Uno de los analistas políticos más serios y prestigiosos, miembro de la Academia de las Letras de Brasil, Merval Pereira, en su columna diario del periódico O Globo, resucitó la hipótesis de que Lula vuelva a presentarse dentro de un año y medio a la presidencia de su país, en vistas de que podría peligrar la reelección de Dilma Rousseff.
No obedece a las dificultades del actual gobierno para encauzar la economía, prácticamente estancada y acuciada por la inflación, sino a que dentro del partido socialista asoman precandidatos, como el pernambuquense Eduardo Campos, que quieren disputarle a la Presidenta la cabeza de la fórmula suprema.
Campos, de 41 años, midió muy bien, lo mismo que la ecologista Marina Silva y el senador opositor Aecio Neves, lo cual, de presentarse los tres el año próximo, llevaría a una segunda vuelta, con la posibilidad de unir sus votos y destronar a Dilma.
Lula apela a la amistad con Campos para pedirle que apoye la reelección y espere su momento en el 2018, cuando apenas contará con 46 años. Y ahora se duda que el gobernador de Pernambuco, un feudo tradicional del expresidente metalúrgico, sea de la partida.
Según el columnista Pereira, de repente Campos parece haber detenido su campaña. Escribe al respecto: “Diversas teorías de la conspiración están en la boca y en la cabeza de los políticos, pero la que más casa con el imaginario es la posibilidad de que Lula se presente”.
Su teoría es que “sólo existe ya una posibilidad de que Campos se retire de la competición sin perder su credibilidad: que Lula pueda ser candidato en vez de Dilma”, añade: “Según esa teoría, el gobernador habría recibido el recado de Lula pidiéndole que se lo pensase bien antes de presentar su candidatura oficialmente”.
De acuerdo con esa hipótesis, la tesis de Lula sería la siguiente: Dilma es hoy la candidata del PT, pero si mudasen las cosas y la candidatura de Lula se hiciese indispensable, ¿Campos sería capaz de enfrentarse a Lula en unas elecciones? Ni él ni nadie. Hasta la crítica revista Veja ha afirmado que una candidatura de Lula sería totalmente vencedora, ya que volvería como salvador de la patria.
Pereira añade: “En la medida en que la situación económica del país está empeorando, vuelve la hipótesis de la recandidatura de Lula. El movimiento es aún incipiente, pero real, y suficiente para actuar sobre las decisiones de Campos”.
Lula siempre había dicho que sería candidato “sólo si Dilma decidiese no presentarse”. Sin embargo, la presidenta es hoy una candidata con un 52% de los votos en las encuestas. El único problema para ella son sus relaciones políticas con el Congreso, no muy idílicas.
Los diputados y senadores siguen derrotando sus propuestas hasta el punto de haber recurrido días atrás a la misma opinión pública para que presione al Congreso, por ejemplo en la propuesta de privatizar los puertos, según Dilma “algo indispensable y urgente para el desarrollo económico del país”.
En el PT siguen pensando que Lula era mejor interlocutor. Dilma es más temperamental, más pragmática, exige prisa en las decisiones, lo que choca a veces con la idiosincrasia de su antecesor, que sabía, dicen los políticos,
” poner mejor la mano sobre el hombre, incluso de los adversarios”.
La candidatura de Lula no dejaría de crearle problemas, ya que él jugó todas sus cartas, incluso contra la voluntad de su partido, a favor de la candidatura de la que sería la primera mujer que presidiera el país. Volver a presentarse podría significar que considera el gobierno de su pupila un fracaso.
No deja de pesar que el PIB que en 2012 haya sido también el menor de Latinoamérica y de los Brics lo mismo que el aumento de la inflación para que haya cobrado fuerza una posible vuelta de Lula como candidato socialista a las presidenciales del año próximo.
La mandataria flaquea por el lado de la muñeca para conducir al oficialismo parlamentario, en lo interno, y para hacer equilibrios frente a los socios del Mercosur que no sólo buscan reposicionarse en las relaciones comerciales con los poderosos emergentes, como China e India, y los europeos en apuros, sino en la política interna, sacudida por la muerte del líder bolivariano Hugo Chávez y la débil legitimidad del gobierno que lo sucede en Venezuela.