Contra esperanzas de Washington, Hu Jintao no aportó gran cosa

Amén de promesas inevitables, el presidente chino no dejó tela para cortar, pues coincidió con otro sacudón petrolero. Inclusive, ha surtido efectos políticos ingratos en Occidente.

21 abril, 2006

Como señalan comentarios en medios norteamericanos y europeos, hubo un exceso de alfombras rojas y trajines -desde diez días antes de la visita- en relación con los magros resultados obtenidos. Especialmente por Estados Unidos, cuyo presidente “no se molestó mucho para resaltar la falta de democracia y los abusos a derechos civiles en China”, según señalaba el “Times”.

.

Salvo que haya habido contactos y pactos en secreto, Hu Jintao se mostró más complaciente con el sector privado (abrazo a William Gates inclusive) que con la Casa Blanca. No obstante, en la Reserva Federal circulaban versiones sobre un contacto telefónico entre Benjamin Bernanke y un altísimo funcionario del banco central chino, acerca de política cambiaria (pero la RF no depende del gobierno).

Tanto la opinión pública como el congreso recibieron al presidente chino con frialdad (los legisladores) y ruidosas manifestaciones en contra. Por ejemplo, Nancy Pelosi –jefa del partido Demócrata- declaró que “Hu no merecía haber sido recibido con tanta pompa. Su régimen reprime a la gente y desconoce libertades civiles y religiosas”. En cuanto a Gates, “tiene motivos para abrazarse con Hu. Total –ironizó la senadora Hillary Clinton-, Microsoft, Google y Yahoo aceptan la censura china en Internet para no perder ingresos publicitarios”.

Pese a síntomas de descenso este año, el enorme déficit comercial de Estados Unidos con China (US$ 203.000 millones en 2005) continúa siendo clave para las empresas norteamericanas y sus voceros parlamentarios. Pero “George W.Bush no menciona seguido el tema. Parece más interesado en Irán, Venezuela y los delirios apocalípticos de Donald Rumsfeld”, opinaba el “Boston Globe”.

También en el problema persa, Washington estaba fuera de sintonía con Beijing (y Tokio y Delhi). Ocurre que la nueva ola alcista en hidrocarburos afecta mucho a China, entre cuyos proveedores principales está Irán. En igual situación están India y Japón. Además, ninguno de los tres gobiernos cree que Tehrán llegue a fabricar armas de destrucción masiva.

Entretanto, poco antes de reunirse con Hu, Bush daba otro paso en falso: intimó a Brasil a que abandonase el enriquecimiento de uranio, lo cual resta seriedad a la postura norteamericana en materia nuclear. Máxime porque, semanas atrás, el propio Bush hizo concesiones importantes a India, que no adhiere al acuerdo mundial contra la proliferación atómica y, a diferencia de Brasil e Irán, tiene capacidad de producir armas.

No obstante, la parte comercial de la doble jira marchó viento en popa. Antes de llegar Hu Jintao, un séquito de altos funcionarios y empresarios subscribió contratos de compras por alrededor de US$ 16.000 millones. No pasó inadvertida una sutileza china: esa misión fue previa y separada, sin operadores políticos.

Como señalan comentarios en medios norteamericanos y europeos, hubo un exceso de alfombras rojas y trajines -desde diez días antes de la visita- en relación con los magros resultados obtenidos. Especialmente por Estados Unidos, cuyo presidente “no se molestó mucho para resaltar la falta de democracia y los abusos a derechos civiles en China”, según señalaba el “Times”.

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Salvo que haya habido contactos y pactos en secreto, Hu Jintao se mostró más complaciente con el sector privado (abrazo a William Gates inclusive) que con la Casa Blanca. No obstante, en la Reserva Federal circulaban versiones sobre un contacto telefónico entre Benjamin Bernanke y un altísimo funcionario del banco central chino, acerca de política cambiaria (pero la RF no depende del gobierno).

Tanto la opinión pública como el congreso recibieron al presidente chino con frialdad (los legisladores) y ruidosas manifestaciones en contra. Por ejemplo, Nancy Pelosi –jefa del partido Demócrata- declaró que “Hu no merecía haber sido recibido con tanta pompa. Su régimen reprime a la gente y desconoce libertades civiles y religiosas”. En cuanto a Gates, “tiene motivos para abrazarse con Hu. Total –ironizó la senadora Hillary Clinton-, Microsoft, Google y Yahoo aceptan la censura china en Internet para no perder ingresos publicitarios”.

Pese a síntomas de descenso este año, el enorme déficit comercial de Estados Unidos con China (US$ 203.000 millones en 2005) continúa siendo clave para las empresas norteamericanas y sus voceros parlamentarios. Pero “George W.Bush no menciona seguido el tema. Parece más interesado en Irán, Venezuela y los delirios apocalípticos de Donald Rumsfeld”, opinaba el “Boston Globe”.

También en el problema persa, Washington estaba fuera de sintonía con Beijing (y Tokio y Delhi). Ocurre que la nueva ola alcista en hidrocarburos afecta mucho a China, entre cuyos proveedores principales está Irán. En igual situación están India y Japón. Además, ninguno de los tres gobiernos cree que Tehrán llegue a fabricar armas de destrucción masiva.

Entretanto, poco antes de reunirse con Hu, Bush daba otro paso en falso: intimó a Brasil a que abandonase el enriquecimiento de uranio, lo cual resta seriedad a la postura norteamericana en materia nuclear. Máxime porque, semanas atrás, el propio Bush hizo concesiones importantes a India, que no adhiere al acuerdo mundial contra la proliferación atómica y, a diferencia de Brasil e Irán, tiene capacidad de producir armas.

No obstante, la parte comercial de la doble jira marchó viento en popa. Antes de llegar Hu Jintao, un séquito de altos funcionarios y empresarios subscribió contratos de compras por alrededor de US$ 16.000 millones. No pasó inadvertida una sutileza china: esa misión fue previa y separada, sin operadores políticos.

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