China: operación desmentidas para trabar negociaciones

Los mismos medios que lanzaron aquellos US$ 20.000 millones multiplican ahora desmentidas chinas. En realidad, es la misma dicha por diversos funcionarios. Hay una campaña directamente opuesta a tratar con Beijing.

10 noviembre, 2004

El tema de fondo no ha cambiado: las tratativas con China se relacionan con la mejora del clima financiero alrededor de Argentina y con programas, no con montos. Por supuesto, existe una dimensión estratégica, común a las relaciones entre el gigante y el resto del mundo, donde casi nadie discute un proceso hacia la economía de mercado, aunque sin rasgos capitalistas típicos (democracia, libertades públicas, separación entre poderes), ajenos a casi toda Asia. Como en Rusia, en China puede haber oligarcas y burócratas venales, pero sin proyección política.

Beijing admitió el lunes conversaciones con funcionarios, técnicos y unos pocos empresarios sobre “áreas de cooperación bilateral”, en palabras de Yang Yang, director de Información chino. Algunos medios “han mencionado cifras exageradas por cuenta propia”, aclaró quien está en Buenos Aires armando la agenda para la visita del presidente Hu Jintao. Algo que debieran haber notado algunas dirigentes de la izquierda autóctona.

Cabe subrayar, sin embargo, que el viaje no se relaciona exclusivamente con Argentina, sino con el Mercosur. Jintao estará dos días en Buenos Aires, pero cuatro en Brasilia. Inclusive, circulaban en Montevideo rumores sobre un viaje relámpago de Kirchner y Tabaré Vázquez al socio dominante de la región.

En otras palabras, los chinos prefieren toda la reserva posible y, al respecto, se basan en sus contactos con Chile. En buena medida, porque la diplomacia y el marketing trasandino son de mejor calidad que los locales. Por ejemplo, las misiones chilenas a Beijing incluyen chinos étnicos, que se encargan del trabajo básico, pues conocen tanto el idioma como los peculiares códigos. Por el contrario, Argentina aún no sabe siquiera cómo tratar a los chinos radicados en el país.

Aparte de acuerdos bilaterales en áreas como alimentos, energía o transportes, algunos operadores financieros arriesgaban que Beijing podría llegar a hacerse cargo de deudas argentinas con organismos internacionales. No directamente, claro, pero quizá mediante pases entre letras de la Tesorería norteamericana –tiene de sobra- y papeles argentinos, como parte de una mecanismos más amplio para revaluar internacionalmente el yüan.

Los rubros más mencionados eran un programa ferroviario con alto contenido tecnológico –tendiente a paliar la destrucción de la red, iniciada por Álvaro Alsogaray hace 43 años y completada en los 90-, programas viales, habitacionales y de telecomunicaciones.

Por supuesto, mientras algunos políticos y empresarios de extranjerización industrial, columnistas allegados al sector financiero adoptaban posturas similares a las exhibidas respecto del canje de deuda, hasta que éste se puso en marcha. Curiosamente, nadie dijo palabra sobre consultas directas entre Buenos Aires, Brasilia, Santiago de Chile y Washington sobre la “apertura a China”.

El tema de fondo no ha cambiado: las tratativas con China se relacionan con la mejora del clima financiero alrededor de Argentina y con programas, no con montos. Por supuesto, existe una dimensión estratégica, común a las relaciones entre el gigante y el resto del mundo, donde casi nadie discute un proceso hacia la economía de mercado, aunque sin rasgos capitalistas típicos (democracia, libertades públicas, separación entre poderes), ajenos a casi toda Asia. Como en Rusia, en China puede haber oligarcas y burócratas venales, pero sin proyección política.

Beijing admitió el lunes conversaciones con funcionarios, técnicos y unos pocos empresarios sobre “áreas de cooperación bilateral”, en palabras de Yang Yang, director de Información chino. Algunos medios “han mencionado cifras exageradas por cuenta propia”, aclaró quien está en Buenos Aires armando la agenda para la visita del presidente Hu Jintao. Algo que debieran haber notado algunas dirigentes de la izquierda autóctona.

Cabe subrayar, sin embargo, que el viaje no se relaciona exclusivamente con Argentina, sino con el Mercosur. Jintao estará dos días en Buenos Aires, pero cuatro en Brasilia. Inclusive, circulaban en Montevideo rumores sobre un viaje relámpago de Kirchner y Tabaré Vázquez al socio dominante de la región.

En otras palabras, los chinos prefieren toda la reserva posible y, al respecto, se basan en sus contactos con Chile. En buena medida, porque la diplomacia y el marketing trasandino son de mejor calidad que los locales. Por ejemplo, las misiones chilenas a Beijing incluyen chinos étnicos, que se encargan del trabajo básico, pues conocen tanto el idioma como los peculiares códigos. Por el contrario, Argentina aún no sabe siquiera cómo tratar a los chinos radicados en el país.

Aparte de acuerdos bilaterales en áreas como alimentos, energía o transportes, algunos operadores financieros arriesgaban que Beijing podría llegar a hacerse cargo de deudas argentinas con organismos internacionales. No directamente, claro, pero quizá mediante pases entre letras de la Tesorería norteamericana –tiene de sobra- y papeles argentinos, como parte de una mecanismos más amplio para revaluar internacionalmente el yüan.

Los rubros más mencionados eran un programa ferroviario con alto contenido tecnológico –tendiente a paliar la destrucción de la red, iniciada por Álvaro Alsogaray hace 43 años y completada en los 90-, programas viales, habitacionales y de telecomunicaciones.

Por supuesto, mientras algunos políticos y empresarios de extranjerización industrial, columnistas allegados al sector financiero adoptaban posturas similares a las exhibidas respecto del canje de deuda, hasta que éste se puso en marcha. Curiosamente, nadie dijo palabra sobre consultas directas entre Buenos Aires, Brasilia, Santiago de Chile y Washington sobre la “apertura a China”.

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