Este es uno de los principales factores que explican la decadencia argentina. Es muy común asignarle a la “grieta” la responsabilidad de la decadencia que sufre la Argentina, sostiene en su análisis la consultora IDESA.
La idea es que hay dos visiones de desarrollo que son antagónicas e irreconciliables. Ninguna tiene el apoyo suficiente para imponerse, pero ambas cuentan con el suficiente aval para bloquear a la otra. Esto lleva a una situación de “empate” que imposibilita sostener “políticas de Estado” que lleven al progreso.
La “grieta” no es un fenómeno novedoso en la historia política argentina. Desde los primeros gobiernos de Perón, hace más de 60 años, hay “grietas” entre peronistas y radicales o entre ambos contra militares.
La prevalencia de la confrontación en el debate político lleva a plantear como necesidad la generación de consensos que converjan en “políticas de Estado”. Según este diagnóstico, es imprescindible salir de la “grieta” y acordar estrategias que trasciendan las ideas políticas de la coyuntura.
La pregunta que cabe hacerse es si efectivamente hay falta de acuerdos para sostener “políticas de Estado” en Argentina. Para echar luz al tema es útil analizar las finanzas públicas en las últimas 6 décadas ordenadas según el color político de los gobiernos. Según el Ministerio de Economía, desde 1961 hasta el 2019 (excluye el Covid), se observa que:
- Los peronistas gobernaron aproximadamente 27 años y en ese periodo se cubrieron con ingresos públicos sólo el 90% del gasto público total.
- Los radicales gobernaron, solos o en alianzas, durante unos 18 años y en esos años se cubrieron con ingresos públicos apenas el 78% del gasto público total.
- Los militares gobernaron alrededor de 14 años y en esos años se cubrieron con ingresos públicos sólo el 82% del gasto público total.
Estos datos muestran que en materia de administración de las finanzas públicas no hubo “grieta”, sino un sólido acuerdo en gastar por encima de los ingresos. Esto fue sostenido independientemente del color político o el contenido ideológico de los gobiernos. No es exagerado afirmar que tener déficit fiscal constituye una “política de Estado” en Argentina.
Así, se debilita la tesis de que el principal problema argentino son los desacuerdos por la “grieta”. Por el contrario, hay un gran consenso entre las diferentes fuerzas políticas que sostiene la indisciplina fiscal como “política de Estado”.
Los países vecinos ofrecen testimonios muy ilustrativos sobre este tema. Chile desde que recuperó su democracia en 1990 se mantuvo en la senda de la disciplina fiscal. Esto le permitió mantener una estabilidad macroeconómica de la que se derivó un crecimiento del Producto Bruto Interno (PBI) per cápita de un 140% desde aquel momento.
Chile se prepara para ser gobernado por un nuevo presidente que se define “revolucionario” en una gran cantidad de temas, pero aclara con énfasis que no abandonará la prudencia fiscal. El otro caso es Uruguay que luego de la gran crisis del 2002 decidió adoptar como “política de Estado” la solvencia fiscal. Esto le permitió hacer crecer su PBI per cápita en un 50% en lo que va del presente siglo. Esta política la sostiene el actual gobierno de centro derecha, pero quien la gestó fue el Frente Amplio, una coalición compuesta por 23 partidos de izquierda.
Muy ligado a la política de gastar por encima de los recursos disponibles están las 21 operaciones de crédito firmadas por Argentina con el Fondo Monetario Internacional (FMI) en los últimos 60 años. Implica un promedio de una operación cada 3 años. Esto no es el resultado de un ensañamiento del FMI contra la Argentina, sino de la insistencia de la Argentina en buscar que el FMI le financie su “política de Estado” de gastar por encima de sus posibilidades. No es casual que Chile y Uruguay hace décadas que no tienen ninguna operación de rescate con el FMI.
El problema central no es la “grieta” que impide consensuar “políticas de Estado”. La cuestión medular es que en gran parte de la dirigencia y de la sociedad hay acuerdo (o al menos tolerancia) en la idea de que es posible y necesario tener déficit fiscal. Hasta que no haya una toma de conciencia de que se trata de una “política de Estado” equivocada, que lleva a excesos de deuda y emisión, la Argentina seguirá en la senda de la decadencia.