Colombia: un nuevo escándalo pone en peligro a Uribe

Álvaro Uribe, quizás el instrumento más dócil de George W.Bush en Latinoamerica, ha sido tocado por acusaciones de un jefe paramilitar. Ya estaban en capilla el vicepresidente y el ministro de defensa.

17 mayo, 2007

Como venía sospechándose en medio continente desde hacía tiempo, Uribe, el vice Francisco Santos y Juan Manuel Santos (su hermano, ministro de defensa) mantenían relaciones con dos organizaciones de extrema derecha FARC y AUC. A su vez, esas fuerzas se hallan ligadas a la oligarquía colombiana y al narcotráfico (igual que las guerrilla de izquierda).

La densa trama de clanes imperante desde mucho antes del Bogotazo (1948), que llegó a incluir la jerarquía católica –entre las más retrógradas de la zona- explica la nueva crisis. En febrero, la entonces canciller María Araújo debió renunciar tras el arresto de su hermano, el senador Álvaro Araújo Castro, por nexos con las FARC. María había sido puesta en el cargo por el legislador.

Por cierto, los escándalos de la “parapolítica” (la dirigencia asociada a los paramilitares) no son novedad en Colombia. Sí lo son los amplios efectos del caso actual en los poderes ejecutivo y legislativo, virtualmente acosados desde el poder judicial. Las revelaciones del jefe paramilitar Salvatore Mancuso –nombre y apellido sicilianos- han llevado ya a la detención de varios congresistas del oficialismo y la oposición. También se descabezó la policía.

“La alianza con los paramilitares no es responsabilidad personal, sino política de estado”, sostuvo Mancuso ante un tribunal. De hecho, el vicepresidente Santos operaba con AUC (Autodefensas unidas de Colombia), a las cuales propuso en 1997 tumbar al entonces presidente Ernesto Samper. Después se llamaría a asamblea constituyente con inclusión de paramilitares y guerrilleros; es decir, en cierto modo, narcotraficantes. Mientras tambalea el gobierno, Washington no abre la boca.

Como venía sospechándose en medio continente desde hacía tiempo, Uribe, el vice Francisco Santos y Juan Manuel Santos (su hermano, ministro de defensa) mantenían relaciones con dos organizaciones de extrema derecha FARC y AUC. A su vez, esas fuerzas se hallan ligadas a la oligarquía colombiana y al narcotráfico (igual que las guerrilla de izquierda).

La densa trama de clanes imperante desde mucho antes del Bogotazo (1948), que llegó a incluir la jerarquía católica –entre las más retrógradas de la zona- explica la nueva crisis. En febrero, la entonces canciller María Araújo debió renunciar tras el arresto de su hermano, el senador Álvaro Araújo Castro, por nexos con las FARC. María había sido puesta en el cargo por el legislador.

Por cierto, los escándalos de la “parapolítica” (la dirigencia asociada a los paramilitares) no son novedad en Colombia. Sí lo son los amplios efectos del caso actual en los poderes ejecutivo y legislativo, virtualmente acosados desde el poder judicial. Las revelaciones del jefe paramilitar Salvatore Mancuso –nombre y apellido sicilianos- han llevado ya a la detención de varios congresistas del oficialismo y la oposición. También se descabezó la policía.

“La alianza con los paramilitares no es responsabilidad personal, sino política de estado”, sostuvo Mancuso ante un tribunal. De hecho, el vicepresidente Santos operaba con AUC (Autodefensas unidas de Colombia), a las cuales propuso en 1997 tumbar al entonces presidente Ernesto Samper. Después se llamaría a asamblea constituyente con inclusión de paramilitares y guerrilleros; es decir, en cierto modo, narcotraficantes. Mientras tambalea el gobierno, Washington no abre la boca.

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