Congelan US$ 270.000 millones en deudas de países afectados (8-I)

Sin esperar al Fondo Monetario, el Grupo de los 7 congelará y reprogramará en forma no onerosa esos débitos. Estados Unidos, Japón, Australia, Canadá y Holanda actuarán como unidad ejecutiva. Los entes multilaterales sólo serán consultores.

9 enero, 2005

En otro plano, la Unión Europea maneja ya aportes por US$ 1.500 millones. Teniéndolos en cuenta, ya se ha reunido casi 40% de los 10.000 millones inmediatamente requeridos. Pese a ello, la mayor parte de la prensa occidental sigue vapuleando a Estados Unidos, la UE y China, por su avaricia. Resulta interesante notar que, en general, los medios latinoamericanos se abstienen de criticar a la superpotencia y sus aliados (Buenos Aires, Santiago de Chile y Montevideo son ejemplos notables).

Alrededor de tres años harán falta para reconstruir infraestructuras en los países devastados por el maremoto. Habrá que mantener la ayuda humanitaria por lo menos de seis a nueve meses para lograr una primera recuperación. Pero, dentro de medio año, todavía habrá dos millones de personas necesitadas de alimento. Ésas son las condiciones mínimas planteadas desde el jueves por dos agencias de Naciones Unidas (Unicef y Programa Alimentario Mundial).

La cuestión de las deudas empalma con lo anterior: a fines de 2004, representaban 80% del producto bruto interno en Indonesia (US$ 132.000 millones), 60% en Sri Lanka (9.600 millones), 48% en Tailandia (59.000 millones), 45% en Maldivas (270 millones), 42% en Malasia (48.500 millones) y 22% en India (104.500 millones).

“Hace falta un plan Marshall para el área”, sostenía el martes Colin Powell, secretario de Estado saliente. “Si no fuese renunciante, no se habría animado a decir eso”, comentó Jeffrey Sachs (recomendaba excluir al FMI, dada su pésima gestión de la crisis de 1997-8 en el sudeste asiático). Gordon Brown, ministro británico de Hacienda, coincide con Powell.

Es una señal clave porque, este año, Gran Bretaña preside el Grupo de los 7 (lo integra junto a Estados Unidos, Japón, Alemania, Francia, Canadá e Italia). El tema deudas explica que tantos analistas financieros aseguren que el crecimiento no cederá en Asia oriental y sudoriental. Es una campaña para evitar, también, que ciertos países desvíen reservas a la ayuda por el maremoto y compren menos deuda estadounidense.

Por ende, Oxfam y Naciones Unidas mantienen sus cálculos para corto (US$ 10.000 millones), mediano (50.000 millones) y largo plazos (100.000 millones). Desde las trincheras conservadoras, la Organización de Cooperación pro Desarrollo Económico (Ocde, “club de los 24 magnates”) está preparando un extenso documento sobre control de natalidad, inspirado en un informe del Cuerpo de Paz (Alianza para el Progreso) que data de 1974.

Ahí, según corrillos parisienses, se describen los agravantes de cualquier desastre natural que implica la “soprepoblación sistémica”. Es decir, no el simple exceso de habitantes en un territorio, sino la brecha entre población y recursos naturales o económicos disponibles para alimentarla y prestarle servicios básicos. Así ocurría, hace 30 años, en los Andes peruano-bolivianos, un área incapaz de sostener la población existente, en sí no muy numerosa.

Hasta ahora, la visión “rosa” del porvenir económico proviene de J. P. Morgan, un grupo mucho más cercano a Wal Street que al Índico. En términos de producto bruto interno anualizado, la firma estima que –entre el cuarto trimestre de 2004 y el primero de 2005- el bloque Asia oriental-sudoriental sólo cederá de 6,6 a 5,9%. En India, lo hará de 7 a 5%. Lo extraño es que, sin ocuparse de Sri Lanka, Tailandia o Bangladesh, para Indonesia esa banca augure un salto de 2,5 a 6,5% y para Malasia uno de 5 a 6%. “Peligroso exceso de optimismo”, decía el ex presidente William J. Clinton.

Economistas tan serios como Joseph Stiglitz, Jeffrey Sachs, Paul Krugman o Robert Kuttner tachan de interesados este tipo de pronósticos. En verdad, si Japón elevase su magra contribución actual a la asistencia (US$ 500 millones), influiría sobre Surcorea, Taiwán y China, que controlan inmensos volúmenes de bonos estadounidenses. Los habituales analistas porteños no dicen una palabra.

El problema para Washington no es que vendan algunos papeles para asistir a la región, sino que dejen de comprar deuda nueva, imprescindible para financiar su déficit fiscal (incluso los US$ 200.000 millones gastados en Irak), el déficit de pagos externos y la deuda del público (acumula más de US$ 7,2 billones). O sea, el “evangelio del consumo” que le ha valido la reelección a George W. Bush.

La suma destinada a asistencia orilla los US$ 4.000 millones, pero hacen falta con urgencia unos 400 millones para proveer agua potable. Entre los aportes, los mayores son de la UE (US$ 1.500 millones), Australia (US$ 765 millones), Alemania (665 millones) y Japón (500 millones). La gran banca privada puso hasta ahora apenas US$ 250 millones.

En otro plano, la Unión Europea maneja ya aportes por US$ 1.500 millones. Teniéndolos en cuenta, ya se ha reunido casi 40% de los 10.000 millones inmediatamente requeridos. Pese a ello, la mayor parte de la prensa occidental sigue vapuleando a Estados Unidos, la UE y China, por su avaricia. Resulta interesante notar que, en general, los medios latinoamericanos se abstienen de criticar a la superpotencia y sus aliados (Buenos Aires, Santiago de Chile y Montevideo son ejemplos notables).

Alrededor de tres años harán falta para reconstruir infraestructuras en los países devastados por el maremoto. Habrá que mantener la ayuda humanitaria por lo menos de seis a nueve meses para lograr una primera recuperación. Pero, dentro de medio año, todavía habrá dos millones de personas necesitadas de alimento. Ésas son las condiciones mínimas planteadas desde el jueves por dos agencias de Naciones Unidas (Unicef y Programa Alimentario Mundial).

La cuestión de las deudas empalma con lo anterior: a fines de 2004, representaban 80% del producto bruto interno en Indonesia (US$ 132.000 millones), 60% en Sri Lanka (9.600 millones), 48% en Tailandia (59.000 millones), 45% en Maldivas (270 millones), 42% en Malasia (48.500 millones) y 22% en India (104.500 millones).

“Hace falta un plan Marshall para el área”, sostenía el martes Colin Powell, secretario de Estado saliente. “Si no fuese renunciante, no se habría animado a decir eso”, comentó Jeffrey Sachs (recomendaba excluir al FMI, dada su pésima gestión de la crisis de 1997-8 en el sudeste asiático). Gordon Brown, ministro británico de Hacienda, coincide con Powell.

Es una señal clave porque, este año, Gran Bretaña preside el Grupo de los 7 (lo integra junto a Estados Unidos, Japón, Alemania, Francia, Canadá e Italia). El tema deudas explica que tantos analistas financieros aseguren que el crecimiento no cederá en Asia oriental y sudoriental. Es una campaña para evitar, también, que ciertos países desvíen reservas a la ayuda por el maremoto y compren menos deuda estadounidense.

Por ende, Oxfam y Naciones Unidas mantienen sus cálculos para corto (US$ 10.000 millones), mediano (50.000 millones) y largo plazos (100.000 millones). Desde las trincheras conservadoras, la Organización de Cooperación pro Desarrollo Económico (Ocde, “club de los 24 magnates”) está preparando un extenso documento sobre control de natalidad, inspirado en un informe del Cuerpo de Paz (Alianza para el Progreso) que data de 1974.

Ahí, según corrillos parisienses, se describen los agravantes de cualquier desastre natural que implica la “soprepoblación sistémica”. Es decir, no el simple exceso de habitantes en un territorio, sino la brecha entre población y recursos naturales o económicos disponibles para alimentarla y prestarle servicios básicos. Así ocurría, hace 30 años, en los Andes peruano-bolivianos, un área incapaz de sostener la población existente, en sí no muy numerosa.

Hasta ahora, la visión “rosa” del porvenir económico proviene de J. P. Morgan, un grupo mucho más cercano a Wal Street que al Índico. En términos de producto bruto interno anualizado, la firma estima que –entre el cuarto trimestre de 2004 y el primero de 2005- el bloque Asia oriental-sudoriental sólo cederá de 6,6 a 5,9%. En India, lo hará de 7 a 5%. Lo extraño es que, sin ocuparse de Sri Lanka, Tailandia o Bangladesh, para Indonesia esa banca augure un salto de 2,5 a 6,5% y para Malasia uno de 5 a 6%. “Peligroso exceso de optimismo”, decía el ex presidente William J. Clinton.

Economistas tan serios como Joseph Stiglitz, Jeffrey Sachs, Paul Krugman o Robert Kuttner tachan de interesados este tipo de pronósticos. En verdad, si Japón elevase su magra contribución actual a la asistencia (US$ 500 millones), influiría sobre Surcorea, Taiwán y China, que controlan inmensos volúmenes de bonos estadounidenses. Los habituales analistas porteños no dicen una palabra.

El problema para Washington no es que vendan algunos papeles para asistir a la región, sino que dejen de comprar deuda nueva, imprescindible para financiar su déficit fiscal (incluso los US$ 200.000 millones gastados en Irak), el déficit de pagos externos y la deuda del público (acumula más de US$ 7,2 billones). O sea, el “evangelio del consumo” que le ha valido la reelección a George W. Bush.

La suma destinada a asistencia orilla los US$ 4.000 millones, pero hacen falta con urgencia unos 400 millones para proveer agua potable. Entre los aportes, los mayores son de la UE (US$ 1.500 millones), Australia (US$ 765 millones), Alemania (665 millones) y Japón (500 millones). La gran banca privada puso hasta ahora apenas US$ 250 millones.

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