El primero de ellos se titula Capitalism in Crisis. What Went Wrong and What Comes Next, escrito por el politólogo escocés y profesor de economía política Mark Blyth. Allí explica que desde el surgimiento de la democracia de masas, luego de la Segunda Guerra Mundial existió una tensión intrínseca entre capitalismo y política democrática; el capitalismo adjudica recursos mediante los mercados mientras que la democracia adjudica poder mediante votos.
Los economistas prefirieron siempre ver a los mercados como un ámbito que está más allá de la esfera política y ver la política como algo que obstaculiza lo que de otra forma sería un sistema que se acomoda solo. Y sin embargo, dice Blyth, la forma en que la política democrática y el capitalismo se acomodan uno al otro define el mundo de la actualidad.
El conflicto entre capitalismo y democracia moldeó nuestro mundo político y económico contemporáneo. En las tres décadas que siguieron a la Segunda Guerra Mundial la democracia fijó las reglas, dominando a los mercados con el establecimiento de leyes laborales protectoras, regulaciones financieras restrictivas y amplios sistemas de bienestar. Pero en los años 70 un capitalismo globalizado y desregulado, liberado de fronteras nacionales comenzó a cobrar fuerza. Hoy son los mercados de capitales y los capitalistas los que fijan las reglas que los Gobiernos democráticos deben seguir.
Pero ese dominio del capital provocó una reacción en contra. Cuando creció la desigualdad y se estancaron los salarios de la gente ?mientras los Gobiernos rescataban a las instituciones ricas a la primera señal de problemas? los pueblos se mostraron menos dispuestos a aceptar los costos del ajuste. Cita al historiador húngaro Karl Polanyi para decir que un “doble movimiento” se produce cuando quienes se sienten victimizados por los mercados reclaman al estado que los proteja. El surgimiento de Bernie Sanders y Donald Trump en Estados Unidos y el fortalecimiento de los partidos populistas en Europa son productos de esa reacción.
En The Rise of Capitalism el historiador alemán Jürgen Kocka brinda una concisa historia del capitalismo desde sus orígenes en el medioevo hasta la crisis financiera de 2008 y después. Desde la incipiente actividad comercial en el mundo árabe, China y Europa hasta la industrialización de los siglos 19 y 20 y el capitalismo financiero actual, Kocka explica el capitalismo con sus logros y sus costos, crisis y fracasos. Pone el surgimiento de las economías capitalistas en contexto social, político y cultural y muestra cómo los problemas actuales y el futuro están ligados a una larga historia. Explica que la expansión capitalista se debió al colonialismo, que la industrialización trajo innovación, crecimiento y prosperidad sin precedentes pero también mucha desigualdad; y explica también cómo fue que la gerencialización, financialización y globalización más tarde cambiaron la faz del capitalismo.
Consecuencias de un matrimonio
El sociólogo alemán Wolfgang Streeck, en su libro Buying Time, ve los problemas actuales del capitalismo como una consecuencia directa del matrimonio que se produjo en la posguerra entre capitalismo y democracia.
Cita al economista polaco Michal Kalecki, quien publicó un artículo en 1943 que preanunciaba el desastre económico de los años 70. Kalecki decía que si alguna vez el pleno empleo se convertía en la norma, los trabajadores podrían moverse libremente de trabajo en trabajo. Eso debilitaría las relaciones de autoridad en las empresas y elevaría los salarios aunque no aumentase la productividad porque los trabajadores tendrían más poder para exigir mejores salarios.
Las empresas tendrían entonces que subir los precios, creando una espiral inflacionaria que afectaría las ganancias y bajaría los salarios reales. Todo eso generaría inquietud en los trabajadores. Para recuperar las ganancias, los capitalistas se rebelarían contra el sistema que promovía el pleno empleo y buscarían crear un régimen en el cual la disciplina del mercado con foco en la estabilidad de los precios más que en el pleno empleo. El Estado de bienestar se reduciría y se restauraría la disciplina que brinda el desempleo. Esas predicciones demostraron ser sorprendentemente certeras. Todo eso ocurrió en los años 70. Diversas organizaciones obligaron a los Gobiernos a reducir impuestos, especialmente a los que más ganaban. Pero reducir impuestos en años recesivos como los de los 80 significó caída de ganancias, mayores déficits y suba de tasas de interés.
Los Gobiernos conservadores, especialmente en Gran Bretaña y Estados Unidos, doblegaron a los gremios y redujeron el rol del estado mientras desmantelaban las regulaciones que habían mantenido a raya los excesos de las finanzas desde los años 40.
El sector financiero creció sin control y a medida que se expandía, los inversores buscaron activos seguros que brindaban buenos retornos: la deuda de los países desarrollados. Eso permitió a los Gobiernos contener sus déficits y gastar más sin aumentar los impuestos. En esa era neoliberal los gobiernos dependieron no de los impuestos sino de la deuda.
Esa transformación tuvo profundas consecuencias políticas. El aumento de la deuda estatal permitió a los capitalistas transnacionales ignorar las preferencias de los ciudadanos nacionales en todas partes: los inversores que compraban bonos de la deuda ejercían poder de veto sobre las políticas que no aprobaban exigiendo mayores tasas de interés cuando cambiaban deuda vieja por deuda nueva.
En los casos más extremos, los inversores pueden usar a la justicia para anular la capacidad de los estados de incumplir con el pago de la deuda, como ocurrió recientemente en la Argentina, o pueden clausurar el sistema de pagos de un país si ese país vota contra los intereses de los acreedores como pasó en Grecia en 2015. Ese giro de impuestos a deuda, al principio dio aire al capitalismo: restauró ganancias, destruyó la capacidad de los trabajadores para exigir aumentos, contuvo la inflación al punto de deflación y hasta pareció brindar prosperidad para todos. Pero en 2008 la crisis financiera destruyó esa ilusión. Los Gobiernos rescataron a los bancos y transfirieron los costos al presupuesto. La deuda pública explotó cuando los gobiernos salvaron a los ricos y las medidas de austeridad, que procuraban reducir esa nueva deuda, agravaron las pérdidas de la mayoría de los ciudadanos. El capital sigue dominando a la democracia.
Condición terminal
Para el periodista británico Paul Mason la condición actual del capitalismo es terminal. En Postcapitalism, dice que el capitalismo es un sistema adaptable y complejo que ha alcanzado los límites a su capacidad de adaptación. Las raíces de su fin están en la década de los años 80, cuando el capitalismo fue relevado por el neoliberalismo. Para explicar por qué el capitalismo está “quebrado”, Mason recurre al trabajo de Nikolai Kondratieff, un economista soviético asesinado por Stalin en 1938.
Según Kondratieff, el capitalismo sube y baja en ciclos de 50 años. En la base de un ciclo, las viejas tecnologías y los viejos modelos de negocios dejan de funcionar. Como respuesta, los emprendedores presentan nuevas tecnologías para abrir mercados inexplorados y comienza un nuevo ciclo ascendente. Para Mason el primer ciclo va de 1790 a 1848, cuando los emprendedores británicos usaron la energía del vapor para alimentar sus fábricas y terminó con la depresión de la década de 1820.
El segundo ciclo va de 1848 a mediados de la década de 1890 con la difusión de los ferrocarriles, el telégrafo y la navegación que impulsaron el crecimiento hasta la depresión de 1870. En las décadas que siguieron ganaron impulso los movimientos obreros en todo el mundo y el capital respondió con más concentración.
La electricidad y la producción masiva lideraron el tercer ciclo que terminó con la Gran Depresión y la destrucción masiva de capital de la Segunda Guerra Mundial. Después de la guerra comenzó el cuarto ciclo con innovaciones en electrónica y sintéticos, mejoras en la organización de la producción y la victoria relativa del trabajo sobre el capital en las instituciones del Estado de bienestar. Ese ciclo tuvo su pico a mediados de los años 70 pero esta vez no hubo una gran depresión. El cuarto ciclo se detuvo.
El fin del capitalismo
El argumento de Mason para explicar por qué no llegó una gran depresión durante los últimos 40 años es en parte sorprendente. Se retrotrae a Marx y Kalecki y enfatiza que el neoliberalismo logró impedir que las ganancias cayeran, con más eficacia que cualquier sistema económico anterior. Mason toma de Marx y Kalecki la idea que las ganancias promedio en cualquier mercado caerán debido a la competencia y a la ola de capital hacia un nuevo mercado, que reduce los retornos sobre la inversión.
Como resultado, los capitalistas siempre van a tratar de reemplazar el trabajo con máquinas para proteger sus ganancias. Cuando un ciclo finaliza, y las ganancias se reducen, los capitalistas harán todo lo que pueden para aumentar su parte de ganancias a expensas del trabajo: obligarán a los obreros a trabajar intensivamente y acelerarán los intentos de reemplazar trabajadores por máquinas.
En el pasado, esos intentos por restaurar ganancias anulando el trabajo fracasaron. En las primeras tres olas, de un modo u otro, los trabajadores lograron resistir. Pero con el neoliberalismo los capitalistas lograron exprimir al trabajo de una manera totalmente nueva.
La globalización destruyó la capacidad de resistir de los trabajadores, porque si lo hacían el capital, y los empleos, se iban fácilmente a otro lugar. Eso explica que el número de huelgas haya disminuido tan marcadamente en todo el mundo. Mason dice: “El cuarto ciclo fue prolongado, distorsionado y finalmente quebrado por factores que no habían ocurrido nunca en la historia del capitalismo: la derrota? del trabajo organizado, el surgimiento de la tecnología de la información y el descubrimiento de que una vez que existe una superpotencia indiscutida, puede crear dinero de la nada durante mucho tiempo”.
Sin embargo, Mason cree que estos factores solo han demorado el inevitable colapso del capitalismo. Cree que la tecnología de la información lo destruirá desde adentro. Los bienes digitales crearán un problema real para los mercados. La gente puede copiar libremente bienes digitales: no tienen costos marginales ni rivales en consumo. Cuando una persona baja un archivo de música o un código de Internet, por ejemplo, no está impidiendo que cualquier otra persona haga lo mismo. Entonces la única forma que tienen las empresas de mantener sus ganancias es forzando el monopolio de los derechos de propiedad. Recuerda el caso de Apple y Samsung demandándose mutuamente por el derecho a las ganancias de patentes o la necesidad de que los grandes laboratorios farmacéuticos mantengan prohibitivos el precio de los medicamentos.
¿Qué viene después?
Mason dice en un capítulo lo que muchos evitan decir; que la idea del capitalismo en su forma actual va a matar a todos. Muchas veces se anunció el apocalipsis y el apocalipsis nunca ocurrió. Pero esta vez puede ser diferente. El cambio climático tiene al mundo en problemas. Aunque todos los países implementen sus planes de reducción de carbono las emisiones subirán 20% para 2035. El mundo no puede quemar 60 a 80% de las reservas conocidas de combustibles sin provocar un calentamiento catastrófico. Con el capitalismo, eso es exactamente lo que el mundo va a hacer.
Si a esto se le agrega envejecimiento de la población en el mundo desarrollado con lo que eso significa en gasto jubilatorio y un mundo en desarrollo afectado por el clima y jóvenes que no tienen dónde ir no sorprende que la OCDE vaticine estancamiento del crecimiento para los próximos 50 años y 40% de aumento de la desigualdad en los países ricos. A pesar de todo eso, Mason rescata un elemento del capitalismo: su gran potencial de adaptación.