<p>Estados Unidos, Japón, Alemania, Francia, Gran Bretaña, Canadá e Italia no convencieron con su llamado contra el proteccionismo comercial y financiero. En buena medida, porque Washington, Tokio y París están en algo más relevante: frenar olas de despidos y cierres de plantas. Pese a la dureza de Peugeot o Nissan-Renault y del sector informático.<br />
Italianos, franceses y alemanes buscaron salvar la cara del G-7 ante la ofensiva del G-20 (donde militan Rusia, China, Brasil y otros emergentes, pero no España). Este grupo ni siquiera estima viable al G-8 (el G-7 más Moscú) y trata de substituirlos a ambos.<br />
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Fue significativo que Timothy Geithner, en su estreno internacional como secretario del Tesoro, se esforzara más en eludir críticas a su antecesor (Henry Paulson) o a Benjamín Bernanke (Reserva Federal) que en explicar su política respecto de activos tóxicos. Máxime con Francia atacando los fondos de cobertura y el negocio de derivativos, que anteriormente fuera vapuleado por Angela Merkel.<br />
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Dos ortodoxos, Jean-Claude Junker (luxemburgués, Eurogrupo) y Jean-Claude Trichet (Banco Central Europeo) prefirieron apoyar al Fondo Monetario Internacional como posible timonel el una reforma financiera general. Curiosamente, el director gerente del FMI, Dominique Stauss-Kahn, cree que ese papel le cabe al Banco de Ajustes Internacionales (BAI) y a la comisión de Basilea.<br />
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Otro que se empeñaba en tareas casi imposible era Pascal Lamy, presidente de la Organización Mundial de Comercio. Este francés, otrora adalid de subsidios agrícolas (Unión Europea, EE.UU., Japón) todavía vigentes, quiere revivir la ronda Dohá y frenar el neoproteccionismo. </p>
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Después de Roma: ¿se diluye el grupo de los Siete?
Mientras los italianos Giulio Tremonti y Mario Draghi pedían reformas serias, el G-7 optó por pálidas exhortaciones al crecimiento, contra el proteccionismo y los activos tóxicos. Pero EE.UU. aportará dos billones de dólares para salvar a bancos (y a banqueros).