La devaluación tiene como efecto producir un cambio en los precios relativos entre los bienes transables y los no transables. Al incrementarse los primeros, se reduce el consumo interno de bienes exportables, aumentando su disponibilidad para la exportación. Al mismo tiempo, se encarecen los bienes importados, reduciendo la cantidad demandada, señala el último reporte del Centro de Estudios de la Nueva Economía (CENE) de la Universidad de Belgrano.
“El resultado esperado es un aumento de las exportaciones y una contracción de las importaciones, mejorando así la balanza comercial que, en 2017, registró un déficit de US$ 8.471 millones. También debería mejorar el saldo de la balanza de cuenta corriente, que el año pasado registró un déficit de US$ 30.792 millones. La corrección del desequilibrio externo sería la principal novedad económica que aportaría el 2018”, indica Víctor Beker, director del CENE.
“Obviamente, los aumentos de precios en exportables como importables se traducirán en algunos puntos adicionales de la tasa de inflación, cuyos mayores impulsores siguieron siendo, hasta ahora, los ajustes tarifarios. La combinación de devaluación y ajustes tarifarios ya se dio en 2016. El resultado fue una inflación anual del 40%. Por ahora, la tasa estimada para el corriente año tiene un piso del 30%”, asegura el economista.
“El incremento en el precio de los combustibles repercute sobre los costos tanto del transporte como de la energía. Por lo tanto, parece difícil evitar nuevos reajustes de tarifas. Ello requeriría que el Banco Central permita deslizarse al tipo de cambio a efectos de evitar caer nuevamente en un proceso de atraso cambiario similar al registrado hasta el estallido de mayo pasado”, completa el director del Centro de Estudios de la Nueva Economía de la Universidad de Belgrano.