El gobierno no podrá postergar este año una moderación del creciente desequilibrio fiscal. Aunque la estrategia sea moderar la mayor parte de las líneas de gasto, será en última instancia el trade-off subsidios/tarifas el que definirá la magnitud del ajuste, advierte Ecolatina en su ISE 962.
Si bien la corrección deberá ser abordada en el corto plazo, se deberán establecer criterios adecuados para administrar el costo del ajuste, completa.
Por caso, en lugar de aumentar la totalidad de las tarifas residenciales se podrían retirar los subsidios de manera segmentada, comenzando por los sectores de mayores ingresos y preservando aquellos más vulnerables.
Esta estrategia debería aplicarse ininterrumpidamente, a diferencia de la trunca “sintonía fina” de 2012.
Otra forma de evitar que los subsidios continúen presionando el gasto público es mantener constante su nivel en términos nominales de forma tal que se vean “licuados” frente a la inflación (se reduciría su peso en términos del PBI).
Hay diversas formas de encarar el problema. Lo claro es que cuanto más se postergue la solución, mayor tendrá que ser la corrección para que el efecto sea significativo.
Rojo
El año pasado, las cuentas públicas volvieron a cerrar con un rojo primario, deteriorándose respecto de años anteriores.
El importante crecimiento de las erogaciones es responsable de este deterioro, y en particular uno de los componentes que más preocupa son los subsidios, que en 2013 volvieron a acelerarse.
No es una novedad que buena parte del deterioro fiscal de los últimos años obedece al crecimiento de los subsidios. De hecho, en el período 2005-2013 pasaron de representar el 1% del PBI al 5% explicando más del 100% del deterioro primario.
Este peso significativo que tienen los subsidios para las cuentas públicas los hace ser el objetivo a recortar este año, principalmente los subsidios energéticos (3% del PBI). Sin embargo, un recorte de subsidios no será una tarea sencilla puesto que hay factores que generan complicaciones: la devaluación del tipo de cambio y el timing de las paritarias.
Si bien la corrección deberá ser abordada en el corto plazo se tendrán que establecer criterios adecuados para administrar el costo del ajuste. Lo que es claro es que cuanto más se postergue la solución mayor tendrá que ser la corrección para que el efecto sea significativo.
Fuerte aceleración del gasto
De cara a un año en el que la meta oficial es mantener bajo control el frente cambiario, el Ejecutivo desplegó diversas medidas destinadas a desactivar las expectativas de una nueva devaluación en el corto plazo (suba de tasas de interés, cambios en la regulación que obliga a los bancos a desprenderse de divisas, mayor liquidación de cerealeras, etc.).
Con cierta calma lograda en el frente cambiario, los próximos desafíos del gobierno son evitar que se desborden las paritarias y acotar el déficit fiscal.
En este último aspecto, los primeros datos del año no fueron alentadores: si bien la recaudación se aceleró, en enero el gasto primario creció 44% i.a., donde se destacó el importante crecimiento de las transferencias corrientes al sector privado, que mostraron la mayor suba en 60 meses y explicaron un tercio de la expansión de las erogaciones.
Esta dinámica del gasto no es compatible con una moderación del déficit fiscal. Por ello, si bien esperamos que exista un mayor control sobre las erogaciones (especialmente de capital, pero también corrientes) el gobierno tarde o temprano atacará el nudo gordiano del gasto: los subsidios energéticos.
Si bien el recorte de subsidios y el aumento de tarifas hace tiempo están en el centro de la agenda, las posibilidades de continuar postergando el ajuste son bajas, no sólo por el creciente peso que representan en el gasto público sino porque la emisión que sería necesaria para solventar otro año de tarifas estables puede perturbar la calma lograda en el frente cambiario.
Energía
El importante crecimiento que mostró el gasto público en los últimos años (+14 p.p. del PBI entre 2003 y 2013) impulsó con éxito la demanda agregada, pero el agotamiento de fuentes genuinas para financiarlo redundó en un importante crecimiento de la emisión.
De hecho, el año pasado, la asistencia del BCRA al Tesoro alcanzó 3,2% del PBI y pese a que la base monetaria se desaceleró respecto del 2012, su expansión se vio totalmente explicada por la asistencia al sector público.
En el arranque de este año la tendencia en materia de erogaciones parece persistir: en enero, el gasto primario creció 44%, el cual se vio fuertemente impulsado por el aumento de las transferencias corrientes al sector privado (donde es considerable el peso de los subsidios a empresas), que crecieron 73% i.a.
Si bien este resultado en parte obedeció al pago de la importante deuda flotante acumulada en el ejercicio 2013, si el objetivo del gobierno es acotar el rojo de las cuentas públicas esta dinámica no puede replicarse a lo largo del año.
La necesidad de acotar las erogaciones también se explica por un limitante legal: este año vencen los Adelantos Transitorios (AT) extraordinarios otorgados a partir de la modificación de la Carta Orgánica del BCRA de 2012, reduciendo prácticamente a la mitad los AT netos (de no mediar una nueva reforma de la Carta Orgánica).
Si bien el otro canal de emisión (las utilidades del BCRA) será mucho más voluminoso y compensará el limitante legal de los AT, en la suma el Tesoro contará con los mismos recursos nominales que en 2013.
Por estos motivos, recuperar la armonía entre la dinámica de los recursos y los gastos permitiría acotar el rojo fiscal y, vía una emisión más moderada, descomprimir tensiones en el frente cambiario.
Sin margen para incrementar todavía más la presión tributaria récord, la morigeración del déficit deberá llevarse a cabo vía una desaceleración del gasto. En este sentido, para 2014 prevemos que las erogaciones de capital se resentirán y las corrientes serán más acotadas, pero el principal eje de la moderación del gasto público serán los subsidios.
No es una novedad que buena parte del deterioro fiscal de los últimos años obedece al crecimiento de los subsidios. De hecho, entre 2005 y 2013 aumentaron su peso en 4 p.p. del PBI, la misma magnitud en que se deterioró el resultado primario nacional.
En 2013 los subsidios crecieron 37% i.a. y alcanzaron $ 140.000 M (5,1% del PBI). La principal causa de su aceleración correspondió al crecimiento de los giros energéticos (+48% i.a.), producto de la estabilidad de las tarifas de luz y gas, y los giros destinados a las empresas públicas (+52% i.a.).
Dentro de los primeros (3% del PBI) se destacaron los giros a CAMMESA (para el servicio de energía eléctrica) que se incrementaron 38% i.a. y los destinados a ENARSA (destinadas a comprar el gas importado para abastecer el mercado interno) que aumentaron 62% i.a. Por el lado de los subsidios a empresas públicas, las transferencias a AySA (+33% i.a.) y ARSAT (+75% i.a.) lideraron el aumento.
Por otra parte, si bien los subsidios al transporte (1,5% del PBI) crecieron respecto a 2012 (+20% i.a.) lograron mantenerse en niveles moderados.
En el caso de los giros a Aerolíneas Argentinas, éstos verificaron una contracción respecto de 2012 (-3% i.a.) mientras que los giros al Transporte Automotor (que incluyen las transferencias de la Unidad de Coordinación de Fideicomisos de Infraestructura) crecieron 7% i.a. desacelerándose en relación a 2012 (+29% i.a.).
En referencia a lo anterior, incluso en enero de este año se incrementaron las tarifas de colectivos en el Gran Buenos Aires, lo cual motivaría la moderación de los giros al transporte.
El significativo peso que actualmente tienen los subsidios energéticos para las cuentas públicas (y su potencial crecimiento en caso de mantener otro año de tarifas congeladas) los convierte en el objetivo a recortar este año.
Sin embargo, ésta no será una tarea sencilla puesto que hay factores que generan complicaciones: la devaluación del tipo de cambio nominal y el timing post-paritarias.
La suba del tipo de cambio registrada en enero impactará en la carga de subsidios energéticos, ya que sus costos están en buena parte (importación de gas y combustibles) ligados al dólar. De todas formas, en un escenario de menor actividad, las cantidades demandadas de importaciones energéticas podrían ser más acotadas facilitando la tarea de bajar la carga de los subsidios.
Por otra parte, el timing no es un tema menor: un ajuste tarifario es altamente probable post-paritarias (hacerlo antes presionaría aún más las cifras de los reclamos). Pero tampoco se haría mucho después de las mismas: dado el encarecimiento de las importaciones energéticas, cuanto más se tarde en actualizar las tarifas, menor será el impacto sobre el gasto público en el año.
Lamentablemente, recortar subsidios implica descongelar tarifas (principalmente de gas y luz), lo cual si bien tiene como beneficio acotar la emisión monetaria implica un golpe de precios en el corto plazo.
Todos estos elementos muestran que la tarea no será sencilla y que se requiere de mucha precisión (la quita de subsidios deberá ser segmentada para preservar a los sectores más vulnerables) y equilibrio (por el trade-off entre subas de tarifas y emisión).
Lo que también queda claro es que la postergación del problema tampoco es una solución.