática

La desigualdad, como bien apunta Torrent, no se manifiesta únicamente en términos de riqueza y oportunidades; tiene consecuencias palpables en otros ámbitos, siendo el medio ambiente uno de los más afectados. Esta intersección entre economía y ecología nos lleva a una reflexión profunda sobre la emergencia climática y las respuestas que se están ofreciendo desde el ámbito económico, especialmente en un momento de crisis.

El catedrático de la UOC plantea cuestiones cruciales: “¿Qué pasa con toda la emergencia climática y la respuesta económica que se da en un contexto de crisis? ¿Cómo se está generando una desorganización climática, desde la perspectiva de la actividad económica?

Estas preguntas nos invitan a reflexionar sobre la influencia de las decisiones económicas que, tomadas bajo presiones inmediatas, pueden estar exacerbando la crisis climática y precipitando fenómenos como las extremas olas de calor de este verano, las sequías persistentes o los demoledores incendios.

Las palabras de Torrent nos recuerdan que la «desorganización climática» no es únicamente el resultado de prácticas industriales o decisiones políticas aisladas, sino también de un sistema económico que, en muchas ocasiones, prioriza el crecimiento inmediato sobre la sostenibilidad.

Para 2024, es esencial que la comunidad global reconozca y aborde esta dicotomía. La economía y el medio ambiente no deben verse como entidades separadas, sino como sistemas interdependientes, porque las decisiones económicas de hoy tienen un impacto directo en el clima de mañana.

La economía y el medio ambiente no deben verse como entidades separadas, sino como sistemas interdependientes, porque las decisiones económicas de hoy tienen un impacto directo en el clima de mañana.

3. Transformación digital

La revolución digital está llevando a las economías y las sociedades a replantearse no solo la forma en que producen, sino también dónde y cómo lo hacen. Una parte esencial de este cambio está ligada a la introducción de procesos de robótica e inteligencia artificial (IA).

Joan Torrent arroja luz sobre esta tendencia al afirmar que la “introducción de procesos de robótica e IA hace que muchas multinacionales se estén planteando devolver parte de sus procesos productivos cerca de su núcleo”. Esta relocalización se deriva de una lógica pragmática: “no tiene sentido producir bienes y servicios basados en datos en un lugar muy alejado donde la mano de obra no está especializada”.

Esta dinámica no solo representa un cambio en la distribución geográfica de la producción, sino que también refleja la creciente importancia de combinar la tecnología avanzada con la especialización laboral. En un mundo donde la IA y la automatización juegan un rol crucial, la ubicación y la infraestructura tecnológica se convierten en factores tan determinantes como el coste de la mano de obra.

No obstante, es importante señalar que esta reconfiguración del paisaje laboral, impulsada por la automatización y la IA, no significa necesariamente una pérdida neta de empleos. El crecimiento de la economía digital trae consigo una amplia gama de oportunidades. En 2024, uno de los retos para la sociedad es formarse debidamente para poder afrontar los grandes cambios estructurales del mercado laboral.

4. Reconsideración de las cadenas globales de valor

El concepto de globalización, tal y como lo conocíamos, ha experimentado una transformación profunda. Joan Torrent lo sitúa en el marco de la «reglobalización», identificándola como “otra tendencia de fondo que continuará en 2024”. Esta reglobalización no es una mera continuación de las dinámicas anteriores, sino una reconfiguración completa de cómo entendemos y operamos dentro de la economía global.

Desde la pandemia, y posiblemente un poco antes, se ha estado cuestionando la estructura y viabilidad de las cadenas globales de valor. La fase acelerada de globalización que dominó hasta la crisis de 2008 ha concluido, y como señala Torrent, “ahora todas las empresas grandes se están replanteando todo su sistema de producción”. Esto no es un cambio menor; representa una reconsideración y redimensionamiento del proceso de globalización en su totalidad.

Este replanteamiento tiene implicaciones directas en la dinámica de la desigualdad. Al regresar la producción a sus lugares de origen, muchas empresas desplazan a trabajadores en regiones que habían dependido de la producción externalizada, lo que Torrent describe como “añadir más leña al fuego al problema de la desigualdad”.

 

4+1. Poder de mercado: una emergencia social de desigualdad entre empresas

A las cuatro tendencias que marcarán la economía en 2024, según Torrent, el catedrático de la UOC considera importante sumarle un quinto elemento: el aumento del poder de mercado.

El panorama económico global actual destaca no solo la desigualdad entre individuos y territorios, sino también una creciente “emergencia social de desigualdad entre empresas”. Según Joan Torrent, estamos presenciando cómo las “grandes súper stars globalizadas”, un grupo compuesto por medio millar de grandes corporaciones, están incrementando su dominio a nivel mundial. Estas entidades no solo crecen en tamaño, sino que también se vuelven más innovadoras y eficientes, ampliando la brecha con respecto a las empresas más pequeñas de sus sectores.

Esta expansión incesante representa “un océano de problemas” para la economía global. Como evidencia, Torrent apunta que “Occidente hace 15 años que no crece lo que debería” y señala múltiples problemas asociados, como la falta de movilidad laboral y el aumento de la desigualdad, dificultades directamente relacionadas con el poder de mercado de estas inmensas corporaciones.

Aunque el debate sobre el poder de mercado y las grandes empresas no es nuevo, la situación actual presenta matices distintivos. Las mega corporaciones de hoy no solo son enormes, sino que también ostentan un poder tan inmenso que pueden desafiar e incluso ignorar las directrices de Estados o entidades como la UE. Años atrás, se promovía divisiones y regulaciones para mejorar la eficiencia, pero hoy día, muchas de estas corporaciones ya son altamente eficientes. Este panorama representa un desafío monumental para la política económica, pues, como Torrent afirma, “no está claro qué hacer ante esta situación”, pero es evidente que este nivel de poder de mercado es perjudicial”.

La disparidad entre empresas surge como un nuevo agente de desigualdad en el panorama económico. Esta problemática está estrechamente ligada a la capacidad de las Pymes de competir en la era de la inteligencia artificial. Como Torrent destaca, “las Pymes no enfrentan un desafío con el big data, sino con el data” (producción de datos), ya que no todas las pequeñas y medianas empresas están preparadas para crear valor a partir de su información, al menos no en un horizonte tan cercano como el 2024.

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