<p>Por supuesto, lo de Sanders es un problema: impide reunir la mayoría de sesenta senadores para ratificar a Bernanke. Este gesto es un ataque por elevación al presidente y a Timothy Geithner, secretario de hacienda y ex director de la RF. Justamente, mientras el aumento de tropas en Afganistán –otra guerra perdida de antemano- daña la imagen pública de Barack Obama.</p>
<p>El desplante del demócrata independiente no sólo afecta a Bernanke. También pone en primer plano el creciente descontento legislativo ante una recesión dura de domeñar. No tanto en términos de producto bruto interno (+2,8% anual en julio-septiembre), sino de un desempleo que afectaba en octubre a 10,2% de la población activa.</p>
<p>En este escenario, de pronto, dos ex asesores claves de George W.Bush salen a aplaudir la política bélica de Obama. Se trata del predicador fundamentalista Karl Rove y de Robert Kagan, cerebro del “siglo atlántico” (alianza Estados Unidos-Gran Bretaña, 2001) y de la acción psicológica para justificar la invasión a Irak. Por el contrario, un liberal –en el sentido anglosajón- como Thomas Friedman es mucho más sensato: sugiere evacuar por fases, estilo Bagdad, y negociar con los jefes tribales.</p>
<p>Pero Washington recibió otra mala noticia: aquel grupo bipartidario de diputados pide la renuncia de Geithner y Bernanke. Esta postura contradice una votación en el comité de finanzas –hace dos semanas- donde, por 43 contra 26, se aprobó sorpresivamente una enmienda a la reforma financiera… en favor de la RF. Si bien no directamente de su jefe, figura poco simpática en el Capitolio. <br />
</p>
Desde esta semana, Benjamin Bernanke juega su destino
La clave no es que el senado lo confirme para 2010-13 en la Reserva Federal, pese al disenso de Bernard Sanders, legislador socialista (sic) de Vermont. Ahora, un grupo bipartidario promueve reformas que no limitarán la autonomía del banco central.