viernes, 26 de diciembre de 2025

Economía en pausa: la paradoja del crecimiento aparente

El informe del INDEC sobre el Estimador Mensual de Actividad Económica de agosto revela un crecimiento estadístico sin impulso real. La política económica enfrenta el límite de su propio ajuste.

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El Instituto Nacional de Estadística y Censos informó que la actividad económica creció 2,4% interanual en agosto de 2025. A primera vista, el dato parece positivo: es el octavo mes consecutivo con variación anual en alza. Sin embargo, un examen más detenido del informe oficial muestra un fenómeno recurrente en la economía argentina: los números mejoran, pero el país no.

La serie desestacionalizada del Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE) creció apenas 0,3% respecto de julio, mientras que la tendencia-ciclo —indicador que refleja la dirección subyacente de la economía— volvió a caer (-0,1%). En otras palabras, el repunte interanual se explica más por la baja base de comparación de 2024 —un año recesivo— que por una expansión genuina de la producción.

Crecimiento sin motor productivo

El informe del INDEC muestra que diez de los quince sectores que integran el EMAE registraron subas. Sin embargo, el impulso se concentró casi exclusivamente en la intermediación financiera (26,5%) y en la explotación de minas y canteras (9,3%), actividades que poco tienen que ver con la economía real de consumo y empleo. La industria manufacturera, por el contrario, cayó 5,1% interanual, y el comercio mayorista y minorista retrocedió 1,7%, restando en conjunto más de un punto al crecimiento general.

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Se trata de un patrón de recuperación sesgada, donde los sectores vinculados al sistema financiero o a la exportación de recursos primarios crecen, mientras la producción y el consumo interno se estancan. El resultado es una economía que muestra expansión estadística sin dinamismo social: el crecimiento no se traduce en bienestar, sino en concentración.

La política del ajuste prolongado

Los datos de agosto confirman que la política económica vigente —centrada en la reducción del gasto público y la estabilidad nominal— logró contener parcialmente la inflación, pero al costo de una caída persistente en la actividad productiva. La industria manufacturera acumula cuatro meses consecutivos de contracción, mientras la construcción y el comercio muestran variaciones marginales.

La economía se estabiliza, pero a un nivel bajo. El Gobierno celebra el orden fiscal, pero el orden no sustituye al desarrollo. Sin crédito interno, sin estímulo a la inversión y con un mercado laboral que no absorbe empleo nuevo, la estabilización corre el riesgo de transformarse en parálisis.

El espejismo financiero

La intermediación financiera, el sector con mayor crecimiento interanual, explica buena parte del aumento del EMAE. Sin embargo, este auge refleja la rentabilidad de los instrumentos financieros en un contexto de tasas altas y dolarización parcial, no una expansión del crédito productivo. El sistema financiero crece sobre sí mismo, desconectado del resto de la economía.

En este sentido, el informe del INDEC funciona como radiografía de una paradoja: los sectores que sostienen el crecimiento estadístico son los mismos que menos aportan a la generación de empleo, valor agregado o exportaciones diversificadas. La minería —particularmente el litio— muestra un avance real, pero su impacto en el entramado productivo nacional aún es limitado.

Más allá de los números

Desde el inicio de 2025, el EMAE acumula un alza de 5,2% respecto del mismo período del año anterior. Sin embargo, este número oculta fuertes disparidades regionales y sectoriales. La economía argentina parece avanzar con un solo motor, mientras los demás se apagan.

Si se observa la evolución mensual, la tendencia es clara: la actividad crece a tasas decrecientes. Tras aumentos del 6% en el primer semestre, el ritmo se redujo a la mitad en los últimos dos meses. El ciclo de recuperación estadística parece haber llegado a su techo, sin señales de un nuevo impulso.

Un modelo agotado

El informe del INDEC no es un diagnóstico político, pero sus datos revelan el límite de una estrategia económica centrada en el equilibrio fiscal y la desregulación. La estabilidad sin crecimiento no se sostiene: tarde o temprano, la falta de actividad erosiona la recaudación, el empleo y el consumo, devolviendo la presión sobre las cuentas públicas.

El desafío para la política económica es reconstruir una agenda de desarrollo que supere la lógica del ajuste perpetuo. Argentina necesita una estrategia que recupere la inversión industrial, el crédito a las pymes y el poder adquisitivo de los salarios. Sin esos pilares, la estabilidad será apenas un respiro estadístico antes de la próxima crisis.

 

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