Reasignar subsidios a tarifas, buscar financiamiento privado y moderar la inflación son las prioridades. Una reforma más equitativa, el futuro.
Antes de retirarse a Calafate, Cristina Kirchner hizo tirar por debajo de las puertas de los 8,3 millones de hogares argentinos con ingresos una factura fiscal pagadera el año próximo que asciende a $ 1.705.076,6 millones. Comprende al Estado Nacional más grande de los últimos 25 años y que se triplicó en relación con el resto de la economía desde que Néstor Kirchner asumiera la presidencia en 2003. En estos 12 años se afrontó con una presión impositiva que saltó de 19,2 puntos de PBI a los 36,7 puntos con que acaba de cerrar el ciclo.
Así y todo no alcanzó: pese a instituirse en la segunda década del milenio un tributo fantasma (la inflación) que subrepticiamente extirpa en especial de los bolsillos más lábiles de la población otros 3 puntitos del PIB (unos $26.190 millones); a que se sacrificaron unos 4.500 millones de dólares del stock de las reservas y a que el BCRA colocó en los bancos $ 320.000 millones bajo la forma de “pagarés” internos llamados Lebacs, las cuentas fiscales cierran el año con un rojo de casi 7 puntos del PBI.
El presupuesto legado a la Administración entrante por el ahora diputado Axel Kicillof, antes que supiera quién vendría, redobló la apuesta K de dejar consolidado un Megaestado, como lo denomina la consultora Ledesma, previendo un aumento del 21% en los ingresos para afrontar 15,8% más de gastos. Y aun así quedará sin levantar un descubierto de $97.694 millones.
-¿Ven algún margen para eliminar o reducir el impuesto a las ganancias, las retenciones a la soja o llevar las jubilaciones al 82%, como prometían los spots de la campaña electoral?
-Ni soñarlo. Cuando hay que pagar Estados que superan los 20 puntos del PBI lo único que se puede hacer es analizar en cuánto participa cada impuesto en el total de la recaudación. Y el ciclo K lo deja arriba de los 40 puntos- afirman los autores del documento de FIEL titulado “El sistema tributario argentino. Análisis y evaluación de propuestas para reformarlo”.
Sea como trabajadores o como consumidores, los argentinos de carne y hueso pagamos en conjunto el 63% de la presión fiscal total sólo con ganancias, IVA y contribuciones sociales. ¿Es mucho o poco? Cada respuesta se daría en función del tamaño de Estado que se quiera solventar y de la satisfacción percibida por los beneficios que brinde.
Pero también pone sobre el tapete cuán justa es la distribución que se realiza entre la sociedad de esa creciente cuenta. Juan Llach escribió en La Nación: “la carga impositiva como proporción de los ingresos del 30% de hogares más pobres es de 36%, algo mayor que la que pesa sobre el 30% de hogares más ricos (34,6%), aun sin considerar el impuesto inflacionario. No sorprende tanto, porque los impuestos sobre los ingresos y la propiedad aportan en la Argentina menos del 20% del total, contra 43,4% en los países desarrollados y 33% en los emergentes. La carga tributaria es también contraria al progreso económico por pésimos impuestos, como la inflación, las retenciones a las exportaciones y el gravamen a los créditos y débitos, todos ellos una rareza mundial”.
(Síntesis de la nota de Perspectiva que aparecerá en Mercado de diciembre)