<p><strong>Repercusiones en Occidente</strong><br />
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Las repercusiones de los recientes aumentos de salarios en China, junto con el rápido crecimiento económico del gran país asiático y en otras economías emergentes, se sintieron esta semana en Francfort, Alemania, sede del Banco Central Europeo. El jueves, el BCE subió las tasas de interés por primera vez en tres años, inicialmente sólo entre 0,25 y 1,25%. Jean-Claude Trichet, su actual presidente, citó riesgos inflacionarios ocasionados en parte de “fuerte crecimiento económico en los mercados emergentes” además de “amplia liquidez a escala global, que podría generar todavía más aumentos en el precios de los combustibles”.<br />
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No es sólo el BCE que mira a China y ve un futuro más inflacionario. El Banco Popular de china, el banco central, elevó las tasas por cuarta vez desde octubre, además de tomar otra medida contra los aumentos de precios. Se espera que le sigan otras para finales de años.<br />
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El Fondo Monetario Internacional expresó su preocupación en el reciente <em>World Economic Outlook</em> por la escasez de petróleo, que combinada con el rápido crecimiento en economías emergentes con producción intensiva de petróleo, podría seguir empujando los precios del petróleo más arriba año tras año.<br />
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Los políticos temen que en el futuro las economías avanzadas podrían verse acosadas por importaciones cada vez más caras porque el rápido crecimiento hace subir tanto los salarios como el precio de los <em>commodities </em>necesarios para fabricar bienes. En un mundo así la mayor inflación importada debería ser compensada por menor inflación doméstica – o los gobiernos tendrían que aceptar una aceleración general en los aumentos de precios.<br />
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En una conferencia pronunciada el mes pasado, Spencer Dale, economista jefe del Banco de Inglaterra, mostró una particular preocupación: “no es probable”, dijo, “que las presiones inflacionarias en China sean equilibradas por una correspondiente depreciación en el valor de su moneda”.<br />
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Pero según otros economistas, hay tres factores que mitigan el efecto potencial de los crecientes salarios chinos.<br />
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Primero, una mano de obra más cara en China sigue representando sólo una fracción del precio final de los bienes vendidos en Europa y Estados Unidos. El profesor Prasad dice que el valor de los bienes exportados de China que realmente se crea en el país es apenas de 10 a 15%. “El bajo valor agregado implica que aun un aumento significativo en los costos laborales chinos no agregan mucho al costo final de las exportaciones procesadas.”<br />
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Segundo, Los niveles chinos de productividad no están estáticos. Han aumentado en los últimos 20 años, permitiendo a las empresas aumentar los sueldos sin subir significativamente los precios finales. Gavekal Dragonomics, consultor económico asentado en Beijing y Hong Kong, dice que los exportadores chinos han ascendido en la cadena de valor y sus puestos y autopistas son casi tan sofisticados como los del mundo desarrollado, permitiendo que las exportaciones aumenten a pesar de los aumentos de salarios.<br />
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Tercero, a medida que aumentan los sueldos en China, parte de la producción se trasladará a economías de menores sueldos, manteniendo así bajo el precio global. Li & Fung, por ejemplo, informaron a finales de marzo que había mudado parte de su producción de ropa a Bangladesh, Vietnam, Indonesia e India.</p>
<p>La última señal de que las cosas se están moviendo con demasiada velocidad se tuvo hace pocos días, cuando el banco central chino ordenó a los mayores bancos que apartaran más cantidad de reservas en efectivo.<br />
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La medida reduce esencialmente la cantidad de dinero disponible para préstamos y es un intento de enfriar la economía. Se produce después que el gobierno anunciara que la economía china crecía a una tasa anual de 9,7%, por lejos la mejor <em>perfomance </em>entre las más grandes economías del mundo. Como China es hoy la segunda economía mundial después de Estados Unidos, y como el país ha sido la principal fuente de crecimiento global durante los últimos dos años, sus problemas con el dinero pueden repercutir desde <em>Wal-Mart </em>hasta <em>Wall Street</em> y el resto del mundo.<br />
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La inflación alta hace peligrar el estatus de China como taller barato del mundo. Y si los esfuerzos del gobierno para combatirla hacen tambalear la economía, eso podría empañar el panorama para las empresas internacionales — sean multinacionales como <em>General Electric</em> o mineras de cobre en Chile — que hasta ahora contaban con China para crecer.<br />
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Dentro de China, la inflación también plantea un peligro para la estabilidad social, una gran preocupación para Beijing, especialmente desde que gobiernos autoritarios en Noráfrica y Medio oriente se han convertido en foco de levantamientos populares.<br />
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Los precios de los alimentos están por las nubes y el gobierno acaba de decir que los precios al consumidor en marzo habían subido 5,4%, el aumento más marcado en casi tres años. En la esperanza de controlar la inflación, en los últimos seis meses Beijing aumentó las restricciones a los préstamos bancarios y aumentó las tasas de interés sobre esos préstamos (para desalentar a la gente que los solicite) y los depósitos (para aumentar el ahorro).<br />
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La decisión de elevar las reservas de capital para los bancos a 20,5% de su dinero, fue el cuarto aumento este año.<br />
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El gobierno también aumentó los subsidios agrícolas para detener los precios de los alimentos e intentó prohibir a algunas empresas chinas que suban los precios al consumidor. Esos esfuerzos contrastan con los que se realizan en Estados Unidos, donde la inflación es baja (la tasa de la inflación anual fue de 1,2% el mes pasado) y donde el debate se centra en cuánto estimular la economía ante la dimensión del déficit. La inflación también es baja en Europa, donde algunos países están imponiendo drásticas medidas de austeridad para reducir sus déficit presupuestarios.<br />
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Pero los analistas dicen que los resultados de estas medidas económicas han sido mezclados. El crecimiento comenzó a moderarse pero la inflación aumentó. Por ejemplo, los precios de la vivienda siguen subiendo aunque Beijing hace rato que viene prometiendo que controlará el mercado inmobiliario y gastará miles de millones de dólares en los próximos años para ofrecer vivienda barata.<br />
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Un departamento estándar en el centro de Shanghai cuesta ahora más de US$ 500.000. Aun en ciudades de segundo nivel como Chengdu, el precio de una vivienda tipo cuesta unas 25 veces más que el ingreso anual promedio de los residentes. <br />
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Los analistas dicen que una parte considerable del crecimiento del país sigue ligado al gasto inflacionario del desarrollo inmobiliario y la inversión estatal en caminos, ferrocarriles y otros proyectos de infraestructura.<br />
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Algunos de los factores inflacionarios, como los precios de los alimentos y <em>commodities</em>, están fuera de la influencia de Beijing. El precio de los combustibles también subió notablemente. En su carácter de mayor mercado mundial de automóviles, la demanda china de combustibles está por las nubes y el precio de la nafta está cercano a los US$ 4,50 el galón (US$ 3,82 a fines de 2009).<br />
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Los aumentos en los precios de los alimentos, mientras tanto, se manifiestan de varias maneras, que incluyen las cadenas de comidas rápidas como master Kong, que en enero subió 10% el precio de sus populares fideos instantáneos.<br />
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Este extraordinario boom de China comenzó a principios de 2009, durante la crisis financiera global, cuando Beijing se movió agresivamente para aumentar su crecimiento con un paquete de estímulos equivalente a US$ 586.000 millones y préstamos record otorgados por bancos estatales. <br />
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La laxa política monetaria y las grandes inversiones en proyectos del gobierno local, lograron revivir el crecimiento económico. Pero incluso entonces había preocupaciones sobre el aumento de las propiedades, el alegre otorgamiento de préstamos bancarios y las inmensas deudas que amasaban los gobiernos locales. <br />
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