Donald Trump lo celebra en sus consabidos tweets diciendo que las impuestos punitorios han significado para Estados Unidos contar con una fuerte posición negociadora, con miles de millones de dólares y de empleos entrando al país y todo eso sin que los aumentos de costos se hagan notar.
La excepción a ese cuadro rosado, comenta Alistair Osborne en el Times de Londres, es Chris Pratt. Gerente de operaciones de Mid Continent Nail en el estado de Missouri, los más grandes fabricantes de clavos de Estados Unidos. Cuando en junio se hicieron sentir por primera vez los aranceles al acero impuestos por Trump, los costos de la fábrica subieron de la noche a la mañana, con lo que la fábrica perdió competitividad. En dos semanas los pedidos cayeron 70% y la fuerza laboral pasó de 500 a 370. Si no logran una exención, va directo a la quiebra.
No es la única. En este momento hay 20.000 compañías norteamericanas que solicitan exenciones impositivas al Departamento de Comercio. Trump también ha prometido hasta US$ 12.000 millones para rescatar a agricultores afectados por las medidas punitorias a China.
Esta situación recuerda que no puede haber una guerra comercial sin víctimas. Y ésta, afectará a 4% del comercio mundial si Trump cumple con su promesa de gravar todas las importaciones provenientes de China, según calculan algunos economistas.
¿Cómo puede defenderse el país asiático? Pues restringiendo ventas o incumpliendo entregas. Apple sigue dependiendo de la cadena de suministro asiática para su iPhone. Beijing también tiene un recurso: puede devaluar su moneda o vender su monumental acopio de dólares estadounidenses.