Esto se explica porque los pagos con tarjetas en el extranjero están muy por debajo de lo que eran en el 2017, antes de la crisis que se desató en el 2018.
El Banco Central prohibió las compras en cuotas con tarjetas de créditos para viajes al exterior. Esta restricción se suma a otras que el gobierno nacional les impuso a los viajes al exterior. El primero es el “cepo” cambiario que limita la compra de dólares en el mercado oficial. El segundo es el “Impuesto para una Argentina Inclusiva y Solidaria (PAIS)” que es del 30% de los dólares adquiridos o servicios pagados en el exterior. El tercero es la retención de un 35% de los dólares adquiridos a cuenta del Impuesto a las Ganancias.
Desde el punto de vista instrumental la medida es técnicamente endeble, sostiene una investigación de la consultora IDESA. Las personas pueden pagar al contado los gastos de turismo en el exterior y luego financiarlos pagando sólo el monto mínimo. O bien, pueden acceder a un préstamo personal doméstico en pesos para pagar dichos gastos. Pero no deja de ser una complicación administrativa más que irrita y deteriora la calidad de vida de la población.
Dado que el objetivo declarado es desalentar los viajes al exterior corresponde entonces evaluar los posibles impactos. Para ello resultan útil los datos del propio Banco Central. Según esta fuente, los gastos con tarjeta en el exterior tuvieron el siguiente comportamiento:
- Entre enero y octubre del 2017 se gastaron U$S 9.000 millones.
- En el mismo período del 2019 se gastaron U$S 5.500 millones.
- En el mismo período del 2021 se llevan gastados U$S 1.700 millones.
Estos datos muestran que el gasto en turismo en el exterior fue muy alto en el 2017 cuando el tipo de cambio estaba apreciado, pero luego cayó a casi la mitad en el 2019 por efecto de la crisis cambiaria. En el presente año la caída supera el 80% porque al empobrecimiento derivado de la profundización de la crisis, se suman las restricciones a los viajes que se impusieron en el contexto de la pandemia.
Si bien con el relajamiento de las medidas sanitarias y las vacaciones estos consumos se recuperarán, de todas formas seguirán en niveles muy inferiores a los registrados antes de la crisis. En esta perspectiva, la medida tiene poco para aportar en términos de ahorro de divisas.
Otro dato curioso es que mientras se multiplican las restricciones para que la gente no viaje al exterior, se multiplican también los subsidios a Aerolíneas Argentinas que promueve que muchos argentinos tomen sus vacaciones en el exterior. Es injustificable usar fondos públicos para sostener una empresa aérea. Pero un mínimo de coherencia demanda que su oferta de vuelos se enfoque en que los extranjeros visiten zonas turísticas del país o que a los empresarios argentinos coloquen sus productos en el exterior.
El problema de fondo es la hipocresía de pretender que todo tipo de transacciones se haga con un valor del dólar artificialmente bajo. Es evidente que al valor de $100, el Banco Central no tienen ninguna posibilidad de sostener el dólar. Por eso se estableció el “cepo”, el impuesto PAIS y retenciones de Ganancias. Como esto no alcanza ahora se suma la prohibición de las compras en el exterior en cuotas.
Pero a la vez, como ese valor artificialmente bajo desalienta el turismo de extranjeros, se reguló un engorroso mecanismo de cuentas bancarias para turistas extranjeros a fin de que puedan cambiar sus dólares a valores del tipo de cambio paralelo.
Hasta que no se arreglen los desajustes macroeconómicos, el control del tipo de cambio es la herramienta para evitar el agravamiento de la inflación y el consecuente empobrecimiento. Esto no justifica la absurda maraña burocrática que multiplica las oportunidades de corrupción cuando se trata del turismo. Permitiendo un dólar turista que opere libremente se promovería la entrada de turismo extranjero y se facilitaría la vida a los argentinos que quieren viajar al exterior. Ayudaría también que Aerolíneas Argentinas deje de conspirar contra el objetivo de cuidar las reservas.