<p>Pese a sus diferencias, Estados Unidos, la Unión Europea y los países petroleros aliados a Washington apoyaron la continuidad de esa integración. Tras el colapso soviético, Occidente erigió al sector privado como motor globalizante. Justamente esa constelación de intereses se encarnaba en el Foro Económico Mundial, Davos (que databa de 1978). </p>
<p>Políticos, analistas, burócratas, banqueros y empresarios hablaban el mismo idioma. Cuando Jeffrey Sachs, cerebro del FEM, se largó a pensar por cuenta propia, Klaus Schwab (cofundador y beneficiario de Davos) se lo sacó suavemente de encima. Todo era discreto en esa aldea suiza. Pero la edición 2009 –miércoles a domingo- demuestra que la globalización ingresa a su propia crisis.</p>
<p>Lo que las turbulencias internacionales ponen en tela de juicio es que la integración económica fomente prosperidad real. En realidad, parece surtir el efecto opuesto: dispersa virus peligrosos y amenaza con una depresión como la de los años 30. O peor.</p>
<p>En anteriores oportunidades, las estrellas de Davos eran banqueros de inversión, magos de las finanzas cuyas especulaciones aceitaban los engranajes globalizadores. Esta vez, muchos de ellos no acudirán. Sea porque se quedaron sin trabajo, optan por el perfil bajo o están en la cárcel.</p>
<p>Por el contrario, los políticos asisten en número récord: cuarenta, contra 20/25, que era la cifra habitual. Sin el presidente norteamericano en la lista, las estrellas serán Wen Jiabao y Vladyímir Putin, primeros ministros chino y ruso, nunca afectos a globalizaciones convencionales. Washington envía al general James Jones (consejo de seguridad nacional, NSC) y Lawrence Summers, asesor económico presidencial. </p>
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Comienza a licuarse en Davos el mito de la globalización
Desde el extinto consenso de Washington (1989), un grupo de potencias, banqueros, transnacionales y académicos promovían la globalización económica como instrumento clave del crecimiento. Mejor dicho, de atender sus intereses tras esfumarse la guerra fría.