“Contabilidad creativa” en la transición interminable

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En el primer trimestre de 2022 el gobierno cumplió las metas acordadas con el FMI.

Hasta febrero el nivel de actividad mantenía la trayectoria ascendente que había registrado en la última parte de 2021, y las exportaciones agroindustriales marcaron un récord de US$ 11 mil millones.

Sin embargo, en la contracara de esa descripción, hay que consignar que sólo se pudieron cumplir esas metas con “contabilidad creativa”, y que los desequilibrios macro que se acentuaron en el segundo semestre de 2021 se reflejaron en la aceleración inflacionaria de marzo y abril, que empezó a frenar el nivel de actividad y, al mismo tiempo, imponen una presión ascendente de las importaciones de bienes y servicios, evaporando el saldo positivo de las cuentas externas, con la consiguiente complicación para el objetivo de acumular reservas.

Cuando la dinámica es tan inestable, cualquier imprevisto puede hacer descarrilar la economía, y el listado de potenciales accidentes es frondoso. Además, ante dificultades crecientes, se espera que un gobierno se abroquele en defensa de la gestión, pero ese no es el caso hoy en la Argentina, con fuerzas centrífugas que operan en la dirección contraria.

Falta demasiado tiempo para diciembre de 2023, pero igual cabe conjeturar si una mejora de expectativas de cara a una eventual nueva gestión puede servir de baranda de contención, evitando que los derrapes terminen en la banquina. De hecho, esto sucedió entre mediados y fin de 2015, cuando la devaluación del peso encontró un piso bastante firme, pese a que el Banco Central llegó a esa instancia sin reservas.

El problema es que no es tan fácil que ese escenario pueda repetirse, ya que las condiciones de la economía son bien diferentes.

Durante la transición de 2015, la inflación se ubicaba en un andarivel entre el 2,0 % y el 2,5 % mensual, y la deuda interna en pesos del Tesoro (la que necesita refinanciación permanente) era equivalente a 2 % del PIB. En cambio, la inflación en el presente tiende a triplicar aquél guarismo, mientras que se han cuadruplicado, en términos del PIB, los pasivos en pesos del Tesoro con el mercado, sin contar las operaciones intra sector público. La comparación de inflación y Deuda Pública interna entre 2022 y 2015 debería disparar las alarmas en el seno del gobierno, fortaleciendo los argumentos a favor de recuperar la sustentabilidad de las políticas. Evitar una escalada inflacionaria, tras los desbordes de marzo y abril, tendría que ser prioridad del oficialismo, a contramano de lo que hoy se observa.

 

 

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